sábado, 31 de octubre de 2009

Por portación de tetas

Como ya he dicho hasta el cansancio por acá, soy maestra. Por mi cargo de cuatro horas al frente de los niños, más todo el trabajo de planificación e investigación que requiere mi tarea, cobro la fortuna de mil quinientos pesos por mes.
Alquilo mi casa, por la que pago exactamente lo mismo que lo que gano. Por suerte el lugar donde trabajo recompensa mi esfuerzo dándome otro trabajo a la tarde en donde hago setentayocho cosas distintas al mismo tiempo, atiendo público, teléfonos, niños golpeados y dos jefes con sus respectivos invitados que funcionan a café (que yo les sirvo). En ese horario, y con diez años de antigüedad a puro parto en la empresa, gano cincuenta pesos más que a la mañana más una asignación por hijo (yo quisiera saber qué le resuelvo a un hijo con 136 pesos por mes..)
Por alguna razón, por ser mujer, siempre he ganado/hemos ganado menos que hombres ( que sabidamente tienen una atención focalizada y no múltiple como la femenina) con la mitad de capacidad para resolver situaciones simultáneas.

Ejemplo:
De lunes a viernes: vas planificando en el laburo el menú de la noche y las compras que tenés que hacer mientras corregís los cuadernos fijándote que el salame de Felipe haya copiado todos los números del pizarrón, repasás lo que tiene que hacer tu hija a la salida y a dónde la tenés que ir a buscar, cocinás mientras bajás los mails y ordenás el cuarto de la pendeja que perdió el velador entre la ropa sucia y hablás por teléfono con tu amiga que te relata su conflicto psicológico que le causa tanto disgusto en su relación con los muchachos y ahora está saliendo con un pibe, y das gracias a la vida por no tener en el living sentado un Homero que mira el noticioso y cada tanto te grita "¿cuánto falta para la cena?" como te pasaba unos muchos años atrás, mientras vas calculando la porción que tenés que sacar para la vianda de la piba mañana en la escuela, le hacés el análisis psicológico que tu amiga anda necesitando escuchar (gauchada que tantas veces por suerte te hizo ella a vos también) y no te olvidás de pagar la luz por internet. Toda esa destreza bien entrenada aplicada también a cuidar a veintiséis enanos de seis años que se creen inmortales y practican saltos de altura, piden ayuda al mismo tiempo mientras la secretaria te viene con cuatro mensajes de padres que piden cosas distintas, o tomás seis mensajes telefónicos, filtrás llamadas de venta, atendés a cuatro madres por la ventana, sacás cinco fotocopias de las páginas ocho a trece y cobrás dos almuerzos y un campamento. Y sin dejar de estar espléndida, por supuesto, que la imagen es todo.

Pareciera como si todas las mujeres del mundo trabajáramos porque nos queremos entretener fuera de casa o como si fuéramos castigadas por no tener al lado un par de bolas que aseguren un ingreso algo más importante.

Cristina, yo sé que los hijos de puta te la van a complicar a muerte porque todos piensan que deberías estar comprándole pollo para comer a tu marido en tu casa y yendo a buscar a la nena que te salió bastante fiestera, y tampoco te falta la yegua frustrada que no pudo sentarse en tu sillón y te tira mierda cada vez que puede, con un jorgerrialismo insoportable. Pero, negra, por favor. No te olvides de que nuestra capacidad sobre ellos es la mirada abarcadora.
Bajáles el sueldo, dales una patada en el culo y llenáte el congreso de polleras. Decíle a la gorda que se calle y se acuerde de cuando también fue una jipi que andaba con los tercermundistas y salía sin peinarse a decir lo que pensaba, que no sea sorete y demuestre un poco de solidaridad de género, así como hacemos las madres de niños grandes con las confundidas primerizas. Ponete de nuevo la camisita a cuadros, arremánguense todas como sabemos hacer cuando hay que meter mano en los pañales sucios y, de una vez por todas, hacéme sentir en ventaja cuando escuche "hembra, dijo la partera"..

lunes, 26 de octubre de 2009

El mundo es un pomelo

Sábado, once de la noche. Casa de la Meji llena de jipis famélicos después de tocar en costanera sur. Pedido al boleo de sólidos y líquidos a dos lugares diferentes. Meji estupefacta mirando el precio del pedido: ochenta y ocho pesos exactos en cada lugar. 88 88

Hoy, 20.37hs, entro a mi blog a pelotudear y miro el contador de visitas. Dice 22 22.

Empiezo a sentirme como el gordo de LOST...


domingo, 25 de octubre de 2009

Calmar la sed


(Muchas veces, de pronto en el medio del malabarismo diario, me pregunto ¿cómo llegué hasta acá? ¿cómo fue que llegué hasta acá?)

Hoy toqué con 200 tamboreros frente a la estatua de Lola Mora. El sol me daba en los ojos y bailé cada golpe, ahí en el medio de todo, adelante y atrás y alrededor. Recargar esa otra realidad, la que me gusta, hacerla superar la medida de la otra que no puedo cambiar y contagiar eso como una gripe. Encender la alegría porque sí, porque es sábado y más o menos todos nos sabemos los mismos golpes y vamos, que el día está lindo y tenemos ganas.

Pensé en el río Quilpo y en aquella serena sensación de poder sobre mi propia vida cuando trabajé sin querer cobrar un peso, siendo yo la única opción posible para la cocina.

Pienso que lo inevitable es justamente así, inevitable, y que la energía vital desperdiciada en angustia es energía perdida.

Vi todas las espaldas de los tamboreros bailando en esa escalinata como un mismo mar rojo, amarillo, verde, violeta, las masas subir y bajar, las cuerdas ensambladas, Dani intentando cantar y ahí al lado de mi oreja que fue una fiesta cuando su timbal y el redo de Martincito hicimos ronda de festival para tocar, y tocar, y tocar.

jueves, 22 de octubre de 2009

Pequeña enumeración que me sienta de lo más bien enumerar.

"Sé feliz" escribe mi vieja en su mensaje de despedida antes de viajar con sus compañeras del Instituto a reencontrarse otra vez con su adolescencia ahora tanta vida después.

Yo estoy enamorada de la vida, del milagro de la sincronización, de la ley ineludible que trae de vuelta justamente lo que se envía, de los encuentros mágicos como chispas de estrella fugaz que me acercan el corazón a gente que no conozco, de la música que escucho todo por adentro y que me sale por los poros y por cualquier lugar como el agua cuando canto con los ojos cerrados, de los abrazos con amor del bueno, de la risa cuando brota incontenible, de mirar a los ojos, de mis enanos, de la Chilinga y de su gente, de la gente buena de corazón sencillo y ardiente, de las ceremonias y los rituales, de ser la madre de mi hija, de los ojos y las voces y las almas de todas mis amigas, de mi gata y su manía de besarnos las manos, de tener nísperos en la vereda para saborizar el viaje al trabajo en bicicleta, de mi jazmín lleno de verde clarito, de los paraísos florecidos camino a casa por Olivos, de la luna que asoma en su cuarto creciente y vuelve mi nostalgia menguante, de los besos que aún no dí, de la canción que todavía no me encuentra.

Fumá, mami.
Voy bien


miércoles, 21 de octubre de 2009

Amo a mi mamá.

(Teléfono suena entre las porquerías apiladas en la mesa de la computadora. Levanto papeles, corro vasos, atrapo el tubo blanco. Es mamá.)

M: - Hola (con voz de preocupación) ¿sabés lo que pasó?
Y:- No..(temiendo un desembarco de kelpers enfurecidos en Puerto Madero o algo así). ¿Qué pasó?
M:-¿Viste esos chicos que se cayeron en un lago ahí en un cantri?
Y:-¿Qué lago? ¿qué cannntri? (esperando ya algo malo)
M:- ¡Salió en todos los canales!
Y:-¡¡Pero si no tengo tele, mamá!! (nunca dejará de reprochármelo...)
M:-Bueno (dándose una victoria sobre su argumento de lo malo que es vivir en un tupper como vivo yo sin el televisor). Unos chicos se cayeron en un auto en un lago..
Y:- Si, si. ¿¿Y??
M:- Que uno de ellos era el nieto del sobrino del abuelo Dimas.
Y:- ....
M:- De Benigno.
Y:-...
M:- De Emi. ¿Te acordás?
Y:- Mamá.. ¿para eso me llamaste?
M:- Si.
Y:- Mamá, cada día estás más parecida a la abuela.
M:- ¡Andá a la mierda!

(y ese fue nuestro intercambio mensual de desgracias y solapado reproche por ser una jipi rotosa que NO QUIERE tener televisor)


lunes, 19 de octubre de 2009

Clic


Hoy, 19 de octubre, luna espectral roja.
Al final de la tarde, la mano de un mago cruzó todos los cables y en un alarde de Harry Potter frente a mi nariz de antigua bruja consumada, me abrió en el corazón una puerta por donde salió una respuesta sincera llena de dolor viejo que se fue, como una muela que latía y ahora no.
Que maravilla que la vida no pierda su sana costumbre de dejarme, cada tanto, totalmente sorprendida.

Sintomatología confusa




Por algún equilibrio sabio de esos equilibrios sabios que, dicen los reflexivos, tiene la naturaleza, mi temperatura corporal está rayando el límite más bajo dentro de lo que la medicina dice "es normal". Es decir, ando por la vida con algo más de 35º por adentro, nada más.
Esto es una ventaja si se tiene en cuenta que tengo una predisposición innata a arder. Cuando canto, por ejemplo, se activan todas las células de mi cuerpo, colisionan y hacen fricción por adentro, quedando así mi ser, entonces, al borde de prenderme fuego fácilmente y sudando como un marinero ruso acorralado en la cocina por el cariño de sus compañeros. El mismo fenómeno físico ocurre en las contadas ocasiones en que me enojo (cosa que ocurre por suerte pocas veces, como los solsticios o los equinoccios, pero que cuando pasa, pasa..) y cada vez que hago algo con pasión.
De ahí lo maravilloso de mi márgen térmico que me permite encenderme sin coagular mis glóbulos una y otra vez.
Pero tan oportuno detalle tiene sus complicaciones, como todo las tiene. Con tan baja temperatura, es muy difícil, por ejemplo, notarme la fiebre. Para llegar a 37 y medio mi cuerpo pone toda la carne al asador, pero no se detecta sino tras dejarme media hora un termómetro en el centro de la axila.
Como este cuerpo no cuenta con el calor necesario para cocinar un virus, ha desarrollado otras maneras de combatir, que voy aprendiendo a reconocer a fuerza de pasar los mismos senderos una vez y otra vez. Como el ruidito del motor del auto cuando se le pitiribean los coflejetes y te avisa con un taca taca de tornillo para que sepas que algo no funciona bien, cada vez que mi cuerpo está peleando un virus, yo muero de tristeza.
Donde debería haber fiebre hay un llanto fácil y descontrolado, que asoma tanto al abrir un paquete de regalo del día de la madre para encontrar un cd de Mercedes Sosa como para reclamarle al de la verdulería a moco tendido que me dio una bolsa con manijita rota.

Una pena azul que me tuvo en ascuas desde el viernes hasta que ayer, al levantarme, sentí como un dedo apretándome el tubito de la garganta por adentro, dificultando la tarea de tragar saliva.

Tres llagas. Tres piquetes de diminutas y jodidamente dolorosas ampollas blancas.
No era tristeza por lo retorcido que funciona el mundo (claro, si a esta altura ya lo tenemos más que entendido..)
Eran lisa y llanamente unas malditas anginas.



viernes, 16 de octubre de 2009

...







Triste triste triste triste.
Pero no puedo parar de cantar...

jueves, 15 de octubre de 2009

Mariconez


Estoy algo desconcertada conmigo. A veces me desconozco.. (o me reconozco..?)
Ando como frágil. Yo, que puedo llegar a ser el cuatro de Cambaceres con pollera, ando chiquita. Será que de tanto soltarme ahí desde mi corazón, por mi garganta y al aire, algo que lo cubría se cayó y ahora lo llevo en la mano.
Arde ni bien lo tocan, como el raspón de la rodilla.
Arde ni bien lo tocan.
..pero no me disgusta.

lunes, 12 de octubre de 2009

Reflexión profesional que se va al carajo en el último párrafo.

Soy maestra. Educadora. Más allá de que tengo un título pedorro impreso en una cartulina barata que lo certifica malamente, entiendo que todo lo que fue pasando en mi vida me enseñó, entre otras cosas, a mirar buscando el hueco, el nudo mal atado, y lograr volver la mirada del que tengo enfrente sobre sus propios actos y las consecuencias que lo rodean.

Más allá de la búsqueda individual, que es la primera, somos seres sociales. Cada uno de nuestros comportamientos tiene un efecto sobre el entorno. Lo modifica, lo afecta.

Nuestra cultura, mezcla del dramatismo fanático de los españoles con la culpa judía y el temperamento italiano, nos educa señalando lo que hacemos mal como método para que volvamos a caminar derecho. Pero no nos tiene acostumbrados al reconocimiento. El apoyo, la mano en la espalda, el "gracias" y la alegría de haber hecho algo bueno nos es dado con cuentagotas desde el principio de nuestra educación.

Yo entiendo que a pesar de que nuestro cuerpo crece y nuestro corazón se va marcando de cicatrices con los años, siempre somos los mismos. Cuando no comprendo cuál es la emoción que me embarga, cierro los ojos y la busco en mi recuerdo aquélla primera vez que la sentí cuando no levantaba más de un metro del piso. Busco aquella confusión de sentir algo dentro del pecho que todavía no tiene nombre y busco el por qué. Entonces imagino qué hubiera querido que hicieran por mí en aquél momento. ¿Un abrazo? ¿que me defendieran de lo que era una injusticia? ¿una explicación, un beso, un "no te preocupes, ya va a pasar" o "no es tu culpa, no llores"? ¿alguien que aplaudiera el hecho de que, después de intentar agotadores esfuerzos por controlar mi motricidad fina, por fin pintaba un dibujo sin salirme de las rayas del contorno?

Desde que fui chica, por alguna razón dibujada en mi cara que desconozco, de mí siempre se esperó lo mejor, se daba por sentado. Con el boletín que llegaba a casa, cuando bailé con tutú celeste y profesora alcohólica en el teatro El Globo, cuando amasé alhajeros de cerámica, cuando fracasé en todos los deportes y me colgaron los anteojos de intelectual, cuando fui girl scout, cuando escribí mi primer cuento. Solamente mi vieja supo darme siempre, a su manera tan española de decir un discurso y cerrarlo con un abrazo, ése pequeño premio, ése guiño que me fue enseñando lo tibio que se siente que al otro le guste lo que hacés, que reconozca tu entrega, tu esfuerzo.

Gracias a mi cualidad de ser esponja (y no solamente de malbec), aprendí a ser agradecida y agradecer cada vez que la ocasión lo amerita. Deformación profesional mediante (creo en la educación a través de la vivencia), ando repartiendo gracias cada vez que comparto momentos lindos, cuando me invitan a jugar, con las puertas que me abren. Y, pedonen mi hipersensibilidad manifiesta (o agradézcanla, que seguramente es lo que me permite cantar con gozo y tocar con alegría), pero la niña que soy también necesita abrazos y cariños en la cabeza.

Por eso, doy toda esta vuelta y desde la niña dolida que soy hoy, digo secándome con la manga un moco que se espianta en la cara hecha un desastre, hipando y esperando que me llame mi mamá para contarle y pedirle que le vaya a pegar:

"Pelado desprolijo, en el asado chilingo le diste las gracias hasta a los dos monos que estaban laburando en la barra (y a los que tuve que descorcharles YO, con mi sacacorchos personal que encima perdí además de la campera negra que compré el viernes, todas las putas botellas de kerosén "Don Abel" con éstas manos de sacudir masas y revolear micrófonos en tus shows) y no me dijiste ni un puto gracias. Te odio con todo mi corazón de haber perdido las figuritas de Sarah Kay en el primer recreo de la mañana."

Ya está.
Ahora pueden seguir con lo que estaban.
Yo me voy a la vereda a sufrir, sola como loca mala.


sábado, 10 de octubre de 2009

Preparándolos para el viaje






(Situación jueves por la tarde, conversación por la ventana de recepción con mamá de mi grado enojona y complicada con la que me río mucho y a veces la quiero matar.)

M:- ¿Te habló mi hijo hoy?
Y: - ¿A qué te referís...?
M:-¿Te contó lo que le hice ayer?
Y:-... no
M:- Le abro el cuaderno y, como vino sin corregir (no puede evitar un dedo en el orto absolutamente siempre.) le digo "a ver, leéme acá, lo que escribiste acá". Y no puede leer lo que escribe. Tiene una letra espantosa. Yo entiendo eso de la motivación y ponerle "excelente" y "qué linda letra hiciste hoy", pero no. Así que le hice borrar todo y escribirlo de nuevo.

Hice un silencio abriendo los ojos cada vez más, solté la risa y apuntándola con el índice le dije
Y:-¡¡Dejá de torturarlo, no seas mala!! Era la primera vez que intentaron escribir en cursiva y le decís que tiene una letra horrible. ¡¡Mala!! (y juaaaaaaaaa las dos nos matamos de la risa.)
Y:- Si lo seguís torturando te voy a mandar a castigar.
Nos despedimos hasta mañana y me quedé pensando.

(Situación viernes por la mañana. Me acerco a la mesa de Juan Martín, me agacho a su lado y le digo:)
Y:- Juan, ayer la reté a tu mamá.
(Juan, que padece la tortura de cargar con el deseo de su madre de tener que ser el mejor del grado con apenas 6 años, abrió los ojos como el dos de oros)
Y:- Me contó que te dijo que tenés una letra horrible y que te hizo borrar todo y escribirlo otra vez. Le dije que si lo vuelve a hacer la mando a dirección. Pero, Juan, ¿vos sabés por qué lo hizo?
J:- Porque es una guacha. (soltó, mi vida, con un dominio impecable del término, y un alivio le vino a los ojos y me hizo reírme un rato con Sarita.)
Y:- No, Juancito. Las mamás siempre los vemos tan hermosos que queremos todo lo mejor para ustedes, lo más lindo, y a veces nos entusiasmamos demasiado. Tu mamá te quiere. Y cuando la reté se reía. Juan, tu letra está floreciendo (le dije. Y busqué la primera hoja del cuaderno y le mostré las letras cachuzas y desparejas, y después le señalé la fecha que había puesto esa mañana, las letras más parejitas, más formaditas, así como ellos ahora también aprendieron a formar a fuerza de práctica.) ¿Ves? ¿ves cómo fuiste aprendiendo, probando, animándote, practicando, y tu letra fue cambiando y poniéndose más linda hasta hoy? ¿te acordás de cuando decías que vos no podías escribir? Mirá ahora. Bueno, así también va a ser con la cursiva, Juan. Y con todo.

Me miró. Agarró su cuaderno y empezó a buscar una página en particular, y cuando la encontró, puso su dedo sobre lo que había ahí y señalando con pequeña frescura y orgullo, dijo mirándome a los ojos:

J:- Esta es la mejor fecha que escribí en mi vida.


(Aaahhhh... y por hacer esto todos los días encima me pagan.)

Por favor, no me presten cosas...

Entre las particularidades que me son propias hay una bastante fastidiosa que me hincha tanto las bolas a mí como a mi sufrido y nunca bien ponderado entorno.

Yo pierdo las cosas. Yo extravío las cosas, las cosas huyen de mí, como chalinas enredadas en camperas de abrigo, como chales escondidos en bolsos prestados, como discos que quedan en autos amigos, como camperas que dejo en otras casas.

No lo puedo evitar. Me agarra la época de perder así como al planeta le agarra en octubre la primavera en el sur y a la mierda con todo.

Dejo olvidadas cosas imposibles como la bicicleta atada en la vereda de la escuela la noche entera, la llave puesta en el auto, la cartera en la vereda, la tarjeta en el cajero o en los locales donde la uso, ropa nueva en los hoteles, bufandas en los bares.

Es que todo me llama la atención, en todo quiero estar, todo lo quiero hacer y hay momentos en que la alegría del envión es tan placentera que pierdo la noción de las cosas y ando por el mundo que navego.

Cuando mis enanos cada mañana a la hora de escribir la fecha en el cuaderno me miran con ojos de gato de Shrek y yo vuelvo a exclamar "¡pero no puede ser! ¿ya perdiste el lápiz? ¡te lo dí ayer!", no puedo evitar suspirar pensando que cuando de pronto algo te da la alegría que te daban los recreos cuando eras chico cómo no correr abriendo las manos y los brazos. Y el lápiz... ¿qué lápiz?

Me rompe soberanamente las pelotas perder las cosas pero no puedo evitarlo. Amo la sensación de soltar todo y correr al patio a jugar al quemado.

miércoles, 7 de octubre de 2009

Vericueto del pensamiento

A veces fantaseo con volverlo a ver. Con abrir la casilla de mail y encontrar su nombre tantas veces pensado, con ver su gigantez entre la gente una noche mientras canto.
(No confundir con un deseo necrofilico de darse una vez más. Aquél que uno encuentre después de tantos años jamás es el mismo. Ni una tampoco.)

Añoro una conversación muy larga con los ojos brillantes desandando las vidas hasta aquél amor tan nuevo, tan primero, de naranjos y ríos remontados en kayak, de estaciones de tren y fiestas de quince con souvenirs de zapatito con brillantina, del olor a cloro en la pileta de AFALP, Zeppelín, Canela, Fragata, la bandeja mezcladora de discos, La Manzanita, el Taunus celeste y Silvio Rodríguez, la playa, Phil Collins, la bicicleta azul, Air Supply, mi vocación de Madonna, las ballenas del sur, el dolor agudo del corazón partido.

A veces sueño con que en ese desandar voy a encontrar algo que hasta hoy tengo perdido.



domingo, 4 de octubre de 2009

Como pájaros en el aire

¿Qué voy a decir? Se murió la negra...

La Negra de todas las negras. La que hacía subir la voz por el precipicio ancho de su garganta, la que sonaba como una caverna mágica, una madre tierra, una serena yemayá de mares de arena.

Tengo la teoría de que el dolor cuando es muy profundo, como el exilio, como la muerte, araña algo por adentro antes de partir. Y ésas heridas que no sanan son las que devoran el cuerpo con los años cuando se infectan de recuerdos metastásicos.

Aprendí "Sueño con serpientes" sentada en la alfombra escuchándola como un eco desde la cinta de un Grundig marrón. Es su versión la que suena en mi cabeza cuando canto "Inconsciente colectivo" derrapando en un fogón. Es su voz la que pienso cuando escucho "quiso la siesta ponerle un niño a su soledad.."

Tengo asociada la idea de democracia a su vuelta a cantar en el Luna Park (mi vieja se desquitaba con los militares haciéndonos escuchar todo el día a la Negra y al Cuarteto Zupay, que era toda la música zurda autóctona junta. Hasta la presidencia de Voldemort, éste país vivió floja adolescencia. La primavera democrática, el destape, la revista Humor, todos los que volvían desde afuera a buscar su olor. Los grandes lloraban cada dos por tres en un abrazo en una esquina con uno que creían que no iban a volver a ver y Mercedes cantaba a Violeta Parra en los programas de Badía.)

Por alguna razón el cielo de los especiales está levantando vuelo, se van de a uno como granos de arena del final de un reloj.
Confío en que fue buena la siembra. Y así como Olmedo cayó en tierras de Caseros y Capusottos, espero ver tu semilla florecer, Mercedes, repartida en varias (es que tu ausencia es muy, muy ancha..)

Lo merecemos.

(Amén.)

sábado, 3 de octubre de 2009

Másomenos por dónde ando yo..(y, amigos, es colorada.)




El camino más difícil es el de soltarse de todo.
No ocurre de una sola vez. Más bien hay una temporada larga en donde un par de veces a la semana nos sentamos un minuto a pensar ¿por qué voy a ir? ¿por qué voy a llamar? ¿por qué lo hago? y entonces el disfrute empieza a depender más de lo que hago por mí misma que de afuera. Con los de afuera se comparte.
No creo en los amores de tarjeta de kiosco, en las palabras de catálogo, en los tiempos supuestos, en la propiedad sobre el tiempo de los demás. No me excita lo que se dá por sentado, lo que se presupone, lo que se toma por costumbre. Lo que hago tiene que estar hecho por convicción mía, de nadie más. No sé lo que busco, pero sé lo que no quiero.
En estos últimos tiempos soy tan feliz cantando sobre el pandeiro de Dani como cuando canto en casa descalza arriba de las voces de Los Piojos, Heredia, Victoria Abril. (si, si, en bombacha..)

Yo canto porque el placer que siento viendo en mi cabeza las historias que cuento enhebradas en notas tan armónicas me hace feliz, me hace sangrar, agita mis aguas más profundas.

Yo enseño porque creo en la capacidad del hombre de desarrollar su potencial, en la felicidad como filosofía de vida y en que un mundo mejor es posible, y ésa tarea consume horas de mi sueño imaginando cada vez mejores maneras de enseñar y aprender.

Ando sola porque todavía ninguna compañía supera el estado en que mi corazón se deja estar cuando canto sola batiendo con las manos el parche de mi legüero.

Archívese.