miércoles, 29 de julio de 2009

Like a rolling jipi



A poco tiempo de empezar este siglo caí una noche de cualquier invierno en un antro capitalino que se llamaba (o llama, tiene la extraña capacidad de resucitar cada tanto) El marqee. Mi amigo Javi tenía una amiga que tocaba en una banda con tambores y así fue como caí a ver a La Chilinga, un nombre que me resultó poco serio pero desprolijamente simpático.


Recuerdo que fue impactante ver aparecer tantas chicas tocando tambores juntas entre los varones. La Turca y Caro son las primeras caras que recuerdo con nitidez. Y me acuerdo que quedé impresionada porque, ya sea por el sofocante caldo que hacía ahí adentro o por la hoguera interna que se me encendió, la suela de mis zapatos se pegó bastante fuerte al suelo, como si se hubiera derretido.


De la banda aquella noche me acuerdo poco, auditivamente hablando. Pero el desparpajo que tenían algunas caras, asumiendo un rol total de estrella rocker me hace pensar que Capusotto con Pomelo no inventó nada. Monitoreaban la sala en busca de grupis, recuerdo. Y obviamente las había. Siempre las hay. Hasta el cuatro de Cambaceres tiene alguna novia fan que gusta de contar que se morfa al cuatro de Cambaceres. A las minitas siempre les gusta el chow. Decía, en el medio de aquél despelote, recuerdo a Pol, que a mi me pareció como un lejano cowboy solitario. Y como me pasa siempre, tuve una súbita imágen mental. Me ví cantando con él, ahí en un flash de una foto, riéndome, en una actitud similar a la de jugar con un amigo de hace mucho, en un lugar parecido a un gran garage.


Cuando una punta de años después, ayer formamos como dos banditas en cada vereda, de frente a los tambores, nosotros, los armónicos de esta jiponeada, y canté con él por primera vez "Bombo", recordé en mi cabeza nítidamente haber oído esa canción aquella noche del Marqee, los viejos dioses. Miré a Pol riéndome de vaya una a saber qué momento de ésos gloriosos en que me cambia la letra, o después de haber tirado las voces que se nos cantaron en el orto, como Sony y Cher del subdesarrollo, con Agustina haciendo la ola como amable público detrás del Ruso, y lo encontré estrella gemela. Y fuimos amarillos por fin.


Ahora se viene el regreso de las merluzas, yo subida con ellos al bote y este vicio mío de mirar el magma, nadie sabe qué puede pasar, pero allá vamos a cruzar el Estrecho de Magallanes el 14 de agosto. Ol tugueder. Like a rolling jipi.


miércoles, 22 de julio de 2009

Ay, qué plato! (anécdota para contar cuando seamos como los rolling stones mientras comen sanguchitos de miga en una entrevista que Ginzburg no hará.)






Ponéle que llueve. Que llueve como sólo podría llover un día de invierno en el que todavía no se puede decir que haya llovido, y llueve. Estás decidida a salir del edredón, de tus sabanitas azules, de la silla de la compu, del sofá rojo y la estufa porque hasta la noche anterior te hostigaron respondiendo a cada mensajito del día del amigo con un "bueno, y ahora sí te vemos el martes allá".





Metés tu quincho nuevo debajo del cuadrillé del paraguas, te calzás los auriculares, chequeás el celular y salís. Cuando en la esquina se te empieza a complicar el panorama para cruzar porque corre un riacho nuevo por la calle Alberdi, lo pensás, pensás en llamar, pero el recuerdo nítido de Dani burlándose de tu pregunta sobre si el ensayo se hacía igual aquél otro día lejano de lluvia, borró toda duda. Los jipis van todos en auto, porque son jipis pero no boludos. Se empieza a humedecer la cuestión porque el paraguas no cubre tus pies totalmente y ya empieza a brillar la gamuza negra de tus botitas empapadas. "Qué suerte que tengo medias secas en la cartera" y ya ves que vas a terminar cantando en patas, con los soquetes turquesas, que son los únicos limpios y secos que quedaron.



Perdés la suela (si, dije SUELA) de la puta botita de gamuza ni bien salís del túnel para tomar el bondi. Volver es morir, así que la metés en la cartera y trepás. Son las dos de la tarde cuando golpeás la puerta del galpón, definitivamente empapada, con la cabeza hecha un plumero.



Te recomponés un poco, colgás las polainas del escritorio para que escurran, amás a Graciela que te dejó mate y termo afuera y mientras vas recuperando el calor pensas varias hipótesis sobre por qué sos la única integrante de la banda en el galpón en ese momento. Son dos y veinte cuando mandás el primer mensaje. Ahí nomás te fumás una conversación entera con Nancy monologando sobre su historia. Nada. Mientras mandás el segundo mensaje ya son tres que te miran de costado y ahora te fumás el monólogo del marido de Nancy sobre los arreglos que necesita el galpón. Ya con algo de desesperación mandás el tercer mensaje y empezás a llamar a la Turca, te comés la musiquita brasuca del contestador dos veces y cuando querés volver a llamar... no credit.



Y ahí te entran todas las respuestas juntas: Cómo, nadie te avisó?



Channnnnnnn....



Así fue también la secuencia aquella vez que me hicieron perder la oportunidad de compartir el escenario con León Gieco (me llamaron a las nueve de la noche pidiéndome disculpas por la poca anticipación y preguntando si era físicamente posible que en veinte minutos llegara yo hasta la plaza de Mayo, vestida y maquillada, a subirme al escenario a cantar. Se habían colgado en avisarme..)



Es amar o morir.



O matar.

PD: al primero que abra a boca en este post prometo comérmelo crudo en el próximo ensayo. Si me avisan...






lunes, 20 de julio de 2009

Ponéle..



Continuando con mi campaña nacional "Quiero tener un millón de amigos", paso a caerle mal a más gente enumerando aquí a los individuos que despiertan en mí un pequeño deseo de violencia contundente:


- Los que critican a alguien al pedo, sin conocerlo. Digo, si todo el mundo dice que fulano es un boludo, antes de prenderte como un forro en el tren tomáte la molestia de cruzar con el tipo diez palabras. Porque si uno va a dar por tierra con la reputación de otro, macho, negra, hay que estar seguro.


- La gente que cuando me mira, me está estudiando.


- La gente que no escucha, que simplemente no puede ni cerrar la boca un minuto para detener la cascada de verborragia y no te deja meter ni un bocadillo.


- La gente que gusta de discutir, la que rompe los climas, la que habla cuando alguien está cantando o tocando o actuando, las viejas argentinas encabezadas por Lita de Lázzari y Helena( la dueña de mi casa de Munro), la que gusta de abusar de la ironía hasta el filo del quilombo.


- La gente que cuando estás esperando que te reconozca el laburo con un gesto te mete en el orto el dedo de marcarte el defecto que encontró. Siempre.


- Los que no tienen códigos.


- Los que minimizan el hecho de que otro no tenga códigos.


- Los que justifican sus desplantes repentinos, sus ausencias, sus maltratos, con huevadas del tamaño de "no puedo evitarlo, es que soy de géminis" y entienden que esto les da un aura de misteriosa genialidad y los exime de pedir disculpas.


El resto puede ser amigo mío tranquilamente.

domingo, 19 de julio de 2009

Si te hace falta una mano, si precisás un consejo..



Conversación sostenida en diciembre de 2008, durante un breve período posterior a un evento desagradable vivido por mí con un desagradable ser del sexo complementario, en la que mi amiga del alma NL intentaba confortarme mientras yo me lamentaba de mis pésimas elecciones:


NL: - Eso no es nada, mirá lo que le pasó a una amiga de Luchi..

Y:- Ay, no..

NL: - Nooo, pará, cuchá. La mina va al médico porque le había salido como una erupción en la cara..

Y: - ..no, por favor..

NL: - ..entonces el médico la mira, se para y le dice "¿tuviste relaciones sexuales hace poco?"

Y:- ...por favor, no sigas..

NL:-.. "no", le dice la piba medio desconfiando del médico. "Hacé memoria, no te estuviste ni besando con alguien?". Entonces ella dice que conoció a un tipo en un boliche el fin de semana pasado, que si, que bueno, que se besaron. "¿Cuándo lo vas a volver a ver?" le dice serio. "Iba a ir mañana, pero como me salió esto en la cara.." le dice la mina ya medio asustada y ve que el médico levanta el teléfono y llama a la policía..

Y:- ..bastaaa..

NL:- ..y el médico le dice:"Eso que tenés en la cara aparece cuando alguien tiene sexo con una persona muerta. Ese tipo que conociste tuvo sexo con gente muerta y te contagió. Se cura con una pomada."

Y: - ..y ahí vamos. Gracias, realmente, te agradezco. Porque hasta ahora mi única preocupación a futuro era no clavarme otro pelotudo importante. Ahora también estoy aterrorizada porque además de los pelotudos infernales también puedo clavarme un loco importantísimo que me despache al otro mundo...


Son unos bolas, pero son mis amigos.

viernes, 17 de julio de 2009

Clic! (Lo intenté, Grachu, pero no logro no postear..)


Busco una canción que no me sale, que no aparece. Una que me apriete de aire el pecho ni bien la empiece a pensar, que salga sin esfuerzo cuando abra la boca, que vuele.

Ando inquieta porque no logro encontrarla.

Pero intuyo que ésa canción también me está buscando a mí.

miércoles, 15 de julio de 2009

Arreglame la cabeza y llamáme Marrrrta

Estaba inquieta, con esa inquietud que te viene del fondo de algo y te tiene con el culo inquieto, buscando éso que querés hacer y que no sabés qué es, pero lo querés ya. Cambio, cambio, cambio, clamaba mi espíritu como director técnico desesperado en partido argentino del mundial. Entonces, como hago siempre que siento que el mundo va dando vueltas bajo mis pies, hice lo que no tenía que hacer. Y fui a la peluquería.

- Hola - dijo autómata la chica de pelo negro, pantalón negro, remera negra y corte estrambótico, - A ver, ¿qué te vamos a hacer?- dijo, denotando al menos un desorden de personalidades múltiples que debería haberme puesto en alerta.

("Haceme papilla, cortame la cabeza y cambiámela por otra, conseguime el secreto del éxito y un pandeiro que se toque solo impecablemente, cambiame el nombre, matáme y terminemos con esta ansiedadddddd que me tiene loca", pensé.) - Quiero que me hagas un corte corto pero sin perder el largo, que sea fácil de peinar y quede arreglado, que me quede fresco pero no me destape mucho la nuca y los hombros, que sea para usar el pelo suelto pero que me lo pueda atar - (dije).

Debería haber sospechado de ella cuando inmediatamente dijo "te entendí" y peló tijera de cortar presentes y anduvo veinte minutos haciendome cambiar la cabeza de un lado a otro como Rafaella Carrá en trance.

Y me convirtió en mala cruza de un flogger con el emmo de Capusoto.

Lo peor vino esta mañana, cuando después de haber dormido con la cabeza enterrada en la almohada me encontré cara a cara en el espejo con una pelirroja peinada como los de Kiss en su época más ochentosa y descubrí, sin haberme tomado el café, que la muy perra sí me había entendido y había puesto por fuera de mi cabeza lo que yo tenía por dentro. "¡Subordinación y valor!" me dije palmeándome el traste (que es como me doy ánimos ante la adversidad), y con agua, crema de peinar y paciencia apenas logré domesticar tamaño gato, me puse una hebilla de mariposita verde y me fui a laburar.

Andando en bicicleta noté lo difícil que es intentar mirar para atrás antes de doblar e intentar ver el mundo debajo de un masacote de rulos peinados para el costado (la muy perra me cortó con raya al costado..) y evitar morir por ponimiento de camión en la maniobra. Reírme a destajo era ahora acompañado por un quincho colorado que terminaba cubriéndome los ojos con el consecuente riesgo de terminar poniéndome el escritorio en la frente por la ceguera momentánea. Mamá, que vino a casa de visita especialmente para ver mi pelo nuevo, me abrazó cariñosamente con un "¿y así vas a salir a la calle?".

Volví al baño, al mismo baño que me viera amanecer con mi raro peinado nuevo y me miré largamente en silencio. Entonces, después de revolver en el cajón de las herramientas donde supuestamente deberían estar las seis tijeras de las que soy poseedora y sin desanimarme por no encontrar ni una, con el adminículo de podar la Santa Rita en mano, le dije a la chica del espejo: "Vamos, yo sé lo que querés". Y sin más preámbulos, imitando los movimientos de aquella que me rapó sin gracia, hice los tres cortes certeros que faltaban para liberar mis ojos del alero nuevo.

Y palmeándome el traste por segunda vez en el día me fui a comprar crema de peinar al por mayor para encarar la vida con gracia.







lunes, 13 de julio de 2009

Generación X

Si algo define en el humor a mi generación es esa cosa de reírnos de lo que está al límite entre la estupidez y la genialidad. Alfredo Casero, Fabio Alberti, Diego Capusoto, Malena Pichot, Peto Menahem, son la locura de la ridiculez. Recuerdo a mi vieja ajustándose los bifocales como si lo gracioso estuviera fuera del alcance de su vista mientras mi hermano y yo nos retorcíamos en la alfombra mirando Cha Cha Cha.

Con los hombres me pasa lo mismo.

Pero el problema es que al final termino dándome cuenta de que no me cruzo con genios que rayan la estupidez sino con auténticos pelotudos que de tan pelotudos, rozan la genialidad. Y créanme cuando digo que la diferencia, aunque sutil, es nefasta.



¡Aplausos!

domingo, 12 de julio de 2009

E.T. phone home

Abro y abro y abro el correo a cada rato. Algo espero, ¿qué espero? ¿qué espero leer en una carta sin el encanto del papel pero con el alivio de lo inmediato?

Alivio. Hace mucho tiempo que no tengo sensación de alivio, de desinflarme cuando algo hace su clac correspondiente y empieza a andar sin esfuerzo.


Busco una señal que me alivie.


Síntoma

Guarda, puede ser una mutación del malvado virus de la gripe porcina: tengo deseos irrefrenables de bailar mientras escucho "Están lloviendo estrellas", de Cristian Castro.

Creo que mejor mañana no voy a laburar.



Nat Geo


Ahora repaso las últimas dos noches como viendo una película de los Wachowski dirigida por Almodóvar. Hago mi autopsia de cómo fueron las cosas, miro y miro y busco y veo.

Odio el momento en que los dos nos salimos de este lugar no lugar en el que andamos diciéndonos, charlando otro idioma, jugando a correr tan placenteramente y se arma el National Geographic de ese puto juego del rol que el mundo pide con palmas. Esa horrorosa sensación de poliladron cuando de golpe la realidad nos perfora la burbuja y empiezan a circular las zorras, los monos, las liebres, y a él lo pierden todos los olores de la estampida. Cuando dejo de ser yo y él deja de ser él y entra a jugar ese juego raro donde nadie se conoce más que la hora y media que puedan llegar a tolerarse y rajar antes de que los sorprenda alguna emoción.

Mientras eso pasa, yo me lamo las patas con boca de loba.

jueves, 9 de julio de 2009

Alquimia (los sueños que yo sueño)




Soñé otra vez con agua.

Estaba con chicos de la escuela a los que conozco de verlos crecer. Nos preparábamos para un viaje. En una caravana de botes debíamos rodear el mapa de Argentina y llegar al estrecho de Magallanes, ahí donde se separa el pie de Tierra del Fuego. Una vez allá, teníamos que ganar tierra y pasar una noche en carpa, una carpa de muchos colores que sólo nos protegería del viento.

(No me asustaba tanto eso como la perspectiva de tener que navegar por el Océano Pacífico. En mi limitado pensamiento medieval, en esa espalda del planeta es donde está el agujero por donde se acaba el mundo.)

Los botes eran cuatro y el cielo estaba casi negro de tormenta. Yo les iba contando cosas de cuando eran más chicos y así el ambiente era de alegría, pero el corazón me latía fuerte. Yo sabía del mar embravecido, del viento cruzado y de las olas que nos iban a tener saltando todo el viaje. Y de la locura de ir hasta tan lejos de casa a un lugar por el que sería muy difícil navegar.

Durante todo el viaje un hombre de pelo casi largo y negro, al que nunca le vi la cara porque siempre fue una sombra, aparecía detrás mío y en cada bote como equilibrando el movimiento de los sacudones, logrando que ninguno de los botes de goma se diera vuelta. Me miró en un momento sentado sobre el borde opuesto del gomón y le vi los ojos de gitano. Lo hizo adrede.

Vi tierra, rocas altas a un lado y a otro, y estirando la mano sentí el hielo de la piedra que tocaba y nos subimos. El mar bramaba, pero el cielo limpio y negro estaba repleto de estrellas.



miércoles, 8 de julio de 2009

La hija de Peter Pan



Mi papá era el gracioso de la familia. Menos para mi abuela y para mi mamá.

Usaba unas camisas espantosas, marrones o azules con pintitas, la melena negra desprolija y una barbita maquiavélica sólo en el mentón, que con los años le fue tapando la cara hasta hacer desaparecer el holluelo que le heredé en mi costado derecho.

Era un gigante que llegaba a la tarde con el uniforme a medio sacar y éso de que trabajara con aviones me hacía sentir que él andaba trabajando por el cielo.

Dábamos vuelta la casa para jugar, volaban los colchones hasta formar una pila para saltar, pila que él estrenaba primero.

Mi abuela siempre se ocupó de adornarlo, secundarlo en los juegos y tirar a la basura el arroz que mi vieja dejaba para comer para reemplazarlo por unos estofados increíbles al grito de "¡Con tanto arroz estos chicos se vuelven chinos!"

Su deporte favorito era desarmar todo el motor del auto en el garage, una rana azul marca Citröen que nos llevaba en el verano a Villa Gessell en caravana con unos cuantos jipis más. Sacaba todas las piezas y las iba acomodando en el piso, las miraba como si supiera qué mirarles, mientras yo esperaba su orden para darle las herramientas, asistiéndolo en tamaña cirugía todos los fines de semana. Hasta que se nos pudría todo cuando un día la cagaba con algo que se olvidaba de enchufar y el auto iba a parar al taller y nosotros a buscar otro juego.

Un día a Wendy se le chifló el moño harta de encontrarse con la licuadora desarmada y le encajó una patada en el medio del orto.

Y como siempre hay alguien que está peor que uno, con el tiempo se encontró con otra Wendy que lo tiene jugando a ser plomo de Los Tipitos y sindicalista part time sin dejarlo jamás vivir en su casa símil Campanita.

Peligros de quedarnos mucho tiempo encerradas

- Mamá..
- siii (abriendo la oreja mientras intento que no se me escape el relato que quiero escribir)
- ¿por qué tu papá no te llama nunca?
- ...
(Pienso con un dedo metafórico que vuelve a dolerme en el polo sur: AAAAAAAAGGGHHHHHHHHHHHHHH!!)

FIN. (¿fin?)

martes, 7 de julio de 2009

Ay, caramba..

Tengo un ataque de susanagimenizmo.
Ya que no podemos salir a ninguna parte de vacaciones, la China y yo nos estamos patinando mi aguinaldo en deliverys con clase.
El domingo sacudimos sushi (ella es una especie de Ludovica Squirru..) y hoy vamos por el gusto árabe mío de umus, kebbes y lahemayem.


Lo curioso es que esta vez estoy notando importantemente que, cuando los manjares llegan, no puedo comerlos.


Como los vampiros, el hambre que estoy sintiendo yo no es de comida.


Ay cuando marque el número de ése delivery..



domingo, 5 de julio de 2009

Chat dominguero.


M dice:
- Es que somos unos rompebolas, la verdad. Hay que relajarse un poco, me parece
*amarilla) dice:
- Acabás de enunciar el secreto de la felicidad.
juuuuaaaaaaaaaaaaaaaa
M dice:
- Viste, resulté ser un sabio. Eso de estudiar filosofia sirve para algo a la final
*amarilla) dice:
- yo con un par de copas encima llego a la misma conclusión y no entré en puán jamás.
M dice:
- Si, pero un par de copas después te olvidás
*amarilla) dice:
-Dije "un par". La vida también es una cuestión de saber cuál es la medida.
eeesssaaaaaaaaaa
estoy afilada.
guarda.
jaaaaaaaaaaa
M dice:
-Estás aristotelica (no es un insulto, necesariamente)
*amarilla) dice:
-Más bien diría que ando jodónica.

sábado, 4 de julio de 2009

jueves, 2 de julio de 2009

Algo como música



Su casa era un lugar de díficil acceso, no tanto por su ubicación geográfica sino por una resistencia a dejar que la gente se le metiera en el corazón. Un invierno largo, demasiado largo, la tenía acobardada. Y el virus del dolor en el recuerdo la hacía cerrar con llave tras de sí para evitar la recaída.

La entrada despreocupada del gitano la agarró con la guardia baja y en un santiamén lo tuvo sentado en el sillón de su living, con una pata sobre la mesita roja y gesto de invitado reclamando anfitriona. La sorpresa la dejó atontada y se encontró en la cocina preparando un mate para estrenar.

En un momento confuso al principio, el silencio fue más bello que la charla y la confusión dio paso al bálsamo del dejarse ir.

El entra sin permiso y cuando se le da la gana. Ella nunca lo espera y eso hace más maravillosa su costumbre de aparecer trastocando la velocidad del tiempo para dejarla siempre, en algún momento, suspendida en la burbuja de un íntimo silencio compartido.

Compás de espera


Yo creo que la vida tiene un curso sabio, y si se entiende su inevitabilidad, la sincronización que se observa es maravillosa.


El martes fue el ensayo de la banda Chilinga en el galpón, el último ensayo antes de volver a las pistas, para algunos, y de salir a jugar el picadito por primera vez, como en mi caso. Pol estaba inquieto. Ya lo había visto el jueves que nos juntamos a ensayar. Pol sufría y no lograba disfrutar. Dani iba y venía, miraba desde afuera, estaba al borde de la acidez en sus respuestas.


Mucha gente que por primera vez tocaba o cantaba con nosotros, vientos, un quilombo importante. Me acordé de la tarde en que vino Fary que no paraba de dar gritos y sacar cosas de su valija.


El ensayo en Coronado con el Bloketón fue raro. Los cables habían quedado en Saavedra y tuvimos que cantar cuatro monos con dos micrófonos a metro y medio de la consola y la caja, con el riesgo permanente de volarnos los tímpanos con un acople. Algo había que no nos dejó explotar como pasa siempre.


Me acordé del ensayo con la bandita ése martes de lluvia cuando todo fue una fiesta, cuando la energía empezó a correr, cuando ése algo pasó, éso que hace la diferencia entre una banda pedorra y una que hace historia.


Y cuando llegó ayer el mail anunciando que la gripe del chancho nos llegó hasta la puerta y todo queda suspendido hasta ver si el mundo se termina o tenemos algún changüí, pensé que algo aún tiene que madurar.


Nadie se muere en la víspera, decía mi abuela. Así fui aprendiendo que todo tiene su tiempo de ser, que la fruta madura en la rama, los nacimientos ocurren, las parejas se quiebran, los besos se dan en el momento preciso en que no queda otra, porque éso es lo que tiene que pasar.


Entonces, cuando volvamos y lo interesantísimo sea lo que nos pasa a nosotros ahí adentro de esa banda, ahí saldremos a la cancha a jugar el primer picadito siendo un equipo. De malditos jipis patasucias, por supuesto.


Brindo por eso.


miércoles, 1 de julio de 2009

Sin conexión




Cada tanto sufro una extraña alteración que me enemista con la tencología. O mejor dicho, hace que la tecnologría ande de culo conmigo.

Hace unos años, por ejemplo, mi teléfono se empacó en dejar de funcionar, y durante dos meses interminables me la pasé lidiando con Telecom que olvidaba asentar los arreglos, los reclamos, las plegarias, y enviaba una y otra vez técnicos que dejaban funcionando las cosas por un par de horas hasta que la línea volvía a hacer un ruido de fritura y moría nuevamente para siempre.

De un tiempo a esta parte, mis mails no llegan a ningun destino, los mensajes de texto del telefonito quedan flotando en los satélites sin encontrar el rumbo. Mi equipito que leía USB sufre de una rara epilepsia que no me deja pasar del primer tema musical. El inalámbrico de casa sufre paros baterísticos que me dejan incomunicada hasta que se le canta arrancar nuevamente.

Entonces pienso que la vida es sabia y me protege de lo que no debo escuchar.

O lo que no debo decir.