domingo, 13 de febrero de 2011

Let it be

Era muy joven cuando sentí que me rondaba por el aire una belleza de rulos y ojos pardos y le abrí las puertas de mi cuerpo para que viniera a compartir el mundo conmigo.
Hice larguísimos viajes en tren a ninguna parte, con ella inflando el universo de mi panza, hablándole con mi voz de alma a alma.
Ella sabe de mí más que yo misma. Es la única que me conoce por adentro..
(Y la partera me miraba con la cabeza ladeada pensando que alguna hormona me torcía la actividad neuronal)

Apenas unas semanas antes de que llegara, en un libro de nombres de los tantísimos libros de nombres que alfombraban por esos días mi casa, encontré por fin las letras que la nombraban. "La que muestra el camino"
Esa era ella.

Chinatown
lleva en la sangre todas mis noches acompañadas de amigos, el fuego, el vino, el viento en la cara, el compromiso de la palabra dada, la risa que solo es risa si se comparte, el amor desinteresado de la amistad profunda, sin condiciones.
Lleva en el alma las noches de pizza juntas mirando al gordo Casero en mi cama, las mañanas de invierno acurrucada con sus rulos en mi nariz y la manta floreada, los bailes murgueros en el living de Pocha, su carrera entre los tambores jugando a la mancha, los pasillos del San Martín para la escondida, el mundo visto en bicicleta desde la mochilita en mi espalda, las reuniones multitudinarias de jipis hambrientos amasando ñoquis en mi casa, la música mal cantada por tantos tíos que no comparten su sangre pero si mi esperanza.

La mujer que viene floreciendo en ella brilla con la risa como aliada.

Y cuando me llama y me cuenta entre carcajadas como termina cayendo dentro de un pozo en una romántica caminata nocturna bajo la luna, con ese mismo desparpajo mío de terminar dando por tierra con los violines y los cupidos, enarbolando nuestra mítica torpeza romántica para destrozar los climas desternillándose de risa de las posturas, sabiendo su destino de cisne como sabe mi amor, yendo detrás de la increíble y feliz tarea de ser quien es, me doy cuenta de que en este camino de lo verdadero, el mapa que estaba dentro mío lo trajo ella.

viernes, 11 de febrero de 2011

Se dice de mí..

Ya se sabe que tengo la costumbre de observar hasta descubrir cosas, ya sea verdades universales, continentes que no existen o nuevas razas de gente que crecen en los tápers que viven desde hace años en mi heladera.
Ahora que anduve bastante al pedo, por decirlo sutilmente, me he dedicado a observar la siguiente situación:
A la gente la pone nerviosa que una ande sin pareja.
Si, señora, si, señore (la S me la guardo para donarla a varios que la necesitan).
La mayoría no comprende por qué alguien no tiene la desesperante urgencia de andar colgada del brazo de un tipo por la vida, sirviéndole pollo al horno o llamándolo cada noche para recitarle el itinerario y escuchar sus bemoles de oficina.
Elegir andar sola (nótese que dije SOLA, que no es lo mismo que SOLO) es, cuanto menos, sospechoso.
Descartado el hecho de ser un bagarto (caso en el que la soledad quedaría aparentemente bien justificada) empieza la mirada de soslayo y la solapada sospecha de que seguramente la solitaria no es otra cosa que una lesbiana que aún no ha confesado.
Pero, carajo mierda, díganme, ustedes.. ¿por qué insisten en que la gente debe ir de a pares aunque no se dirija la palabra, aunque no tenga en común nada más que el uso del mismo inodoro, aunque no soporte el noventa y cinco por ciento de las costumbres del otro, sobre todo la de existir? ¿cuál es la verdad de la milanesa?

Allllgo, algo mínimo e indispensable he aprendido en todos los años de mi vida invertidos en andar con alguien: Una pareja no se hace con la reunión de dos soledades.
Dos soledades lo único que hacen es una soledad mucho más profunda.
Mi soledad es un lujo, un derecho, un espacio lleno de mí, el lugar desde donde florezco.
Cuando yo sea la totalidad, recién ahí será bienvenido compartirme, no con un pozo ciego, sino con otro mundo entero.
Dejen de presentarme magos fracasados, padres divorciados, giles que "mirá, toca la pandereta, igual que vos..", y sobre todo, plis, por dios, por favorrrrrrr, dejen de contarme historias de chicas que duermen juntas y ustedes las quieren igual, mientras me miran inquisitivamente esperando que confiese.
Y agárrense, que cuando Diego Torres me de bola, yo no le doy bola más a ninguno.
He dicho.



martes, 8 de febrero de 2011

(ups..)

Hoy le puse comida en una cajita a un gato de la calle.
De ahí al geriátrico creo que hay cinco minutos...