jueves, 21 de julio de 2011

Ciclo lectivo


Ellos están aprendiendo el mundo.
Aprenden que unos somos más fuertes, otros somos más frágiles, y que en el necesario equilibrio los extremos se necesitan para no caer.
Aprenden la importancia de decir para que los demás se enteren y la inutilidad de juzgar al otro, porque uno es uno y los demás jamás serán como uno. Cada uno será quien pueda ser.
Aprenden que nada se resuelve con violencia, que uno puede equivocarse, y que también puede reparar las consecuencias de un error. Y que tener el permiso de no ser perfecto le quita presión a esto de vivir que ya es un moño importante.
Aprenden a que dentro de un cuerpo gordo, o flaco, o fallado, o grandote, o pequeño, ahí adentro está lo que amamos. Trascender todas las formas para ver el corazón del otro es una de las tareas.
Aprenden que se siente increíblemente distinto cuando podemos llegar todos a la meta, unos haciendo cumbre, otros cantando desde el fondo para alentar los pasos, otros de la mano y otros con muchísimo esfuerzo un rato después, pero al fin todos.
Aprenden que escribir es mucho más que poner en orden una sucesión de grafemas, y que leer es también descifrar que hay detrás de esa respuesta brusca en esos ojos tristes.
Y lo mejor de todo es que todos los días yo me vuelvo habiendo aprendido de ellos una verdad nueva, una pureza, un mundo mucho mejor que late ahí en sus manos abiertas.

martes, 19 de julio de 2011

Paisaje de julio



Cómo es que de un día para otro, ese que hasta ayer era uno más en el coro de hojas que saludan al viento, raíz tronco y copa, un punto en un planeta, una imagen de fondo, pasó a ser para siempre el árbol en el que te trepaste un día enfrente de mi puerta.

sábado, 16 de julio de 2011

Fenómenos

Hay momentos tan mágicos, mañanas que devienen en charlas tan divinas, momentos musicales de total armonía, instantes tan plenos de alegría, que no vale la pena forzar un posterior encuentro. Los encuentros ocurren más allá de las citas, cuando una está dispuesta y el otro es verdadero. Nadie llega en la víspera.
Tan lindo y tibio es el recuerdo que no sé si quiero arriesgarme a verte hoy de nuevo y tal vez no encontrarte, llevada por la voracidad de lo placentero que a veces resultan tu presencia y la mía.
(La compulsión a la larga elimina el disfrute.)
Me quedo con la magia de lo fortuito, de lo que florece sin expectativas.
Hasta que vuelvan a encontrarse tu alma y la mía.