domingo, 25 de septiembre de 2011

Alineando patos



Poner los puntos.
Darle un soplamoco al perro que anda dele joder y no entiende que de tanto saltar, morder, ir y venir, hace quilombo.
Poner claras las reglas del juego, los papeles en orden, los límites precisos.
Comunicar sin dejar lugar a dudas, expresar lo que sí y lo que no, agarrar del forro del ojete y sentar aquel culo ajeno a escuchar el sermón. Basta de serenatas, la vida es de carne y hueso y para muchas cosas más se han hecho las ventanas que para cantar bobamente debajo de todas las que estén entreabiertas. Para jugar ciertos juegos hay que tener carné de grande, y eso no tiene nada que ver con cumplir años al pedo.

Porque a esta altura, querido, ya descubrí que el seguro no me cubre ciertas roturas y estoy un poco harta de que el chapista me estafe para mal curarme las abolladuras de intempestivos y apasionados granizos.

Todo bien la primavera, darling. Pero si la resaca es más grande que la alegría del festejo, no hay negocio.
Capisce?

sábado, 17 de septiembre de 2011

Milagritos


Caminé bajo la lluvia sin mojarme.
Fumé tu alma desde tu boca.
Pasábamos juntos cuando se abrieron las primeras flores de los naranjos.
Brindamos cada dos esquinas, bailamos totalmente embriagados de eso que nos envolvió y convirtió la noche en un ritual.
Giramos debajo de un cielo de copa de árbol de flores para poder verlo desde todos los puntos de vista y yo hubiera querido que toda la luz de las calles se apagara para poder ver el cielo y el brillo de tus ojos de perro.
Hicimos olas al universo cuando nos movimos juntos bailando a la sola luz de la calle entrando por la ventana.

Para mí ha cambiado el mundo, y sin embargo el mundo creo que no lo sabe.

martes, 13 de septiembre de 2011

Maestra Chanina..

Los papeles dan un nombre a su dificultad, nada que alcance para saber a ciencia cierta qué caminos tomar. Difícil explicar a un niño la dolencia de otro niño sin enredarse en términos que no aportan ningún esclarecimiento. "Él todavía no encuentra el camino para encontrarnos" les contesté cuando a dos semanas de empezar las clases en primer grado notaron su deambular continuo y sus respuestas con acento de Buzz Lightyear. "Tenemos que brillar con una luz de mucho amor para que pueda encontrar la forma de encontrarnos", proseguí. Me miraron, les alcanzó la respuesta y se fueron otra vez a jugar.
Dos días después, Milagros se acerca con su cara de estar masticando un pensamiento, y me suelta "yo estuve pensando en lo que dijiste de Iván. Pero me parece que para que pueda encontrar el camino somos nosotros los que vamos a tener que ir ahí a su mundo y buscarlo."

Y eso hicieron.

Aprendieron que cuando algo no le gusta llora como un descosido, que da los mejores abrazos apretados, a buscarlo cuando sale rajando a esconderse para no entrar de vuelta del recreo, a ayudarlo a ser comandante de las filas cuando le toca su turno, a trabajar sin distraerse cuando él llega inquieto y no puede dejar de jugar con su sombra. Un día comenzaron a imitar su curiosa forma de hablar, los dejé hacer, entonces él los miró. En sus pequeñas miradas se vio reflejado. Y se mató con ellos de risa.

Así, de la mano de dieciocho manitos tendidas, no pudo menos que florecer.

Se aprendió todos sus nombres, las canciones en la flauta, los lemas, las rutinas. "Descuida, maestra Chanina, te achudaremos" dice para hacerme aflojar cuando estoy poniéndoles los puntos a los pequeños saltamontes después de algún despiole en el recreo o la clase de educación física.

Lo miro y todo el tiempo me pregunto hasta dónde comprende, hasta dónde estamos llegando en él, qué se estará moviendo ahí dentro de su alma mientras vamos haciendo los primeros intentos de aprender a escribir, de comunicar al mundo lo que llevamos dentro plasmando la palabra escrita.

La hoja en blanco le resulta difícil. Da demasiado vértigo dar vuelta la página para encontrarse con el espacio vacío. Entonces zafarranchea una y otra vez escribiendo arriba de lo que ya ha escrito con tal de no asomarse al abismo blanco del papel. Ahí llegó el momento de ponerse a prueba, echar mano del coraje, y saltar.
"No, Iván. Lo vamos a tener que hacer de nuevo. Yo te ayudo" digo convencida de que es ahora o nunca. Hora de dar un pasito más.

Comienza el llanto del desconsuelo, los demás lo miran en silencio (nadie puede evitar la angustia cuando él llora. Angustia de saber que no tiene palabras para decir lo que está sintiendo). De inmediato, sin que yo pida nada, Milagros y Uma lo rodean. Con una serenidad que me pasma le explican que van a ayudarlo en la tarea. Rapidamente dibujo en su nueva hoja un marco de color y entonces, sobre su lloriqueo, empezamos las tres a decirle de a una las palabras y sus letras. Las dos princesas lo van serenando, el sopla como le enseñamos para dejar de llorar y mira al pizarrón a medida que las letras suenan. Cuando sé que se siente en buenas manos vuelvo al frente a señalarlas y decirlas, y la clase entera lo mira hacer cada letra nueva. Termina de escribir y entonces todos aplaudimos y celebramos; me acerco sonriendo a mostrarle lo linda que quedó su tarea. Entonces suspira, me pone una mano en el hombro, me mira a los ojos y me suelta "gracias por achudar escribir, maestra Chanina."

Yo los miro a ellos, a todos ellos. Sonríen con él, felices de sentir que lo lograron, saben que todos juntos tiran del mismo carro, y con tanto amor unos a los otros se empujan y se llevan. Los miro y veo ese mundo que sabrán construir, ese mundo del que quiero ser parte.


miércoles, 7 de septiembre de 2011

Pregunta del millón

¿Cuántos sapos hay que besar hasta encontrar uno que esconda un rey?