domingo, 25 de noviembre de 2012

P, sss, ffffff

Quiero ser mariposa
que el gusano en el que habito, mute
que se respete el tiempo de mi crisálida
sin invadirla
sin perturbarla
sin hacer que pierdan sus aguas la calma

Quiero ser mariposa
y elevarme liviana en el aire
sabiendo que nací para eso
y subir y bajar sobre los patios
los jardines
los jazmines, las lavandas
las hojas del árbol de mi puerta

Quiero ser mariposa
ser de la raza de los colibríes
de las luciérnagas
de las cosas mágicas que vuelan
que pasan prontas, hermosas
y te distraen la mirada
de la ciencia ficción
a la duración eterna del momento inesperado

Quiero ser mariposa
y entregarme a volar
y a entregarme
antes de que llegue la noche
de que llegue la muerte

y volver a empezar.

Quiero ser mariposa





domingo, 18 de noviembre de 2012

Gente que suena (llamada de candombe 2012)

Para explicar lo que significa el día de la llamada para un alma candomberil solo encuentro la imagen del día en que se juega el clásico de un mundial de fútbol. A ese estado de ánimo fiestero compartido, quítenle lo competitivo. Si hablamos de candombe, hablamos de un fútbol de rabonas y gambetas, no de goles.

Soy ritualista, lo soy desde mi más tierna infancia. Me crié en una familia tribal hecha de lazos de amor y no de sangre, que hacía florecer mágicos domingos de reunión que siempre terminaban en fiesta. Aprendí de tanto ver, que una celebración es una comunión con los demas, que así florece la alegría, y que los pasos a dar van de uno en uno, y tienen mucho que ver con vivir en el alma esa fiesta que se quiere tener. 


Encontrarse es algo que lleva un tiempo, mientras uno se va sacando harapos de armadura y se deja tocar el corazón por el momento. Por eso el candombe no empieza cuando suena la madera; empieza mucho antes, alrededor del fuego.






La templada da el timbre agudo de los cueros y la charla que aviva su fuego afina el corazón como un violín. Corren el mate y los encuentros, las viejas canciones, todo lo que va dando alimento a las ganas de cantar con parches y maderas, de bailar como pez en un río detrás de la batea que al gozar toca las ganas de los cuerpos de bailar al compás.

El candombe es música de orillas, canción del río cuando baila, agua que se vuelve música, y hay que aprender a andar como el río para poder entenderlo. 




Hay tiempo para todo, lo sabemos. El fuego se hace esperar y por eso es bien recibido y convocante cuando llega por fin a dar inicio.





Afinados, contentos, encontrados en la charla y en los silencios, nos escuchamos con el cuerpo, y el candombe se ajusta y suena, porque tocamos lo que suena en el paso mismo que andamos. Me dan ganas todo el tiempo de bailar lo que sonamos, señal de que algo bueno va pasando.





La tarde era una fiesta de sonar y encontrarse, de abrazos desde los tiempos todos, desde la que fui, la que no fui, la que soy. Me quedaron las piernas con ganas de bailar eso que sube desde el asfalto cuando los golpes del tambor rebotan, y aprovecho una comparsa compañera para meterme detrás de su sonar como en un río. El cuerpo toma una velocidad crucero que no dispongo; la acato y la sigo. De pronto soy un pez, una hebra de mar, un alga bamboleando sus tallos en las ondas invisibles del movimiento eterno que guarda el agua. Ni pienso, ni canto, ni escucho, dejo que sea el vibrar el que me imprime el movimiento. Y ando sin agitar la respiración, arrastrada por la estela abierta que dejan los tambores al pasar abriendo surcos en el aire de la calle.


Brilla la luna creciente en el cielo cuando en San Telmo los últimos tambores arrancan su epopeya de ocho cuadras, tambores en manos de mujeres.














El amor, el dolor, la alegría, el placer, sólo me suceden cuando me pasan a través del cuerpo, cuando me atraviesan. La música (que es lo mismo que el amor) es la puerta, la experiencia por donde me entrego a lo que me atraviesa.









sábado, 17 de noviembre de 2012

Llamadas de candombe 2012

Voy a llamar con mi tambor por las calles de San Telmo. Voy al encuentro de un mar de gente que suena, que baila, que comulga con algo, que venera.
Voy a sonar con otros, a caminar cantando, a percutir bailando, a despertar lo que duerme debajo del asfalto, lo que duerme todavía en mí.
Voy a llamarme a grito de tambor para que la memoria no me falle y me recuerde antes que a nadie cada día.
Voy a poner el cuerpo y el alma a disposición del cielo para que me atraviese.






sábado, 10 de noviembre de 2012

Buen viaje




Entonces me senté en la cama y entendí como un balde de agua fría cuál era el encantamiento de mis días, dónde fue que quedó grabado que el amor era una distancia, una espera eterna de algo que nunca vendría, en esa ausencia tan presente de mi padre, un templario agigantado en el recuerdo que podía aparecer una tarde cualquiera en una esquina y alimentar más su ausencia con un abrazo siempre de partida.

Mi padre es un árbol nuevo que crece junto a la puerta de mi casa, y en la profunda raíz de ese encuentro yo me voy encontrando más cierta y más querida.

Preparo las velas para que el viento sople a mis espaldas y entregarme al rumbo que lleva mi vida.


Antigua bendición celta

Que el camino salga a tu encuentro. Que el viento siempre esté detrás de ti y la lluvia caiga suave sobre tus campos. Y hasta que nos volvamos a encontrar, que Dios te sostenga suavemente en la palma de su mano. Que vivas por el tiempo que tú quieras, y que siempre quieras vivir plenamente. Recuerda siempre olvidar las cosas que te entristecieron, pero nunca olvides recordar aquellas que te alegraron. Recuerda siempre olvidar a los amigos que resultaron falsos, pero nunca olvides recordar a aquellos que permanecieron fieles. Recuerda siempre olvidar los problemas que ya pasaron, pero nunca olvides recordar las bendiciones de cada día. Que el día más triste de tu futuro no sea peor que el día más feliz de tu pasado. Que nunca caiga el techo encima de ti y que los amigos reunidos debajo de él nunca se vayan. Que siempre tengas palabras cálidas en un anochecer frío, una luna llena en una noche oscura, y que el camino siempre se abra a tu puerta.
Que vivas cien años, con un año extra para arrepentirte. Que el Señor te guarde en su mano, y no apriete mucho su puño. Que tus vecinos te respeten, los problemas te abandonen, los ángeles te protejan, y el cielo te acoja. Y que la fortuna de las colinas irlandesas te abrace. Que las bendiciones de San Patricio te contemplen. Que tus bolsillos estén pesados y tu corazón ligero. Que la buena suerte te persiga, y cada día y cada noche tengas muros contra el viento, un techo para la lluvia, bebidas junto al fuego, risas para que te consuelen aquellos a quienes amas, y que se colme tu corazón con todo lo que desees. Que Dios esté contigo y te bendiga, que veas a los hijos de tus hijos, que el infortunio te sea breve y te deje rico en bendiciones. Que no conozcas nada más que la felicidad. Desde este día en adelante, que Dios te conceda muchos años de vida, de seguro Él sabe que la tierra no tiene suficientes ángeles.
Que el camino salga a tu encuentro. Que el viento siempre esté detrás de ti y la lluvia caiga suave sobre tus campos

domingo, 4 de noviembre de 2012

Ajá

Voy entendiendo cómo funciona eso de que la vida no tiene ensayo, no hay posibilidad de predicción, no queda otra que arrojarse a sus aguas y tomarla toda, así como viene, minuto a minuto con la cabeza y el cuerpo en el mismo lugar.
Que cada encuentro tiene sentido cuando es un encuentro verdadero, con el corazón puesto en el pecho y las osadas ganas de dejarse modificar por la experiencia.

El arte, cualquier manifestación artística, debe estar limpio de egoicidades insatisfechas. El resultado no tiene nada que ver con el arte, porque el arte es experiencia, vivencia, debe ser algo vivo.

Veo un videíto del Ateneo Chilingo que empieza justo cuando Sueño con serpientes terminaba de salir de nuestras gargantas. Dani dice esto no lo ensayamos, porque si lo ensayamos, pierde sentido...

La creatividad florece cuando el alma está entregada a vivir la experiencia, cuando pierde noción de la mirada del afuera y se dedica a que algo suceda, a que algo se manifieste a través de su hacer, y conmueva las fibras de quienes lo realizan y quienes lo presencian.