domingo, 23 de diciembre de 2012

Al que nace barrigón.. (cuento número siete)

Había una vez una princesa que había leído muchos cuentos de hadas.
Su padre el rey le había contado que todo podía aprenderse en los libros, y la princesa leía y leía tratando de comprender el mundo y sus encantamientos.
Cuando le llegó el momento de elegir un esposo, conocedora de las artes oscuras, posó sus ojos en un batracio que habitaba el jardín, y su loco corazón la convenció de que era un bellísimo príncipe encantado.
Fue tras el para llevarlo a vivir a palacio y darle su amor incondicional hasta que el hechizo maléfico se disolviera a la luz de tan noble sentir, pero el sapo al verla venir, asustado, la emprendió a los saltos en franca huida.
Anduvo la princesa por nauseabundos pantanos, se perdió en noches oscuras, pateó enojada mil veces contra el suelo, volvió a encontrar el rastro del verrugoso prófugo verde y anduvieron tras él sin descanso su alma y sus piés.
Una mañana, después de una larga noche de correr sin descanso, la princesa llegó agotada hasta un claro en el pantano. Del otro lado del charco inmundo, un rayo de sol caía sobre el sapo.
Sintió su corazón muy cansado, le dolían las piernas, estaba sucia y despeinada, dolorida. Había corrido días y noches, con lluvia, con miedo, con ganas, con esperanza y alegría, con desesperación. Y cada vez, el sapo había escapado de su abrazo como de la peste.

Y a la luz de aquél luminoso rayo de sol vio la patética escena, tan distinta de las que había leído una y otra vez.

- No se puede desencantar a un príncipe que prefiere seguir siendo sapo- se dijo. Dió media vuelta y emprendió el camino de vuelta al castillo.

Después, con los libros de cuentos, prendió flor de fuego para el asado.



viernes, 21 de diciembre de 2012

Balanceo y alineación

Cuarenta.
Cuatro veces diez, ocho veces cinco, dos veces veinte.

Me gustan las vísperas más que los eventos, la vigilia de lo que se despide, el momento de vaciarse para llenarse otra vez.
Mañana, un día después del verano y del fin del mundo, renazco otra vez.

Cuarenta vueltas al calendario, cuarenta veranos, cuarenta navidades, cuarenta, y por esa A que se pronuncia  salgo como el viento.

Vengo de combatir dragones, de tener muchos miedos, de cruzar muchas puertas para encender muchas luces. Vengo de llorarme encima el mundo entero y sus ausencias, vengo de haber parido, de estar criando, de hacer en el mundo mi trabajo para cambiarlo y construirlo como lo sueño. Vengo dando la mano a muchas manos para que salten los precipicios que ya he saltado, con la fe intacta, el amor renovado, algunas plumas menos en las alas, bastante chamuscada, en paz conmigo, deponiendo las armas para darme un abrazo.

Allá voy, moviendo las caderas, porque mis días me los he ganado.

Gracias.
Feliz víspera de mi cumpleaños!








domingo, 16 de diciembre de 2012

Instantánea (polaroid de locura ordinaria)



Alguien nos toma esta foto.

Un ojo renacentista al que no logro comprender en su forma aunque juraría que conozco su esencia.
Veo doncellas y madonnas, hadas y querubines, en los jardines de otros tiempos, a través de su ojo fantasioso que sabe, como el mío, crear mundos donde hay desiertos, para que pueda su infancia habitar territorios más cálidos que los impuestos.

Yo no pude mirar, porque cuando veo su forma no lo encuentro, y me da miedo.

miércoles, 12 de diciembre de 2012

Real (y da)(d)

Ando caminando por la cornisa
dominando el aliento y el espacio
para llegar a salvo a la ventana
al puente
a la rama del árbol,
sentarme y segura apoyar la espalda.

Hay una verdad
a la mano, como el hilo de un globo
que la leve brisa del miedo más sutil empuja,
aleja de la cornisa que transito,
me hace subir el vértigo como bilis.

(El secreto es saltar de la cornisa
atrapar al fin el hilo
y confiar en el globo.)