Pero la banda siguió tocando.
Yo fui mutando lentamente a veces, otras de un bife bien puesto, viajé por la gente y por ahí, otra capa de la cebolla me fui pelando, y el jueves pasado, por fin, otra vez estaba cantándole coros a Pol sobre sus letras, con guitarra criolla y Ami de gentil público invitado.
La banda mutó también, encajó sus engranajes y siempre en contacto a la distancia, por distintos caminos llegamos al mismo lugar, la banda y yo.
Y ahora, parece, el viernes vamos a pintarnos con purpurina para mostrarle al resto del mundo cómo nos divertimos cuando jugamos a ser una banda de rocanroll.
joder tía...haber avisado antes...
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