jueves, 18 de julio de 2013

Diecisiete






Hoy me desperté, y es tu día. Es en el calendario la fecha en que celebramos que hayas bajado, que hayas nacido, que hayas llegado.

Me imaginé de pronto nuestra vida juntas como una combucha, ese hongo de los noventa que curaba hasta el cáncer y que iba pasando de casa en casa como una bendición. Criado en té, formaba debajo de su cuerpo un cuerpo nuevo que maduraba y se desprendía para irse a otro frasco, a otro té, a seguir diseminándose por el mundo.

Mirándote, veo que este cumpleaños es una frontera, una de las tantas puertas que la vida tiene para marcar los recuerdos con vivencias. Tiempo en que las amistades dejan de ser puramente territoriales para ser elegidas, y florecen los amigos entrañables, esos seres que nos acompañan con profundidad por los caminos de la vida, las decisiones empiezan a marcar una ruta de encuentros.
Los festejos de tu vuelta número diecisiete, de tus seismil docientos diez días transcurridos, te miro y puedo ver una combucha casi enteramente nueva, un pequeño universo nuevo, formado de la misma sustancia que la mía, forjando su personalísimo destino.

Mientras te veo poner rumbo para conquistar el territorio de la juventud, desde el reino de mi madurez, cruzando los dedos para que recuerdes lo importante y sepas sanar lo anecdótico, te bordo una capa de bendiciones para que te abrigue en el mundo:

Que el amor te habite, te inunde, te atraviese, le de calor a tus pensamientos y te haga querer despertar cada día; el amor a tu camino, el amor a tu tierra, el amor a tu obra, el amor.
Que siempre que hagas, sea por amor.
Que siempre que no hagas, sea por amor.
Que florezcas en cada primavera, y que, además de cumplir años, crezcas.
Que la luz de tu pensamiento sea tan brillante que diluya cualquier sombra fría de miedo que te quite libertad. Que no se llene tu alma de rencores ni de cuentas pendientes.
Que nunca esperes nada a cambio, que le baste a tu corazón para llenarse el privilegio de tener lo suficiente como para poder dar.
Que nadie te convenza, y que tus decisiones sean tus propias decisiones, de nadie más.
Que la vida te devuelva lo que entregues, y que muchas manos se tiendan para recibirte y abrazarte.

Felices diecisiete años, Chinatown.

El mundo es nuestro.
El mundo es tuyo