lunes, 27 de diciembre de 2010

Au revoir, Aquilante!


Hay gente que yo llevo puesta por adentro, perenne, como un perfume de esos tan comunes y tan inmensos como la tierra mojada o el mar.
Mi perfume está en parte compuesto de esa gente, igual que mi voz cuando canto o cualquiera de mis gestos de amor.
Esa gente es tan libre y tan suelta que rueda por el mundo igual que yo, buscándose cada mañana más verdadera que la noche anterior, cambiando la piel, pariendo cada vez con un dolor menos importante. Y andando sin prisa (ni pausa) esa gente florece por el mundo, renueva también dentro de mí sus pétalos, y así yo también florezco.
Con cada uno tengo una historia que es parte de mi Historia, un momento preciso en que los caminos nos llevaron al encuentro. Contigo, Aquilante, la historia comenzó escrita. Un pasquín pergreñado por tu cabeza y la del melancólico capitán Olmedo tenía el huequito justo para que me riera con ímpetu de mi momentánea desgracia y con esa perfecta excusa me apersoné en tu casa para conocerte, botella de tinto en mano.
Y ya no hubo retorno.
Mujer naranja, ahora que te vas a contemplar otros cielos, saber que no será tan fácil como tomar el 15 para verte me pica un poco en la nostalgia. Pero aquí estás.
Y el planeta y yo, agradecidos.

miércoles, 22 de diciembre de 2010

Ya no soy tu Margarita..

Ayer me levanté sin prisa, cerca de la media mañana, con una espinilla de incomodidad en algún resquicio de mi ánimo.
Yo no sé los hombres, no sé el resto de las mujeres, pero cuando a mí me cambia algo por adentro, algo por afuera tiene que cambiar.
Y por lo general, ya que no es físicamente probable crecer para arriba diez centímetros ni reducir en igual medida el contorno del orto mío, me la termino agarrando con el pelo.
Y también por lo general, cuando algo se me instala en la incomodidad, debe ocurrir inmediatamente.

Mi cumpleaños número treinta y ocho estaba por acontecer y en cada uno de sus trescientos sesenta y cinco días me fui convirtiendo en otra. Pero la imagen en el espejo insistía en devolverme la misma.

Recién amanecida en la víspera, mientras miraba mi melenita roja sacudirse en el reflejo al ritmo de mi cepillado dental, decidí dejar de dudar.

Monté rauda la bicicleta morada rumbo a la perfumería ni bien di cuenta de los mates de la mañana (no me es dado encarar el mundo sin haber pasado por el intimísimo ritual de unos mates a solas) y volví portando en el canastito el negro más azulado que pude encontrar.

Obviemos el triste relato de mi pobre y poco prolijo manejo de cualquier situación que involucre pinturas de algún tipo, ya que los desastres fueron subsanados con presteza, y finalmente charáaaaannnn...

Soy una versión libre, sudaca y muchísimo menos glamorosa de Liza Minelli, más tirando a Avatar.

Japiverdei, morocha. Y to anotherthing butterfly!!




domingo, 12 de diciembre de 2010

Panorama

Lo de Villa Soldati me tiene en alerta sobre algo que ya vengo notando hace rato.
La gente está mucho más violenta.

Las campañas de Clarín en su divorcio del gobierno fueron contribuyendo al calentamiento global y lo peor de todos nosotros va nutriendo el discurso xenófobo, elitista y estanciero de tipos como Macri o De Narváez o Posse, va dándoles cabida.

La realidad de todos los días se fue poniendo salada. La lenta y constante costumbre del maltrato desde la más tierna infancia prendió bien y dio sus frutos.
La calle se fue volviendo una arena de batalla donde arrojarnos las frustraciones por la cabeza antes y después de amargarnos la vida en las oficinas.
Andar en bici se convirtió lentamente en un deporte de riesgo a manos de gente que a las siete y media de la mañana juega carreras temerarias a los bocinazos y es capaz de encerrarte en plena avenida mientras te putea sin sacar el celular de la oreja, poniendo en juego tu vida con saña, como si la culpa de su infelicidad fuera toda tuya.

La gente grita en los bancos, en los locales, en las casas, en los colectivos, en las escuelas, en los consultorios.

Miro las fotos espantada, pienso en el pibe de diecinueve años al que bajaron de la ambulancia y remataron de un tiro, en la crispación social, en las declaraciones imposibles de nuestros gobernantes, elegidos por gente que, carajo, piensa como ellos y se sienta junto a mí cada mañana en el bondi.

Pienso en el lento trabajo de hormiga que hago cada día a conciencia para desactivar en los niños la escalada imparable de responder a un golpe con otro golpe.

Nos dejaron sin ideales. Y eso es jodidísimo.
El plasma, las tetas nuevas y el viaje a Cancún ocupan las expectativas de las generaciones nuevas, criaditas a la luz de Cris Morena alumbrando las tardes desde la Tv.

Pienso que si seguimos pensando que el mundo es una mierda eso respirarán cuando enseñemos, y gente como esta siempre terminará ocupando lugares de poder.

En un mundo por el que no vale la pena pelear, tampoco vale mucho la pena vivir.






jueves, 9 de diciembre de 2010

Septenios



Yo que estaba acostumbrada a reinar sin competencia y a decidir si natación o patinaje artístico, que la despedía cada mañana en la puerta de la escuela, que pasaba el peine fino por su largo pelo castaño mientras contábamos piojos como un juego, que rascaba su espalda hasta que por fin la abrazaba el sueño, que le armaba en su pieza mi carpa iglú para que durmieran dentro sus amiguitas y ella, que hacía de los viernes una fiesta de pizza y chachachá en mi cama gigante, que le daba cada tanto el bendito permiso de dormir acurrucada conmigo y la veía mover las manos hablando divertida, que daba permisos o largas explicaciones, yo, a mí, ahora en chinatown me creció una frontera.

De ser un satélite del que dependía la organización de mis días pasó a tener sus propios movimientos, y ahora ya no necesita que la lleve hasta la casa de las amiguitas ni en bicicleta a la escuela.
La china ahora toma sus propios bondis y viaja sola.

Se vuelve a abrir en mi el recuerdo de esas primeras libertades mías, la extrañeza de, por ejemplo, preparar yo sola mi propio mate una tarde.

Ella cada vez va siendo más ella, un proyecto de mujer que cada vez tendrá menos de mí y más de una que todavía no conozco. Va cortando de a una las amarras. Se quedará solamente si quiere quedarse. En breve, el mundo también será suyo (o al menos eso sentirán sus piés). Tendremos que andar de nuevo este nuevo camino de conocernos, ella con ventaja y yo con todos los oídos y los ojos abiertos para aprender a esta que florece de aquélla que yo sembré.

Le doy armas para que un día pueda combatirme decía yo cada vez que alguien cuestionaba mis decisiones de crianza.
Y no me arrepiento de ninguna.

Está tan hermosa, tan larga que ya no puedo abarcarla en un solo abrazo ni decidir su destino. Y mientras la veo hacer y la oigo decir, me sale pedir


Que yo pueda sanarle siempre las raspaduras.
Que yo no sea nunca para ella una raspadura.
Que nunca aprenda de mi el abandono ni la soledad.
Que me sepa humana e imperfecta.
Que sepa que la amo como sabe su nombre.
Que me alcance la fuerza para permitirle ser ella misma.
Que nunca sienta que espero algo.
Que siempre nos encontremos en el humor.
Que siempre nos encontremos en el amor.



domingo, 5 de diciembre de 2010

Jugo de experiencia



El país de mi infancia fue un país ensombrecido por el miedo en forma de gobierno de facto que mandaba coches a las casas para llevarse a la gente para siempre, por lo general mientras dormías ("el hombre de la bolsa" nunca tuvo una connotación tan real para una generación entera..)
En cada cucharada de sopa yo bebí ese miedo. Fue nuestro diario alimento, lo aprendimos de nuestras maestras en el cotidiano de sumas y restas y preguntas sin hacer.
Mamá tuvo un quilombo importante y quedó en la mira, con amenazas e inhabilitación para ejercer la docencia que la inhabilitó a algo de por vida. Algo mamá ya no pudo, ya no la dejaban, y ese algo le amargó la boca y le apagó la sonrisa.

En mi casa no se reía.
Nadie reía.
Y en ese país pasé mi infancia.

Mi abuela era en esa neblina un personaje que contaba lindas historias de campos asturianos en donde ella jugaba y corría. Contando como contaba le hacía salir a las tardes un sol de esos que se cuelan por las ventanas e iluminan motas de polvo que vuela. Ella contaba y allá se iba, y por el puente de su voz traía hasta mí los campos de felechos, la romería, la sidra. Las historias de mis tíos cuando eran pequeños, la familia gigante, los bailes de carnaval, sus amigas queridas, las historias de bodas, los que venían de la guerra. Allí yo los veía pasar claramente a los bomberos que apagaron la fogata de san pedro y san pablo, a la abuela Lucía cantando verbenas sentada en la mesa de la cocina, al tio Ino alambrando kilómetros de patagonia a pié, a la flor de tela horrible del escote de la Visi que lo que tenía de graciosa lo tenía de fea la pobre, los aros de coral que mandaron de España y ella olvidó ponerse en la foto de boda, los refranes.
El tiempo parecía sobrarle y ella desparramaba sus historias repetidas cada vez que podía y a mí meterme en esos mundos que imaginaba luminosos me fascinaba por horas cuando volvía de la escuela.

Cada tanto, por accidente, en una actitud totalmente subversiva, de tanto mantener su corazón caliente, mi abuela se reía. Cuando algo la tentaba no podía detenerse. Comenzaba por apretar los labios como para que la risa se le quedara adentro, y eso siempre era contraproducente. Mi abuela reía con todo el cuerpo haciéndole olas hasta sacudirle los hombros y hacerla llorar de risa, y en esos mágicos momentos algo nos contagiaba, un bendito virus que afloja las correas que tensan y endurecen. Mi cuerpo también se sacudía de risa hasta llorar y algo se regaba para no morir reseco.

Fue cuando olvidé reírme, cuando no me dejaron reírme, cuando me castigaron por reírme, cuando me dijeron que no era gracioso, cuando me gritaron que me reía como una boba, cuando mi risa les pareció una falta de respeto, fue ahí cuando casi me ganan.

- Maestra, cuando te reís se te mueven los hombros acá..- me dice Mora imitando mi movimiento.

Creo que les estoy dando las armas fundamentales para cuando salgan a conquistar(se en) el mundo.

miércoles, 1 de diciembre de 2010

Comunicado número uno

Ahora que soy tan yo, la verdad, no me dan ganas de tolerancia.
No quiero nunca más pensar en lo futuro ni en nada que no exista. Quiero estar aquí. Aquí en éste momento que es cada momento y es todos los momentos.

En esta tierna y sencilla ceremonia enuncio que ando con ganas de mandar a la mierda a quien corresponda con total libertad de sentimiento y pensamiento, de ir corriendo detrás de la verdad al galope y llevando mi bandera, de nadar la vida como un océano braceando de espaldas mientras veo el cielo.

Me incomoda hasta la locura cuando veo a la gente sembrar mierditas como al pasar, complicar los climas con malos tonos, desparramar chismes con morbo, dirigir comentarios como misiles, inmiscuirse, juzgar, dar consejos que no se les piden.

Me impacienta imposiblemente la estupidez.

(después no digas que no te avisé.)



lunes, 22 de noviembre de 2010

Chicalacúm



Tiene un latido esta tierra. Un latido propio, una manera de hacer mover las caderas para encontrar la felicidad. Eso que le envidiamos a Brasil, también lo tiene esta tierra. Eso que siempre andamos mirando para afuera. La cualidad de la raza que es propia de un lugar es saber escuchar el suelo vivo en donde pisa.

Florece la raíz que bajo el agua une las dos orillas de un rio lo suficientemente ancho para la melancolía.
Florece la identidad.
Florece la sutil forma de resistencia de dedicarse a ejercer lo que uno es.

El sábado 20 de noviembre, a pesar de los PROs y sus contras, un montón de gente que no se conoce más que por cruzarse en encuentros de tambor, concretó la organización y puesta en marcha de la segunda llamada de candombe independiente Lindo Quilombo!

Señoras, señores, eso fue una fiesta.









jueves, 18 de noviembre de 2010

Raindrops on roses and whiskers on kittens..




La escuela está de nuevo verdemente florecida. Las lechugas a punto, la morera es la fiesta favorita del recreo y el humor se distendió después de un invierno agotador.
Es época de concluir procesos, de ritualizar los cierres, y todo se encamina a mostrar (nos) qué cosas hemos sembrado este año.
Los niños de 5º (padrinos de mis enanos) actuaron en inglés la leyenda de la muerte de Baldur, un dios nórdico. Los míos, después de ver a sus padrinos disfrazados de dioses, quedaron en llamas..
Venía buscando algo para hacer en el acto de fin de año, que si cantar Kutumbelé, que si actuar un cuento, que si mostrar la ronda, y se me ocurrió preguntarles a ellos, que son quienes, en definitiva, van a poner el cuerpo.
Les propongo buscar entre los cuentos que les he contado cada mediodía antes de ir a casa (ellos despatarrados en la alfombra boquiabiertos y fascinados mientras hago voces de brujas, tontos, ogros, reinas, sapos, ranas, para recontarles los cuentos que vienen escuchando desde el jardín año tras año). Me bocharon el listado completo de cuentos de los hermanos Grimm que integran el repertorio waldorf, me sacaron corriendo con la cancioncita, y en pleno debate sobre si afanarle la idea a los de 4º y hacer Blancanieves, la propuesta de Mili de armar una orquesta percusiva y flautística para que ella baile árabe en el medio y alguna que otra referencia a la obra teatral de los padrinos, Nico se planta en el medio de la alfombra, los mira a todos de frente con ojos de gitano y exclama - nooooo, ya sé: inventemos un cuento,¡¡¡ un cuento de dioses!!
Ellos daban saltos en la alfombra y se felicitaban mutuamente por la idea y yo, buscando alguna opción para bajarles un cambio con el tema de las divinidades (digo, después quién los baja), salgo al cruce del festejo y les propongo escribir entre todos un cuento y ponernos manos a la obra para actuarlo frente a los papás y la escuela.

Siiiiiiiii

Tres días despatarrados por el salón tirando ideas, una más loca que la otra, llenando el pizarrón de letras que cuentan una historia que sigue, y sigue, y se llena de personajes, hilvanando la imaginación de uno a otro, fueron tejiendo una historia.

Y estos enanos que apenas alcanzan un metro de altura desde el piso, se mandaron en tres días este cuento:



Había una vez hace mucho tiempo atrás un anciano y sabio rey que tenía tres hijos. El mayor, orgulloso y soberbio, se creía mejor que todos los demás. El del medio era un haragán al que todo le daba igual. Y el más pequeño era la burla de los otros dos por ser ingenuo y confiado, y lo llamaban Bobalicón.

Cierto día el rey los llamó y les dijo:

- Hijos míos, ha llegado el momento de saber quién de ustedes tiene corazón de rey. Estoy viejo y cansado y en poco tiempo dejaré mi trono, por eso es necesario decidir. Para saber quien de ustedes será el futuro rey tenéis que ir a ver a la vieja bruja del bosque encantado.

Así fue como los tres muchachos partieron juntos rumbo al bosque para ver a la bruja. Caminaron varios días bosque adentro, adelante el mayor partiendo ramas y cortando hojas con su espada, detrás el haragán quejándose de su cansancio y al final Bobalicón pidiendo disculpas a los árboles por molestar su descanso
Llegaron a una casita pequeña en el centro del bosque de la que salió una viejecita arrugada como una pasa de uva.

- Yo soy la bruja del bosque encantado. En este bosque, además de mi casa, hay tres castillos hechizados y en cada uno una princesa. Solamente una de ellas tiene corazón de reina. Para llegar a ellas deberéis pasar cuatro pruebas. La primera será traer aquí al unicornio blanco. ¿Quién será el primero en hacer el intento?- dijo la bruja.

- Yo lo haré- dijo el hermano mayor.

Para buscar al unicornio se armó con arcos, flechas, espadas, sogas y cuchillos, y se dirigió al claro donde el unicornio pastaba. Ni bien vio al fabuloso animal, el hermano mayor cargó sus armas y se acercó para cazarlo, pero el unicornio de un solo cabezazo lo mandó directo a la torre de uno de los castillos.

Le tocó el turno entonces al hermano del medio. Desganado y protestando se acercó de muy mal modo e intentó asir el cuello del unicornio y éste, de un cabezazo, lo mandó directo a la torre del segundo castillo.

Entonces llegó el turno de Bobalicón. Él se acercó suavemente con las manos extendidas y le dijo al unicornio que no le haría daño. Se miraron a los ojos y el unicornio lo subió a su lomo. La bruja lo vio llegar y le dijo:

- Ahora debes ir a buscar a la sílfide y responder su acertijo. Ella te dirá dónde debes buscar la olla de oro de donde nace el arco iris. Vuelve cuando la tengas.

El joven se dejó llevar por el unicornio y llegó a donde la sílfide, sentada en su trono de hojas, peinaba su largo cabello violeta.

- Dime ahora, noble caballero: ¿Cuántos años tiene el mundo?- preguntó la sílfide.

Bobalicón no sabía la respuesta. Entonces cerró los ojos e hizo mucho, mucho silencio, tanto hasta que pudo escuchar claramente la voz de la brisa que soplaba la respuesta en su oído.

- Tiempo no tiene principio ni fin. El mundo tiene tantos años como el tiempo.

La sílfide sonrió y le dijo:

-Ve a buscar la olla de oro de donde nace el arco iris. La encontrarás en el árbol de la vida. La brisa te dirá cómo llegar.

La brisa guió a Bobalicón hasta el árbol de la vida. Allí vivía el topo sabio. El anciano animal le dijo:

- Para darte la olla debes cumplir una prueba de valor. Tienes que domar al dragón de tres cabezas.

Entonces el topo sabio le dio a Bobalicón un pedazo de madera del árbol de la vida. Con mucho amor, él talló su espada. Montado en el unicornio buscó por el bosque, guiado por la brisa, hasta que encontró al enorme dragón. Bobalicón bajó de su caballo, se paró frente al dragón y levantando su espada llena de amor venció al dragón y lo llevó junto al topo. Volvió con la olla de oro a donde estaba la bruja del bosque. Y entonces la anciana le dijo:

- La última prueba es esta: de las tres princesas que habitan los castillos solo una tiene corazón de reina. Debes adivinar cuál es, y entonces serás rey.

Las tres princesas eran muy hermosas y muy dulces y era muy difícil saber cuál de ellas era la correcta. Entonces Bobalicón cerró los ojos y su corazón de rey sintió amor por aquella que tenía corazón de reina. Y así, Bobalicón y su princesa rescataron a los hermanos y a las otras princesas y todos volvieron al castillo del anciano rey. Se celebró una gran boda en donde todos los príncipes se casaron con las princesas, y Bobalicón y su reina fueron felices y gobernaron con sabiduría y amor durante muchos años.

(Ríos de baba.)


sábado, 13 de noviembre de 2010

Pregunta




Planté un limonero.
Escribir un blog vale o sigue siendo "plantar un árbol, tener un hijo, escribir un libro"?



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domingo, 7 de noviembre de 2010

15 años chilingos

Si la reencarnación realmente sucede, nosotros debemos haber sido en tiempos paganos los hinchas más fanáticos del club de Baco o algo por el estilo.
La Chilinga tiene algo de eso karmático que nos sostiene durante años unidos por un invisible cordón umbilical. Nos arrastra. Y a nosotros en algún lugar nos gusta, y nos dejamos arrastrar.

Nos va pasando la vida juntos y cada tanto, tenemos algo que festejar.
La última fiesta con tinte de ritual pagano fue aquél cumpleaños número doce, cuando nos dieron el galpón. Bailé presa de un exorcismo, después de un año de la ostia, con mudanza de urgencia y cambio de jefes en el laburo incluidos, y todos fuimos felices y pachangueros.

El viernes tuvimos nuestra fiestita de quince.
Otros tiempos me han tenido más entusiasmada con los festejos, pero la verdad es que fue un año más bien raro para mí. Bajada de la banda, de los bloques, de las propuestas, viendo el recambio y no encontrando a los míos, el ánimo chilingo mío está como en etapa de reorganización sentimentel. Ando con un ánimo medio distante, sin encontrar bien mi lugar, sostenida por la mano de Dani que me ataja y me sube. No tenía demasiado espíritu para ir al asado. Pero la promesa de Kevin Johansen tocando para nosotros me picó las ganas y me ofrecí para laburar en la barra mientras el resto cenaba.



Llegué el viernes a las seis de la tarde al galpón. Todo estaba en ebullición. Por supuesto, el hielo no había llegado, la comida tampoco, la bebida a medias, todos corrían con ojos de huevo duro y a los gritos discutían por teléfono con unos y pasaban mensajes a otros. A media hora del horario anunciado para empezar, la mitad de las catástrofes no estaban resueltas. Y a las nueve, con todo emparchado y un vino más espantoso que el del año pasado comprado en el Coto de emergencia, se dio puerta y empezó el evento.



Después de repartir medio millar de empanadas (horribles, y pegadas a sus bandejas de origen), y litros de cerveza, terminé trepada con las plataformas de corcho al escenario conduciendo el evento junto a Daniel Oscar que te pierde los papeles, te cambia lo que está escrito, te mezcla los diplomas y te mete cuatro sorpresas en el medio. Y aunque era muy tentador arrancar a decir una pelotudez detrás de otra por micrófono (todos saben que nada me gusta más que hacer mi stand up en cualquier parte), me contuve casi exitosamente y llegamos di vi nos hasta el final del ritual.


Atrevimiento uno ( o "sinceramente esta noche todo me chupa un huevo"): me arrojé directo a los brazos de Johansen que esperaba para subir al escenario que yo dejaba, fresca como una lechuga, y le saqué un saludo y un abrazo libidinoso. Morderle el cuello hubiera sido demasiado..

Luego de la fama efímera y veloz, me tocó laburar un segundo turno en la caja. Agradezco a la gente su paciencia ante mi incapacidad con las matemáticas que quedó en evidencia a la hora de dar los vueltos.

Y a las tres de la mañana, por fin, quedé suelta entre los jipis para que empezara la fiesta.



Hubo pogos y trencitos y puentes y rondas y redondos y desfiles y cumbias y salsas y rocanroles y rollingstones

Y no sabemos cómo llegamos hasta acá ni a dónde es que estamos yendo, pero parece que vamos juntos por alguna buena razón y eso siempre merece un festejo.


domingo, 31 de octubre de 2010

Sincronicidad


Fui a buscarte, a tomar partido, a decir que sí, a verte, a olerte, a mirarte por adentro desde los ojos, a arriesgarme, a maldecirte por tomarte tanto tiempo y por ser difícil y distante, para mirarte porque ahí me veo, a aflojar un poco, a practicar a ver si me sale esto de ser yo y dejar de posar nerviosa, a buscar tu consuelo, a ser sincera, fui dispuesta a encontrarte abierto y verdadero.

Fui.

Y por supuesto, vos no estabas.

miércoles, 27 de octubre de 2010

Toma de posiciones


A las once de la mañana el cotorreo de mi vecina bajo la ventana de mi habitación fue el despertador agradecido que me dio tiempo de emprolijar lo imposible de mi rostro recién amanecido y abrirle la puerta al cencista contenta como nena que va a la plaza el domingo.
El señor simpático y humilde, pidiendo mucho permiso y dando muchas gracias, se acomodó en mi mesa de trabajo. Y en el charloteo protocolar de simpática a simpático mientras preparaba las planillas me suelta ..y bueno, hay que seguir a pesar de la noticia, ¿no?
Y así de sopetón me desayuno la muerte de Néstor.

Pienso en la soledad de Cristina. Pienso en él convenciéndola de subir al trono en un país en donde ser mujer es algo que no se nos perdona. Pienso en lo imprescindible que es tener junto a una alguien con quien se habla el idioma de la lealtad, pienso (salvando las distancias) en Perón y Eva, en Frida y Diego, en esa fuerza increíble que se despierta cuando hombre y mujer llegan juntos y se sostienen de la mano con verdad, uno a la otra.

Pienso en cómo la historia tiene un camino de miguitas con nombre de mujer, una lucecita que bajo el polvo y en la sombra marca un mojón distinto.
Reinas, santas, falsas monjas con corazón curioso por el saber, hembras deseosas de ciencia. Siempre acusadas de putas o de brujas, arpías imperdonables que osan brillar con su propia luz, que desisten del lugar de sombras que adornan a un marido y se atreven a no ser serviles ni complacientes.







Mujeres que van derecho como flechas al centro, casi siempre traicionadas por otras bien adoctrinadas que no les perdonan actuar con una libertad que parece ser prerrogativa solamente de la testosterona.

Mi presidenta se metió de cabeza con la iglesia, los oligarcas terratenientes y los milicos. Tres cajitas que los presidentes democráticos de esta bendita tierra americana han dejado cerraditas, no fuera cosa que el gobierno se les cayera a la izquierda y unas lustradas botas altas les patearan el culo.
Yo quiero escribir con ella a la cabeza una historia distinta, abrir un espacio, ganar el respeto y el derecho.

Hasta aquí la siguió su compañero de la mejor manera.
Ahora su libertad absoluta para decidir la encontrará con una almohada vacía en la intimidad de consultar los pasos para ganar confianza.

Yo la banco como quiero sentirme bancada por portación de tetas, y me siento libre de expresar lo que pienso sabiéndome a contramano de opiniones privadas y LA opinión pública.

A la mierda con ella, que es la misma que nos ha quemado vivas mil veces en sus hogueras.


sábado, 23 de octubre de 2010

Lección paseo


La puericultura es un arte de guerrero. Una danza que se ejecuta para que el aprendiz comprenda el mundo en movimiento.

La China anda entrando en su adolescencia, ese borde tan determinante en la vida de una sobre este planeta.

Mi adolescencia fue un buen corolario de una infancia compleja repleta de semillas doloridas. El afán de control de la personalidad de mi madre puso un ingrediente que hizo mi adolescencia difícil además de lo intensa.

Pero en este camino que vengo transitando, en estas manos que tienden amigas Magahs que nunca veré, en los abrazos que dan Munditos anaranjados, voy entendiendo un poco mejor este juego.

Veo en la China esa necesidad de probar sus armas, de combatir para lograr ser quién es y no quien los demás quieran que sea. Sé que no puedo explicárselo, que ella tiene que hacer su propia experiencia.

Un guerrero se vuelve guerrero cuando abandona totalmente las estrategias para dejar que a sus piés y sus brazos los guíe su corazón, cuando logra confiar de tal manera en su fuerza que no quede un mínimo resquicio de duda. Cuando empieza a confiar en su destino.

Así que ahí andamos, dándonos cada tanto unos rounds de espadazos, haciendo volar juntas los platos por toda la casa, a los alaridos y dándonos portazos.

Escribiendo nuestro propio folcklore de madre e hija.

Y qué bella es la mujer que al final de su camino veo...

lunes, 18 de octubre de 2010

Cerrado por reparaciones

No sé muy bien para qué viene uno a este mundo. Digo, cuál es el sentido último de nacer. El discurso católico del sufrimiento para ganar el cielo no me cerró nunca. Y, claro, cuando hay que buscar las propias respuestas, el camino se vuelve más difícil. No hay certezas.

Creo en la vida como una gran escuela. Después me enteraré de si puedo o no volver en un cuerpo futuro, pero mientras tanto, antes de partir, me gustaría saber que me modifiqué para mejor por mis propios medios y en acción con los demás.

Por alguna razón, entre todas las cosas que me tienen bailando la polca, llámese ser madre, hija, definir mis talentos y explotarlos, confiar en el futuro y sanar lo pasado, mi relación con el género masculino se me ha hecho nefasta. Desde el abandono de mi padre en adelante, oh my god...

Podría decir, como en el tango, que los hombres me han hecho mal. Pero sería una verdad parcial. Hombres, por ustedes yo me he hecho mucho daño sin que nadie me lo pidiera. Esa sería una verdad más acertada.

Tras haber repetido una y otra vez los mismos errores en mi manera de relacionarme (los mismos pero, debo decir, cada vez más perfectos en su capacidad de desastre) bajé la persiana como medida desesperada para evitar que los males se volvieran irreparables.
Tras tanto traspié, la sola idea de tener a alguno de ustedes metido en mi vida me da más pánico que ir al dentista sabiendo que se le terminó la anestesia.

Tengo el vicio de desaparecer, de convertirme en alguien que no soy, la enfermedad de no confiar en ser suficiente. Tengo la mala costumbre de perderme dentro de una que no soy yo, una insana propensión a ser la Madre Teresa y la ficticia ilusión de que la felicidad del otro me hará feliz por carácter transitivo. Suelo dar lo que nadie pidió, entregar lo que no debo, aniquilar mi sistema defensivo y finalmente, dejar de ser.

Pero también tengo este culo inquieto, estas ganas de llegar a lo que sea que signifique la plenitud, este calor de querer ser una versión mejor de mí, de lograr la mayor cantidad de serenidades que vienen de la mano de la confianza en una misma, y de llevar una existencia sana (cosa que nada tiene que ver con tomar agua mineral e ir a sudar en clases de step) que me permita cerrar los ojos cada noche lo más en paz posible. En pos de estas cuestiones ando pateando tachos por todos lados logrando pequeñas definiciones que terminen por definirme por completo. Hago volar los platos por el aire para defender a rajatabla lo que siento como certezas. Ando intentando descubrir mis pequeños sabotajes, dejando al descubierto los maltratos de los que me hago víctima. Aspiro a pasar de la tolerancia cero al sano equilibrio. Cuando realmente llegue a ser la que soy, ya no podré desaparecer tan fácilmente.

Mientras tanto cargo con el mote de ser brava. Esta etapa de haber empezado a decir que no a lo que no me viene saliendo un poco apasionada.

Gracias por la comprensión y disculpe las molestias.
Estamos trabajando para mí.


martes, 12 de octubre de 2010

Un río de mujeres

Hay gente que viaja para ver con sus ojos lugares en donde transcurrió la historia (como si la historia sólo transcurriera en algunos lugares). Otra gente viaja para vivenciar una matrix distinta, culturalmente hablando. En mi caso, viajo por la gente. Sólo me tienta abandonar mi casa si sé que voy a volver modificada, más parecida a mí, más genuina.
Así me embarqué sin dudarlo en el viaje de Iyá Kereré al encuentro de mujeres en Paraná.






Paraná, entre dos ríos.

De pronto una mañana llegaron veinticincomil mujeres. Todas a la vez.
Fuimos viajando juntas cuarenta y siete granos de esa arena que invadiría la siesta litoraleña.
Cuarenta y siete almas y sus alrededores durmiendo sobre el piso de madera del salón de actos de una escuela. Y repitiéndonos así en cada aula, fuimos trescientas durmiendo bajo el mismo techo. Parte pequeña de veinticincomil durmiendo junto al río Paraná, bajo las mismas estrellas.
Mamushkas. Fueguitos. Mujeres.
Yo digo que cada cual llevó su tarea, su misión, su grano. Las feministas, las enojadas, las políticas, las artistas, las maestras, las que aman hombres, las que aman mujeres, las que aman, las que no pueden amar, las que juzgan, las juzgadas, las que mueven el aire de la Historia (la humanidad siempre camina por el surco que abren los que se mueven, los que deciden moverse y cambiar los rumbos).
Nosotras llevábamos la música ancestral en nuestras manos, el sonido del latir de la Tierra, los tambores en cuerda.






El mundito nuestro (que es un universo) tiene sus propias mareas, remolinos, idas y vueltas. Un gran campo de aprendizaje, dice Tere. Una escuela.
Y nos tocó un fin de semana entero hacerle música al encuentro de las mujeres de un país entero.
Una noche maldormida en un micro y dos en el piso.
Tres días sin ducha ni agua posible.
Tres días compartiendo el baño con trescientas mujeres y en algunos casos, respectivos críos.
Tres días de comer en plazas y veredas y competir con otras veinticincomil por baños, víveres y sombra.



Hubo momentos al borde del abismo. El cansancio, el río y tantas mujeres juntas, la ciudad dividida entre los que estaban en pie de guerra y los que por la calle nos daban las gracias y las bienvenidas. Las iglesias valladas y la mirada desconfiada de la policía, la batalla gráfica de aerosoles contra afiches perversos que nos acusaban de putas y asesinas. Igualito que cuando Torquemada gustaba de incinerarnos en sus hogueras. Por alguna razón la iglesia nos odia (yo creo que es porque ella jamás será la madre de nadie).




Hubo momentos de esos increíbles que tengo grabados en los ojos del alma.
Reunidas en la esquina del contrafestejo, empujando a la gente fuera de la ronda para amontonar los tambores y subir un candombe hasta el cielo.
Todas recorriendo el mercado montado en la plaza como comadres, recomendándonos mallas y chucherías. El rumor repentino de que los católicos habían atacado el taller sobre el aborto y había habído tumulto y golpiza. La marcha como una ola pasando por la avenida, con los puños en alto y cantando consignas sobre el derecho a decidir.






Deambulamos en bandadas la tarde entera, cruzando otras manadas, otros marcitos. El encuentro, el fastidio, la discusión que se puso dura entre nosotras ya con el cansancio pesando sobre la fuerza y cómo fuimos unas consolando a otras y tejiendo esa manta infinita de las mujeres, el dolor y la fuerza sanadora, y cómo esos gestos pequeños hicieron florecer unas canciones y tambores en la vereda, todas juntas, por eso es que vinimos, con la música a cuestas.

- ¿Alguna de ustedes está casada?- preguntaba azorado un chico con tonada el día del contrafestejo, descreído de que algún hombre pudiera dormir con una de esas mujeres tan libres que viajan solas juntas tantos kilómetros para nada en un micro.

Mujeres en la calle, mujeres en las plazas, mujeres en peñas, talleres, pizzerías, mujeres en los baños, en las tardes, las mañanas y las noches, mujeres aplaudiendo mujeres, mujeres escuchando a mujeres, mujeres hablando con mujeres. Ya el domingo a la noche en el evento de cierre, miles y miles hacen un tren interminable bailando carnavalitos que suenan por los altoparlantes en boca de mujeres.









- En cuanto vuelva a casa me voy a una gomería. Si veo una mujer más, vomito.. (Alfi dice tan claramente una de las mil cosas que me da vueltas por adentro)

Antes de irnos, agotadas y felices, sucias y somnolientas, tan pero tan distintas unas de las otras y tan parecidas, todas juntas a la orilla del río, deponiendo las armas, volviendo a ser grano de arena, parte de la misma manada.
Un poco más sabias.
Un poco más savias.