lunes, 11 de marzo de 2013

Te parece/ que sigamos/ caminando por el barrio de la mano...




Una reunión se vuelve un encuentro cuando las almas van y vienen en la misma sintonía, cuando la comunicación no necesita de palabras y el regocijo florece en el hacer.
Yo extrañaba la manada, dos semanas de ausencia me tenían con ganas de cosecharles la música, ellos casi todos venían de una boda en donde el amor fue tan real como los milagros, y ese ánimo de fiesta, de querer compartir la alegría, se trepó por piernas y tambores.
Una esquina al lado de la estación Artigas, una ronda de gente que canta mientras cae la noche, que canta porque tiene ganas de pasar la noche así, cantando, todos juntos, a mil voces, respirando en el aire el sentimiento de eso que todos juntos vamos construyendo.
Y cuando nos encontramos todos, yo por fin me encuentro, soltando en el aire lo que me canta el alma, dejando que la ronda me mueva el cuerpo, batiendo palmas, como en un ritual pagano para combatir todo eso que se pudre alrededor, dándole al mundo medicina de la buena, pasando del dicho al hecho.


jueves, 7 de marzo de 2013

Piensología (reflexiones en el sillón)

Los adultos caemos en la trampa de nuestra educación. Castigamos entre nosotros el error, somos despiadados, pedimos la muerte, el dolor eterno, ojo por ojo, dolor por dolor.
Me veo parada dando en el grito un golpe que recibo en el alma, el castigo de los adultos de mi infancia, el grito, la culpa, el dolor de entrar a un mundo donde ya se es culpable desde la misma concepción.
Recagamos a pedos a un niño que está intentando dominar su motricidad fina (cosa que no dominamos ni los que ya llevamos cuarenta años intentándolo) cuando se le cae un vaso, cuando nos lleva por delante mientras corre feliz y jugando despreocupado, lo bajamos a la tierra de un ondazo, lo hacemos culpable.
Aprendemos a odiar el error, a revivir en el error del otro la frustración de nuestros padres que aprendimos como pulpos en cada gesto.
El ego es un niño malherido, que detuvo asustado el crecimiento.


¿Y qué vamos a hacer ahora?

lunes, 4 de marzo de 2013

Andando en bicicleta con la mente

El secreto está en la velocidad.
El diario devenir nos monta en un huevo, a caballo de algo que nadie sabe qué es, pero va rápido. Todos corremos, vamos corriendo, llegamos corriendo, nos vamos corriendo, escribimos corriendo, comemos corriendo. El fenómeno de la inercia hace que, por adentro, todo tome esa misma velocidad.
Entonces, imagináte, al primer pocito que agarraste mal o la más mínima patinada, todo se convierte en un Scania a 250 km/h que pierde el control, y andá a volantear hasta que lo vuelva a poner derechito...

Es menester dejar de correr por afuera para que también se pueda dejar de correr por adentro.
Andar, por la vida y por el alma de una, de paseo.

Sigan en lo que estaban, nomás. Yo me vuelvo a practicar pensamiento deportivo al sillón.