martes, 27 de abril de 2010

Habitante de la infancia


Milena tiene los ojos de color verde, casi amarillos. La piel transparente, la trompa alargada, pestañas de hada. Aunque el tiempo pasa Milena siempre tendrá tres años y la mirada maravillada de quien descubre el mundo a cada rato.

Ella me mira a los ojos cuando canto como si viera salir de mi boca las palabras como estrellas y a la mañana entra corriendo por el patio con los ojos chinitos de la risa a darme un abrazo.

Les acaricia el pelo a los que lloran como hago cuando los consuelo y yo me muero al ver mis gestos en sus manitos como palomas.

Siempre escabulle la cabeza bajo mi brazo para ver qué comeremos de merienda y me da largas explicaciones distractivas para robarse un pan con dulce antes de tiempo.


No hay vez que no se vuelva a casa con la cara toda pintada de tiza, tierra y té de manzanilla, feliz porque el mundo volvió a pasar por toda ella otro nuevo día.


(Yo creo que un día le van a crecer unas alas y se irá volando sobre la morera mientras, muerta de risa, nos tira besos de mariposa.)




lunes, 26 de abril de 2010

Cansada de ser yo



Hay cosas que de tan simples se me vuelven imposibles.

Siempre tengo una vuelta más para darle a la tuerca, siempre queda un milímetro más de rosca. Entonces un sí se vuelve un tal vez y por ahí un no que con una vuelta más puede ser un tal vez y después un sí. Y así hasta el infinito.

El amor me complica hasta el hartazgo, me vuelve paralítica, rumiante, me llena de preguntas, me pica, me incomoda.

Si alguien sabe cómo hacer para que las llamas nunca se apaguen, para que los besos no sean costumbre, para que el encuentro siempre sea encuentro, para que la música no se vaya a otra parte, para que dormir contigo no sea dormir sola dos veces, para que las mariposas del estómago no se vuelen, para que nunca me sientan suya para siempre, para que no haya ayer ni mañana (y que eso no dependa de la muerte), por favor me avisa y me lo demuestra sin obligación de compra.

Muchas gracias.

viernes, 16 de abril de 2010

(sin etiqueta)

Creo que yo, en un acto total de desobediencia, le estoy robando la lluvia y el viento.






jueves, 15 de abril de 2010

La resistencia de la alegría


Reunión bandística, conversación agitada con tonitos molestosos, que si dejamos de laburar para venir, que si ensayamos, que si nos miramos torcido, que que que.

A mí se me ocurre preguntar (aunque nunca nadie logre entender de qué demonios estoy hablando y por qué me descuelgo con cosas sin sentido.. ilusos)
"A ver, muchachos... ¿por qué venimos? ¿por qué lo estamos haciendo? ¿cuál es el motivo que mueve a cada uno?"

Un par me miraron extrañados. Ninguno me contestó.

Ninguno tuvo la honestidad suficiente para poner arriba de la mesa todo abierto ahí, su corazón.

¿Es porque querés hacer recitales y discos a lo perro?
¿Porque querés tener el poder absoluto para deglutir minitas previamente seleccionadas desde un escenario?
¿Porque querés que los vecinos te quieran y toleren con tal de salir de refilón en las fotos de Paparazzi?
¿Porque querés tener una buena excusa una vez por semana para huir de una casa a donde no soportás volver?
¿Porque, aunque no soportás a ninguno, tenés miedo de que la peguen y vos haberte quedado al margen como un boludo?
¿Porque da chapa tocar cerca de alguno?

Alguien dijo en medio de la charla "parecemos una banda que toca hace treinta años y ya no se aguantan.."
Mientras dialogan, doy un paso adentro y los miro otra vez. Pienso en que no me divierte porque para ellos no es divertido. Vienen a trabajar.

Pienso en esa cualidad de los adultos de convertirlo todo en un padecer.

Pienso en que el adulto no pierde el tiempo porque sí, no hace algo por hacer, no puede permitirse dar puntada sin hilo.

Pienso en cómo me gusta ver en un espectáculo ese momento en que los actuantes se hacen cómplices y se tientan, o se miran a los ojos cantando esas líneas con una complicidad que los hace disfrutar, sacando sus sonidos en un círculo ritual del que los demás somos expectantes.

Pienso en cómo me gusta ver al otro disfrutar, porque el disfrute es lo contagioso.

"Nadie le permite a sus hijos bailar, cantar, gritar y saltar. Por razones triviales -quizás pueden romper algo, quizás se les moje la ropa con la lluvia si corren en el exterior-, por pequeñas cosas se destruye por completo una gran cualidad espiritual: la alegría. El niño obediente es elogiado por sus padres, por sus profesores, por todo el mundo, y el niño juguetón es censurado. Sus ganas de jugar podrían ser totalmente inofensivas, pero es censurado porque existe un peligro potencial de rebelión. Si el niño continua creciendo con total libertad para ser juguetón, acabará siendo un rebelde. No será fácilmente esclavizado; no le podrán reclutar fácilmente en un ejército para destruir gente, o para que le destruyan. El niño rebelde se convertirá en un joven rebelde. Entonces no podrás obligarle a que se case; no podrás obligarle a aceptar un determinado empleo; no se le podrá obligar a satisfacer los deseos incompletos, y los anhelos de sus padres. La juventud rebelde seguirá su propio camino. Vivirá su propia su vida de acuerdo a sus deseos más íntimos, no de acuerdo a los ideales de otra persona. Por todas estas razones, se sofoca su capacidad de jugar, se aplasta desde el principio." (El libro del niño, "The Rebellious Spirit, Capítulo #17", Osho)

Lo hago porque está bueno jugar todos los martes a saltar y correr por un escenario como cuando cantaba en deshabillé adelante del espejo con un micrófono de envase de talco y los gestos de Liza Minelli. Y con una clara sensación de libertad en el alma de decidir no hacerlo más el día que el juego ya no esté bueno y ya no sea un juego. Porque lo menos importante de todo es lo que va a pasar. Lo que pasa cada vez es lo fundamental.

Ey, muchachos, basta de hacer de cada cosa un padecimiento, un laburo gris de oficina. Basta de llegar puteando, hacer puteando y partir puteando para seguir puteando después.
Basta de vivir siempre para la posteridad olvidando que la posteridad y el futuro se hacen de millones de día a día.

Basta de esa rara manía de tomarnos tan en serio, de creer que somos tan importantes, y vivir ofendidos, y criticar, y denostar.

Dejame iluminarte, muchacho, chiquita, con una frase contundente y clarita:
La vida es más simple. No la compliques.

martes, 13 de abril de 2010

Mi enfermedad

37,3º de térmica corporal. La nariz lustrosa a fuerza de ordeñarle mocos. La voz.. ¿qué voz..? una mala imitación de corneta de cumpleaños. Pero las ganas de rocanrol renacidas y piqueteras.

Remis hasta Saavedra, porque el clima lluvioso no es buena compañía para este cuerpo engripado.

Peter Pan ausente por amanecer transpirado, así que dos cosas: o nos pinchamos como un flan sin consistencia o nos relajamos y sacamos nuestros trapitos al sol. Y charla terapéutica mediante, musicalizada por las protestas a diestra y siniestra de una turca efervescente y chinchuda, en cuarenta minutos parecía que habíamos aclarado en algo nuestros nortes y adentro del galpón escampaba lo que afuera diluviaba.


(Algo trae siempre la lluvia que nos ampara y nos pone de mejor humor. Algo de lluvia y algo de palabras que eran necesarias y aparecieron en justo momento de noche justa para hacer el sana sana en la lastimadura sin cicatrizar.)


Ok, hasta acá todo así. Velemos a la banda que fuimos, loemos a sus héroes caídos y mirémonos a los ojos con esta ropa prestada que hasta ahora calzamos. ¿Qué somos? Lo que somos. Pero, por lo que más quieran, pongámosle onda.


Y debo decir con el cuerpo hecho puré, el aire escaseándome en los pulmones y la fiebre persistente que seguramente nubla mi percepción de la realidad: qué buen ensayo que supimos conseguir.


domingo, 11 de abril de 2010

Neverland

Sin saberlo él me hizo una hermosísima declaración de amor:

..y estaba todo tu lugarcito armado, pero vos no estabas.. y vos no estabas ahí y se sentía una ausencia.. una ausencia..

Y no puedo dejar de mirarle los ojos acá adentro de mi cabeza mientras lo dice.


sábado, 10 de abril de 2010

Los sueños que yo sueño (II)


Yo entraba a la casa y resultaba que esa casa era la de él, aquél tan alto, el que a sus veinte despertó mis dieciseis años, pero hoy. Me alegraba el reencuentro y las sonrisas eran melancólicas y llenas de algo, lindas sonrisas.

El me decía que tenía que viajar, que yo debía cuidar el departamento, y yo que sentía claramente en la cara su recuerdo, y me costaba esa distancia rara de espacio y de años transcurridos.

Yo pensé en ese viaje como algo lejano que me daría tiempo de preparar el corazón para su partida, pero al despertar la siguiente mañana, la soledad del placard sin su ropa me hizo estremecer en el sueño.

Y ahora creo que, recién ahora y por fin, mi corazón está deshabitado.

lunes, 5 de abril de 2010

Deja vú



Hoy me miré un minuto antes de salir de la escuela, con mis medias violetas, pollera verde, saquito naranja, remera idem medias, este corte de pelo a manos de la peluquera con desorden de personalidades múltiples, las comidas que debo preparar en el futuro, los depósitos en el banco, el rimmel de cada día, las ausencias cada vez más ausentes, los años por cumplir, los mapas de América físicopolíticos, los cafés con leche que ya pasé, las zapatillas nuevas con formita de pezuña, el bolsote rojo, el teléfono que suena pero no sé quién quiero que llame, la ausencia de telepatía, la levadura de cerveza, esta soledad de ser un pato raro que no encuentra su bandada, los caramelos de propóleo y la miel, las ganas de algo pero no sé de qué, la respuesta justa, el enojo, mi personal sentido de la justicia y la cita pendiente con el homeópata, y sentí un cansancio enorme de ser yo.


Mañana se me pasa..

domingo, 4 de abril de 2010

Lo pedís, lo tenés

Okey, okey. A ésta altura ya me hago cargo de que tengo un calendario interno que marca mis propias estaciones, y el otoño me tiene maricona y sensible.
En el medio de tres o cuatro cosas que me tienen al borde del moco fácil y de reclamo en reclamo, sale una fecha jipi.


El lugar: San Justo
La hora: imposiblemente de madrugada, como siempre
La misión: cantar, cantar, cantaaaaaar

Primer fallido: Voy hasta la loma del orto (léase como referencia de la localidad de Coronado con respecto a mi manía de vivir en Olivos) un martes larguísimo que arrancó a las seis y media de la mañana domesticando dieciocho enanos, luego pasó por la zona de riesgo de ensayo de banda de mostro con jipis y culminó en un ensayo de bloque en el que Peter Pan se desayunó con que ninguno de los jipis viejos podía asistir a la fecha mencionada. O sea, periplo al pedo. Fecha correcta, banda jipi equivocada. Se decide unilateralmente que la fecha la toma el bloque jueves.


Bien.


En el medio del despelote levanto la manito y pregunto si la fecha es a la noche, a lo que obtengo como respuesta una bardeada de parte de Peter que se hace el banana, y por supuesto olvido preguntar lo más importante: Cómo se supone que vuelva yo a mi hogar a las cuatro de la mañana desde San Justo o, en su defecto, desde Mr. Martín Coronado, que es a donde descarga el jipimóvil por última vez? Acaso debo volverme en el tren de las seis, cruzando los dedos para que no me afanen o me rompan el orto en Lynch o en Chacarita quizás? Y de cuatro a seis debo dormir en el umbral amigo de la heladería vecina?


Bien.


La semana avanza y se aproxima el ensayo con el bloque correspondiente a la fecha jipi a suceder. Cacareo telefónico mediante con tono lloriqueante en distintas notas, logro que la vuelta de mi persona a mi hogar esté resuelta de una u otra forma y me resigno a pasar el sábado en San Justo (where de devil lost his poncho...)
En el mismísimo ensayo me entero de que tengo una compañera de canto. Hacemos lo posible por escuchar algo de lo que cantamos mientras los jipis de los jueves aporrean sus tambores como piqueteros con hambre, todo queda más o menos en proyecto, ya veremos pero va a salir bien, no hay dudas. Tenemos siete vidas..
Va finalizando mi segunda jornada coronaderil y al preguntar horarios de la fecha, me informan: Prueba de sonido a las siete de la tarde.

Actuación... a las dos de la mañana.
Laputamadrequeloparió. (¿Sacó ya la cuenta, señora? si, siete horas de amansadora. O definitivamente me amansan el carácter o un día me estalla un Che Guevara en el camarín..)

Sábado a la noche..
Emprendemos el viaje, ellos en micro, yo en el auto de Tin. Cuarenta (???) minutos después, tras algunas vueltas desorientadas a la manzana, encontramos la puerta de Circus. Dios mío, llegamos al far west...

La prueba de sonido sale bien, tocan un rato largo, después subimos todos al escenario. Micrófono en mano vamos probando con Juls los tonos y las estrofas y parece que más o menos ya tenemos todo cocinado. El repertorio que eligieron es Lendas, el samba reggae de Daniela Mercury y uno de Timbalada que armamos hace un tiempo para ese bloque jipi y sale como trompada.


Peeero...


El lugar se empieza a llenar mientras nosotros merendamos en el camarín y yo vuelvo a pensar qué carajo estoy haciendo yo en San Justo, partido de la Matanza, un sábado a la noche en un paraje por donde sólo falta que rueden los fardos de pasto por la calle, en una fecha que nadie sabe bien de qué se trata ni quién viene.
Y entonces arrancan las bandas.
Al minuto, con la lucidez que me caracteriza, me doy cuenta de que no tenemos nada que ver con el lugar, ni con las bandas, ni la gente creo que tenga algo que ver con nuestra música. Cuando el grupo anterior, que se llama "Cuatro pesos" (vaya haciéndose un panorama mental) arranca con un rocanrol de aquellos (una mezcla de la bersuit con a veces divididos, un cantante pelirrojo, barbudo y petiso que canta en shorcito rojo, remera naranja y zapatillas sin medias) tengo la intuición de que si salimos cantando Lendas de Marisa Monte lo menos que nos van a hacer es sacrificarnos con nuestros propios palillos Telperion.
Es una fecha jipi. Todo puede pasar.

Sobre el pucho le informo de mis inquietudes al director de los jipis de los jueves y hago una mini encuesta en donde compruebo que varios de los que aún no están inconscientes después de cinco horas y media de practicar alpedismo, llevan dentro, igual que yo, el mismo temor.

Y mientras transcurre al fin nuestra actuación agradezco el presentimiento y tenemos la noche en paz, salvo por una sola exclamación de beodo descontrolado pero no mucho que se da ya al final en un, a mi gusto, innecesario último toque y que mencionó algo sobre nosotros rimando el nombre con "tilinga", pero sin mayores consecuencias.

Vuelvo a casa cabeceando en el auto del Yeti puteando ya por deporte, y la charla ronda todos los temas posibles evitando hablar sobre la fecha que acaba de acontecer. El silencio gana y me quedo pensando en lo otro, en por qué lo hago, en lo a pesar de.

Entonces viene a mi cabeza la larga espera acovachados en los sillones (que alguna vez fueron blancos) de los camarines, esa ronda de pandeiros que se armó y arriba de la que cantamos todo lo que nos vino en gana, donde Caro se lució con sus destrezas y compartimos las voces y la jarana. Y compruebo con placer cómo las almas sensibles asoman, se dejan llevar sin pensar, se suman a veces en el momento menos pensado, abren una puerta a otro estar y aparece la música. Y ahí queda siempre claro quién lo hace porque lo tiene dentro y quién es el ganso ostentador de quien hay que huir, porque la música se me va volviendo vehículo, herramienta y caldo de cultivo.

Enhorabuena. Entonces todo el viaje queda justificado en esa roda improvisada, como una mágica respuesta a mis ruegos de pasar, por fin, jornadas musicales en donde despuntar el vicio sin más por qués que el porque sí.

San Justo, esta servidora, finalmente, agradecida.


viernes, 2 de abril de 2010

Arrobadora

Me gusta lo que me ayuda a expresarme tan directamente como un disparo, sin dejar ninguna niebla, ninguna duda.

Aplaudo que exista una letra nueva que me permita reunir a hombres y mujeres en una palabra solita, sin necesidad de los antiestéticos y poco fluídos as/os finales. Que me deje meter juntos, en el cuerpo de una palabra sola, la cualidad de ser distintos pero esencialemente lo mismo, carne y hueso, sangre de la sangre, seres que guardan una luz potencial.

Y también me maravilla pictográficamente que el símbolo sea una O gigante envolviendo delicadamente, sin quitarle el aire ni cerrar completamente la puerta, a una A que me lleva directo a mis ganas de por fin acurrucarme en un pecho amigo en quien confío.