martes, 31 de marzo de 2015

Declaración de otoño.

Yo creo que algo he comprendido, pero aún no sé bien qué.
Me duermo cada noche con una pregunta.

¿Cómo es construir algo que no existe?
¿Cómo es inventar una nueva manera, una forma nueva?
¿Cómo es dar vida a algo que aún no está sobre el planeta?

Y se me llenan los pasos de respuestas.

Todo lo que he pedido, va llegando. Lo importante es dejar de hablar y darme cuenta.
Y entregarme a lo que sucede como quien entra suavemente al agua transparente de la pileta, dejando que lo líquido me envuelva y casi me vuelva un pedazo de agua.
Sin temer.
Porque si lo he pedido, es lo que he pedido.
Y esa confianza no es ciega. Es fe.
Fe en mí, fe de saber que sabré merecer y recibir a manos llenas aquello que mi boca tanto dijo, aquello que tanto caminé dentro de mí para encontrar.

Así se vuelve sagrado el sentido de mi vida, de las millones de vidas que me rodean, que se tejen con la mía.

Así se vuelve bendición esta tarea de enseñar mientras aprendo con los niños de mi vida.

Así se vuelven tus manos en mis palmas, en mis brazos, sutiles en mi espalda en el abrazo con el que me gusta envolverme, una verdad inmensa, presente en un instante, y mi cabeza está sobre mis piés, y en el medio, toda yo, en cada uno de mis poros.