viernes, 27 de marzo de 2009

Tecnología bien aplicada.

Elijo mal.

Elijo definitivamente mal.

Algún chip se me jodió de tanto usar el microondas con el pelo mojado o por abrir la heladera en patas o quizás por haberme metido tanto los dedos en la nariz de pequeña. Se me torció la brújula, se me desconectó el radar. Elijo maravillosamente como el orto.

El olor progesterónico que llama a mi nariz siempre es el de algún criminal de renombre, un malandra con carnet o una larva sin vocación de sacrificio propio pero sí ajeno. Todas mis relaciones terminan con alguna anécdota de ésas que, si no fuera porque me pasan a mí, me encantaría contar para amenizar los tés canasta. Y lo peor es que en esto de elegir espantosamente mal, me voy perfeccionando con los años.

¿No habrá un GPS para la vida, digo yo, que al menos me desligue de la responsabilidad ante el desastre consumado? ¿un aparato que, si no tengo la suerte de que acierte con la ruta correcta, pueda cargar con mi furia por el resultado nefasto? ¿un pequeño monitor que me vaya diciendo con voz gallega "deténte y dobla ia mismo a la derecha, que estás por comerte un pelotudo"?

Compro.

domingo, 22 de marzo de 2009

Destino de cisne

La china volvió triste de su viaje de una semana con la escuela. En la fiesta de despedida, peinada y arreglada con esmero, nadie la sacó a bailar.

Salió llorando del baño después de su ducha y de su mal fingida alegría al contarme lo bien que la había pasado. Salió llorando y a mí el corazón se me hizo puré.

La miré mientras le secaba tanta lágrima y le alcanzaba un vaso de agua para curar el hipo angustioso, rezando que también le curara la herida nueva que mostraban sus ojos, y me acordé de mí. De mi propia soledad a los trece, catorce, quince eternísimos años que parecían nunca terminar por fin. De mi propia soledad ahora que tengo veinte años más en éste mundo, del que todavía no logro entender a veces cuáles son las reglas.

Mirándola miré todo mi caminito recorrido. Tomé aire y nos sentamos en mi cama a conversar.

"Tenés destino de cisne" le dije.

Abrió grandes esos ojos profundos que tiene, sus ojos de almendras inundaditos de pena, y empezó a escuchar.

"La gente no es toda igual. En la vida están los patos, todos iguales, repetidos, previsibles. Patos que van en fila, unos detrás de los otros, día tras día, a nadar en los mismos charcos sin preguntar.

Cada tantos patos aparece uno que es distinto. Aparece un pato con esencia de cisne.

Los cisnes florecen desde adentro para afuera, se templan en soledad, por alguna razón las cosas no les son fáciles, y cada pequeño dolor da un cincelazo más a su destino mientras dura su vida de patos distintos.

Y un día, a fuerza de preguntarse cosas, de mirar la vida desde otro cristal, de no encajar, encuentran que nada los completará desde afuera, se buscan esenciales y se encuentran, y entonces una luz les aparece por los ojos y florecen. Florecen cisnes. Y se dan el lujo de mirar a todos desde un lugar nuevo. Y mandarlos a cagar."

Nos reímos a carcajadas las dos entre las lágrimas que ya nos salían hasta de las orejas mientras nos abrazábamos. Y en esa risa y ese abrazo supo que en su camino de pato raro ella no está tan sola. Vive con un pato raro que un día se hizo cisne y que es su mamá.

miércoles, 18 de marzo de 2009

Estaba la Catalina.



Catalina tendrá el alma al viento, los pies descalzos, la risa fácil, el corazón dispuesto. Los ojos de su padre son de cielo, así que ya tiene resuelto el asunto de poder mirar adentro de la gente.


Tiene nombre de lluvia sobre techos de marzo, de reina, de vecina, de amiga que ceba mate para curar las penas. Su papá tiene manos de verdadero artesano, así que en cada caricia le irá dando forma a sus sueños chiquitos.


Andará despeinada de alegría de volver corriendo a casa para encontrar abrazos, para contar noticias y pedir panes para curar al mundo del hambre y la injusticia.


Viajará por la gente, por sus pequeñas historias, por las manos que, como las de su papá, hurgan en la vida hasta encontrarle el sentido. Hablará del amor dando cátedra, y lo dejará atravesarla para llegar a la gente sin escalas.


Si tengo suerte, un día se sentará en mi clase para enseñarme más cosas sobre lo simple y lo claro que encierra cada día.


Catalina es hija de un ángel y una flor. Y tiene una banda de tíos que son niños perdidos de un cuento de hadas.


Bienvenida a nosotros, Catalina. Salud!

domingo, 15 de marzo de 2009

(comentario al margen)

Uy.. cómo vengo este añito...

Un plato que se come frío.


No sé si son los años, no sé si es el encierro, no sé si es la comida, pero la tolerancia que tenía se redujo cuatro talles y se me zafa enseguida.

Y allá voy, pateando mesas con sus correspondientes sillas cuando decido que yo no comparto el espacio ni el aire que respiro con gente que se caga en otra gente, y menos que menos, cuando se caga en mí. Y me gané el derecho a ser estricta a fuerza de empezar por casa y pegarme en la manito cada vez que me tienta meter la cuchara en sopa ajena. No soy Maradona, no señor, no soy ejemplo de nada. Mato porque primero muero en mi ley.

A ver, repasemos la listita:

Mentir está mal.

Lastimar está mal.

Afanar está mal.

Tomarse a la ligera los sentimientos de los demás está mal.

Como dice la Meji (mujer anaranjada si las hay) no hay excusas que justifiquen tu accionar ni borrachera que legalice acción ninguna. Tampoco sirve de paraguas la inexperiencia que te da la edad, la acumulación de tus hormonas ni un desorden que te impida decir que no si la propuesta viene de algo que huele a feromonas (o progesterona con barba, según sea el caso)
Si lo hiciste y estaba mal, hazte cargo, llámate al exilio o paga el precio.

Y aunque te parezca que zafaste, la vida es redonda amigo. Y todo lo que escupas para arriba, tarde o temprano te engominará.
Amén.

miércoles, 11 de marzo de 2009

La vida cabe en un pochoclo (reflexiones navegantes) namber chú

La lluvia me lleva casi siempre derechito a situaciones contemplativas. O a gripes feroces si es lluvia de invierno, pero no seamos tan terrenales.
Acá estoy viendo desplomarse el cielo por la ventana de mi habitación, oyendo el agua caer, que es casi como oír al fuego crepitar pero todo lo contrario. Y pienso.
A veces estoy parada en el mundo y alrededor siento una soledad infinita. Como si fuera yo la ocupante de un faro del fin del mundo a dónde nunca llegan las visitas para quedarse.
Yo podría haber sido rubia (rubia de adentro..) y no tener más problemas que sudar contra el tiempo para que mis glúteos desafíen la ley de gravedad. Podría haber revoleado más veces las pestañas para lograr un anillo de oro y una cuenta corriente que me salvara de tener que madrugar (¿hay algo peor en la vida que despertarse antes de las siete de la mañana por la pura obligación que impone la falta de riqueza?). Podría haber aceptado ser frágil y esperar a que algún caballero de cuento se hiciera cargo de llevarme y traerme, hacerme escenas de celos y abrirme cada tanto la puerta, pero no para ir a jugar. Podría haberme quedado donde estaba sin preguntar. Podría no saber, no entender, no cuestionar absolutamente todo, no sentir en el pecho esa puta incomodidad que no me deja transar, que me tiene siempre en vilo buscando todavía un poco más allá.
A veces quisiera sentir como siente ésa que va pegoteada de la mano de ése, feliz de compartir su gusto por Tinelli y el día de San Valentín, orgullosa de contar los meses y días y minutos que hace que le dijo que sí y no se despegaron nunca más. Satisfecha con nada, esperando nada, convencida de todo.

¿Quién fue el Morpheus desgraciado que me hizo tragar la pildorita sin avisar..?

viernes, 6 de marzo de 2009

La seño de pelo colorado (parte 3): Lo que se olvidan de aclarar en el magisterio.



Educar es algo que demanda algunas cosas fundamentales entre otras muchas cosas:


Tener convicciones firmes.


No traicionarse.


Ser infinitamente paciente.


Estar dispuesto a no dejar de aprender jamás.


Creer en la humanidad y amarla.


Saber aceptar.


Conocer la diferencia entre observar y juzgar, y nunca ejercer ésta última.


Reírse varias veces por día de uno mismo.


Saberse punto de luz entre millones de puntos de luz.


Tener la capacidad de ser feliz.



Con éso, para arrancar, andamos bien.


martes, 3 de marzo de 2009

Frases memorables.



"..a éste hijo de puta que, si fuera por mí, le daría mecha y lo haría abandonar el país haciéndole explotar cinco kilos de trotyl en el ojete."


Dios, éso era lo que quería decir. Aplauso de pie para los guionisas de Peter Capusoto.

Cuando fui Trinity de "Matrix" por una fracción de segundo.

Convengamos en que, desde mi vuelta a casa después de un febrero ardiente y uruguayamente candomberil, Buenos Aires me ha pateado bastante el ojete. Situaciones de callejón de película yanqui, tocadas de traste, afanos aparatosos, y caripelas amenazantes cruzándote la mirada en plena calle a la tarde que te hacen apurar el paso con una sensación fea en la espalda, me habían dejado con una sensación de vulnerabilidad que hacía siglos no tenía.

Iba poseída por el espíritu de la estrella hoy a la tarde, estrenada maestra de primer grado, feliz de tambores de sábado, yendo a tocar en batucada otra vez, a ver a mis amigos, moviendo las caderas por la calle al compás de la música en mis auriculares, y llegué entonces hasta el túnel en la Panamericana. No fue un miedo como cuando busqué refugio en la sombra de un umbral, sino una inquietud lejana lo que me rozó al ver entrar del otro lado a tres hombres jóvenes y arreglados, hombro con hombro casi y conversando. Quizás debí haber corrido. O detenerme en la entrada del túnel hasta verlos pasar. Pero tomé la decisión de no parar la marcha.


Cerca del ecuador, un segundo antes del punto medio, vi como el que venía de mi lado tenía en la mirada un gesto raro, de ausencia fingida y cálculo preciso. Su mano izquierda iba a impactar indefectiblemente en la parte de mi humanidad que más me gusta gobernar. Y cuando parecía que, larreputísimamadre, no quedaba otro remedio que comerme el garrón y carajear mientras los miraría irse dando risotadas, sin aminorar la marcha levanté mi brazo izquierdo, calcé su antehombro en la herradura de mi mano, y de un empujón sin esfuerzo desvié al macabro contingente sacándolo de mi camino hacia el cordón de la vereda, para pasar triunfalmente por la vereda vacía y ancha. Tanto se sorprendieron que ni siquiera largaron una puteada.


Fue como descubrir la combinación de botones que te hace invencible jugando a los fichines.


A veces pasa...

domingo, 1 de marzo de 2009

Visión premonitoria


Abrir la puerta de mi casa y encontrarte, bajo ésta lluvia caliente de verano tardío, parado en mi vereda conquistándola, ganándole de mano a mi desconfianza, con los pies urgentes por recorrer historias, inconciente de los mares que estarás navegando, desafiando tu lógica y tu miedo a pura convicción de que éso que ambos aún desconocemos en éste último minuto, es un vórtice mismo hacia el infinito.

Llamada de carnaval en la ESMA: Tocar llorando.

Tocar un tambor no se remite sólo a un evento musical. La vibración de los parches provoca algo en la propia vibración, atrapa o espanta, sin medias tintas. Algo sucede sobre todo cuando los parches son de cuero. Yo misma doy fe de haber florecido en éstos casi diez años en que mi corazón fue mutando de órgano vital a lonja que no calla. Seguramente África (que nos lleva siempre tanta ventaja en lo que a sabiduría de la vida se trata) mandó a sus hijos secuestrados como esclavos con sus tambores en el alma, como caballos de Troya. Ellos desaparecieron, pero alguien, siglos después, abrió la caja de Pandora. Y la bendita invasión musical volvió a tender ése puente de madera y cuero hacia la esencia.
Los tambores se agrupan y van encendiendo plazas de Buenos Aires, galpones y covachas, creando rondas invisibles de tribus no declaradas. Toman la energía de la tierra, la reciclan, la levantan.

Pero hay lugares en donde el trabajo es doloroso, y el proceso de sanar tiene más que ver con un exorcismo.

Ayer, en una convocatoria abierta, más de setenta tambores de candombe tocamos en la ESMA. Yo no puedo entrar ingenuamente en ése lugar, ni logro asistir con continuidad. Mucho coraje ha pasado por mis pies desde aquella primera vez en que fui a cantar para dar por abierto el espacio de las Madres, cuando no me animaba a buscar el baño por miedo a encontrarme de bruces con un pasado tan nefasto.

Formando filas junto al puesto de vigilancia por el que pasaban los secuestrados para el primer control, sentí la primera puntada de dolor frío pasarme por la espalda. Escuchaba y no escuchaba sonar los parches. Mientras caminábamos lento y las bailarinas en ronda levantaban los brazos al cielo pensé en la esperanza que vuela en un grito de socorro, la esperanza de que alguien escuche y venga a rescatarnos. Cuando sentí que no iba a poder seguir tocando, pensé en las vueltas de la vida y en el sabor de la justicia, de las cuentas saldadas. Un carnaval de madera y cuero desfilando por fin entre tanto verde militar. Una fiesta de libertad de origen moreno, desfachatada y bocona como muchos de aquellos que se durmieron para siempre en la ESMA. Dar un paso más, otro golpe en el cuero, y que los fantasmas pierdan el peso de piedra que no los deja llegar al cielo.

Ayer, sobre la callecita de la muerte, entre edificios cuadrados altísimos de aspecto pulcro y corazón de hielo, nosotros trajimos un carnaval para los hijos de ésas Madres, para que los tambores de sus almas vuelen por el aire como las de aquellos antiguos negros.