domingo, 25 de marzo de 2012

Sin palabras


Hay cosas que cuando las hago me vuelven real. Pierdo las poses, olvido la mirada de los otros, y hago naturalmente eso que me sale tan claro como respirar.

Cuando canto o cuando toco un tambor de piel y madera algo me atraviesa y sucede más allá de mí. No hay imagenes mentales, no hay preocupación alguna, solo dejar que suceda.

Yo no voy a ensayar.
Cada vez, yo voy a encontrarme con esa gente con la que sueno, voy a tocar, o voy a cantar, o alguna vez toco el cielo con las manos haciendo las dos cosas. No sería posible que fluyera la música si no fuera un verdadero encuentro de esas almas que vibran, y al vibrar componen dentro, cada una y todas juntas, una misma melodía.
Entonces funciona la alquimia.

Y así, vibrando, se que un día voy a encontrarme con esa otra alma que suena como la mía.

martes, 13 de marzo de 2012

Airbag

Hay un día, un momento, un instante luminoso, cuando estás por estrolarte de nuevo contra tu misma pared, cuando estás por volver a caer en tus propias trampas, cuando otra vez vas a dar por tierra con tu amor propio para convertirte en algo que nadie te pide, un minuto glorioso en el que te parás en seco, te cacheteás los ojos y en vez de tomar otra vez el mismo atajo fulero, decís no gracias.

Un momento en el que es tan claro lo que querés que no estás dispuesta a quedarte con menos. Porque si tu corazón lo reclama, eso existe.

Como gorda voluntariosa decidida a soltar su lastre grasuliento, renunciás a la tentación de una chocotorta de cariño barato y seguís en busca del sabor que quieren vivenciar tus papilas, sin apuros ni atajos, porque el tiempo es todo tuyo (y más que placentero el estar a solas con vos misma en grata y musical compañía).

Y.. ah.. qué sensación gloriosa es salir a andar el mundo moviendo las caderas con esa certeza de haber elegido, por fin, una vez, a favor de vos misma.


domingo, 4 de marzo de 2012

Manada


Para tocar candombe hay que tener memoria de lo propio y de lo ajeno, de lo mínimo y lo inmenso. Esa memoria colectiva es la fuerza que enciende el espíritu y aúna los sonidos.
Por adentro hay que estar todo abierto, dispuesto al amor, entregado. Así es como el son de la Tierra sube por los piés y sale por las manos, y todos los tambores son un tambor que canta, y el candombe entonces fluye, flota, sube al cielo.

Es la cadencia del agua del río lo que le da el compás, los viajes eternos en las bodegas de los barcos de esclavos. El candombe, para que suene, hay que navegarlo.

Por esas mágicas leyes de la vida, la ley de atracción te va llevando; los tambores se hablan a lo lejos, emparejan su vibración en el aire, y así empiezan a aparecer los compañeros para tocarlo. Cuando se produce el encuentro, el ser se vuelve tambor para escuchar lo que dicen los cueros, y el diálogo sucede verdaderamente.

Entonces el candombe ocurre.