martes, 13 de marzo de 2012

Airbag

Hay un día, un momento, un instante luminoso, cuando estás por estrolarte de nuevo contra tu misma pared, cuando estás por volver a caer en tus propias trampas, cuando otra vez vas a dar por tierra con tu amor propio para convertirte en algo que nadie te pide, un minuto glorioso en el que te parás en seco, te cacheteás los ojos y en vez de tomar otra vez el mismo atajo fulero, decís no gracias.

Un momento en el que es tan claro lo que querés que no estás dispuesta a quedarte con menos. Porque si tu corazón lo reclama, eso existe.

Como gorda voluntariosa decidida a soltar su lastre grasuliento, renunciás a la tentación de una chocotorta de cariño barato y seguís en busca del sabor que quieren vivenciar tus papilas, sin apuros ni atajos, porque el tiempo es todo tuyo (y más que placentero el estar a solas con vos misma en grata y musical compañía).

Y.. ah.. qué sensación gloriosa es salir a andar el mundo moviendo las caderas con esa certeza de haber elegido, por fin, una vez, a favor de vos misma.


3 comentarios:

  1. Sos genial diciendo! Y quien puede refutate?
    Es verdad que te llevas el mundo puesto cuando has decidido a favor tuyo justamente por que la chocotorta además de no ser, te cae RE PE SA DA!

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  2. es necesario renunciar a la chocotorta? no hay otro sacrifício para elegir?
    El minuto glorioso generalmente me llega 60 segundos despues del acto...y la calma llega con la promesa (mas bien amenaza) de que la próxima vez será distinto...
    un placer leerte! abrazo
    diego

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  3. Cueto: y si amigo, el sacrificio es álgido. Renunciar a una vanilla húmeda no tiene nada de heroico! jajaja

    Magah: Deliciosa, pero cómo nos ha pateado el hígado la muy perra!!

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