martes, 20 de diciembre de 2011

El viejo río que va...

Yo sé que la distancia es una ilusión, que siempre estuviste en mi casa cada vez que cerré los ojos y te traje a bailar en mi cocina, o me fui hasta tu abrazo en una canción.
Pero en dos horas vas a estar cruzando el mar rumbo a otro cielo, y saberte todavía parado en mi hemisferio a punto de partir me tiene con algo que me tira desde el esternón con nostalgia, como te pasa cuando yo lloro y no sé decirte por qué.
Ahí, en ese lugar entre el corazón y el ombligo, tenemos un teléfono que va derecho de mi alegría a tu abrazo, de tu ternura hasta mí. Un puente para sabernos transitando cada uno su camino pero enlazados en algo que nos empuja arriba y arriba.
Te regalé una brújula y una nota: para que nunca pierdas el camino y encuentres todas tus puertas. Anduve antes con ella todos los lugares importantes para mí. La llevé en mi palma como un amuleto, le mostré las calles mías, mis rumbos, mis pasos.
Cuando despegues, cuando por fin vayas por el aire, aceptaré serena que las esquinas no esconden por un tiempo la esperanza de encontrarte. Pero que ando pisando las calles lejanas en tus zapatos abrigados tanto como seguís pedaleando en mis sandalias por Florida.

...y hasta tanto nos volvamos a encontrar, que dios nos lleve en la palma de su mano.



lunes, 5 de diciembre de 2011


Yo creo en las revoluciones.
Las revoluciones no las hacen los que se dejan ganar por el miedo. Porque, ante todo, una revolución es esperanza.
Yo confío en aquello que aún no es visible al mundo, pero ahí lo veo. Ver lo bello.
Pregonamos que el amor es la fuerza transformadora, pero al primer tropezón se nos da vuelta y nos vuelve a ganar el miedo. Hay que tomar el desafío de seguir mirando con amor sin condiciones. Ver, y amar lo que se ve, luz que también es sombra. El desafío es mirar con amor a quien nos provoca miedo y sostener esa mirada.
Y ando en eso.

domingo, 27 de noviembre de 2011

Eternidades

Ando experimentando.
Ando descubriendo las cosas, las mismas, pero con una mirada recién estrenada.
Porque en vez de agarrar con tanto miedo quiero creer en mí, creer en todo lo que creo, creer en lo esencial, en lo verdadero, y que este sentimiento me atraviese, florezca de mí para perfumarlo todo, suba como gotas de agua al cielo y otra vez vuelva a caerme como una lluvia bendita, tu boca regando mi boca de cosas que no tienen palabra que las nombre, y después cantar, cantarlo.
Y cantamos.
Algo bebo, algo te doy de beber, algo detiene el tiempo y lo vuelve una sensación feliz en el cuerpo que el alma mueve en un abrazo tan natural como respirar, en un entendimiento completo de cada movimiento que hace que siendo dos bien definidos por momentos seamos solo uno.
Y bailamos.
Bailamos y cantamos en las terrazas, en los jardines, rodando por las calles, debajo de los árboles floridos, detrás de los jazmines, con el cielo de testigo, perdidos del mundo para encontrarnos.



miércoles, 16 de noviembre de 2011

Anónimo

otra vez por acá pispeando en qué anda la vida de la señora yanina martul.
otra vez, escuchaba música, y me trajo recuerdos.
y tambien puteando, porque los recuerdos eran lindos pero eran de momentos q luego fundieron..la música me trajo lágrimas del dolor, que alguna vez me dijo ya basta. no dá querer a quien no te quiere y dice hacerlo pero luego no estuvo. no es justo. no es para mí.

y ojalá alguna vez te cruce y ya no me duela.

Anónimo:
La verdad es que en la vida fui caminando y fui aprendiendo, como todos (siempre y cuando no te haya tocado ser una pelotuda/o que muere sin haber entendido un carajo).
El tiempo me permitió ponerme en muchos zapatos distintos. Amé adictivamente, fui amada adictivamente, abandoné huyendo despavorida, me abandonaron igual, tuve mi corazón hecho pedazos y debo haber causado más de un dolor.
No puedo cambiar lo que pasó, en definitiva todo fue necesario para que sea esta que soy ahora. Y supongo que a usted le habrá pasado igual.
Sepa que lo siento si le causé dolor, sé que en mi alma no hubo nunca intención de hacerlo, no soy una mala persona. Sepa que también me tocó muchas veces un dolor inexplicable que me cayó como un rayo. No se lo cuento para consuelo. El dolor y la muerte son parte de la vida, se puede huir o entregarse a transitarlos. La primera no sirve, lo sé por experiencia. Me escapé muchas veces, pero finalmente el dolor llegó como un puñal para atravesarme, como a todos.
Mi dirección de mail está en esta página. Si quiere, conversamos.

domingo, 13 de noviembre de 2011

Milagritos II


Nada se me antoja más que el durazno de tu boca. Lo cosecho cuando se alinean los planetas y se abren los portales de noches que no son noches de este mundo. Madura en una vereda oscura, o en la penumbra de tu terraza, y cada vez es más dulce, más generoso.
Entregado al sueño, tu cabeza en mis piernas, no se cansan mis manos de recorrer tu espalda ni de enredarte el pelo, y se me escapa el amor por todas partes.
A veces la eternidad dura un minuto, o muchas vidas, lo importante es que mientras es, sea inmensa.
Me llevé el olor de tu cuello tatuado en el pensamiento para volver a encontrarte. Porque se me hace que no tengo ganas de pasar esta vida sin estar metida asiduamente entre tus brazos.

Me voy a cosechar estrellas. (No puedo dejar de volar esta noche aunque lo intente)

jueves, 3 de noviembre de 2011

La pura verdad




Vengo comprendiendo que el amor puede ser un estado de ánimo perpetuo. Y que soy libre de amar a quien quiera en el momento mismo en que deseo hacerlo.
Concretar ese amor ya es hablar de la gloria, pero mientras tanto puedo perderme las veces que quiera navegando en unos ojos, o en una música, o en un libro que me tiene fascinada, en una canción, en tu alegría que es, cuando aparece, una puerta directa a tu más pura esencia.
Pero es alienante la distancia entre tus polos y vas corriendo de uno a otro a la velocidad de la luz, del que me conmueve al que me despierta el más oscuro brote de indignación y despecho, y ese miedo tan oscuro que te tiene masacrándote el cuerpo para olvidar quién sabe qué cosa me hace mantenerte a una sana distancia. Yo ando de romance con la vida, ya pagué mis cuotas de espanto, miseria y soledad. Cada cual salda sus propias deudas.


Y cuando después de todos los discursos que me digo creo que ese puente por fin quedó superado, algo hacés de nuevo, algo que me sorprende para recordarme que nunca vas a dejarme ir. Que no quiero irme. Que no hay otra persona en este mundo que pueda llevarme a ese lugar a donde vos me llevás, ese que cada vez se parece más a la plenitud.

Entonces vuelvo a soltar lo demás y me embarco en este matrimonio invisible a caminar codo a codo en el hacer hasta llegar otra vez a un pico más alto que el anterior.
Y me pregunto si esta vez será por fin la cima y me digo que no, siempre puede haber más, lo que cambia siempre es el punto de partida.

(Amo lo que hago.
Hago lo que amo.
Amo con quien hago.
Hago con quien amo.)

jueves, 27 de octubre de 2011

La cobardía es asunto de los hombres, no de los amantes.

..los amores cobardes no llegan a amores ni a historias, se quedan allí.
Ni el recuerdo los puede salvar, ni el mejor orador conjugar..



lunes, 3 de octubre de 2011

Volver a rodar (cruzando desiertos para encontrarme)

Todavía el cuerpo no comprende que dejamos de rodar, y ni bien cierro los ojos, vuelve a estar en ruta. Lo tiro en horizontal sobre el colchón, pero pareciera que cada poro no puede volver a detenerse y vivo la ilusión de que mi cama está en movimiento.
Un viaje relámpago a Bahía Blanca, 700 kilómetros ida una noche, 700 kilómetros vuelta la noche siguiente. Esos viajes a lo desconocido en tiempo record solamente te pueden pasar en la tribu. El resto el mundo camina más programado y derecho.

Hacía bastante que no me subía a una jiponeada de gira. La vida te va poniendo grande y te convence de que quedarte quieto es más apropiado y necesario. A veces olvido que al mundo hay que salir a conquistarlo. Por suerte Peter Pan siempre me agarra contenta y distraída y logra subirme de los pelos a alguna chilingueada monumental y el tambor de adentro me vuelve a sonar, me vibra el páncreas y recuerdo cuáles son las cosas importantes. Bolsito en mano, ferné en bolsito, sábado a la noche, Bahía Blanca, allá vamos.

Por supuesto, el micro llegó una hora y pico después de lo acordado. Palomar estaba primaveral, las flores y el airecito, la luna, las estrellas.. así que tuvimos que hacer una fiesta (qué bueno la gente que sabe andar de romance con la vida)





El vaso comunitario daba vueltas y salieron los tamborcitos y los pandeiros y las wailers pequeñas y la música, que es lo que por debajo de todo lo demás, nos une como una red, una raíz a la misma tierra, nos infló el alma como un globito.

Mareados y felices, dormimos como troncos hasta que el amanecer se metió por todas las ventanas del micro.






Todos de negro, como no sé por qué nos gusta andar, con gafas, gorros de lana y pañuelos rolingas, más parecidos a un piquete de cartoneros que a otra cosa, abordamos el hotel en donde apenas si nos daríamos una lavadita de dientes antes de empezar a rodar por ahí. Dos pibes con camperas de cuero y cara de ser los agitadores del pueblo, nos recibieron en el contingente. Tocadores de la única batucada local sobreviviente, nos esperaban como si trajéramos algo. Nos acompañan, nos bientratan, nos festejan todas las pavadas que decimos, y andamos por ahí como Rolling Jipis contentos y agradecidos.

La palmeta de la noche sobre ruedas y los demases nos tienen cayendo en proyectos de siesta en cualquier superficie blanda que se nos cruza, sea sillón de hotel o compañero mullido, entrado en carnes y cariñoso.
Después de un almuerzo a morir y una dormida comunitaria, la formación completa de la batucada bahiense nos espera en la puerta del teatro municipal. Una fila de pibes que bien podríamos ser nosotros quince años atrás, nos esperan con abrazos y besos y un paseo por su teatro centenario. Esa mezcla de estar agradecidos y entusiasmados la sueltan como un olor que nos conmueve. Tanta bienvenida te dan ganas de dejar de regalo una noche inolvidable.
Nos vamos poniendo contentongos, la aparición con vida de medio fernét en el micro colabora con la algarabía necesaria para un buen ritual.
El taller de la tarde, un par de toques mezclados con los pibes, la gente que se acercá a ver por qué suenan los tambores, el sol en Bahía Blanca, un atardecer anaranjado y la promesa de poder volar con un tambor y una canción, y las almas están afinadas y listas.

Cantamos todas dentro de la carpa que oficia de camarín, de paredes blancas y luz de estufa eléctrica. Sillones, alfombras, a resguardo del frío y contentas, canturreamos mate va, mate viene, y nos vamos pintando pestañas y ojos como indio que va a salir a los tiros para ver si morfa. Antropológicamamente hablando, se sabe que para una fiesta es indispensable que las mujeres del pueblo anden contentas (y si no lo sabés, joven argentino, andá tomando nota: una mujer que no está contenta te va a a hinchar las pelotas hasta dejarte los huevos como melones..) y en ese trámite de vivir un clima andábamos estando.




Salen los pibes locales a tocar. El viento sopla helado y sus remeras de manga corta me hacen sufrir ocularmente lo que sufriré cuando salga con la espantoremera de los quince (tiene una bocina roja, no me quieran convencer de lo contrario) a pararme en el escenario altísimo sobre el pasto. La luz se enciende y los pibes brillan. Saltan, se mueven, llaman y bailan. Están felices de que ahí estemos, no nosotros, más bien lo que representamos.
Recuerdo que cuando yo vi a los malditos jipis por primera vez en el Marquee, se me derritieron las suelas de los zapatos. Esas chicas tocando eran como afroditas, amazonas con tambores, codo a codo con ellos que aporreaban los timbales y todos moviéndose al mismo compás. Yo quería estar ahí. Yo quería ser así, apasionadamente musical.

Y por fin a la noche le entramos así como nos gusta, haciendo una fiesta arriba de las tablas, en la pública intimidad de dejarnos atravesar por la misma música. Cantamos, corrimos, desprolijamente nos perdimos y nos encontramos, reímos con ganas y con descaro y festejamos con autobombo infantil cada toque terminado, mientras la cámara de Paloma saca y saca foto de lo lindo que estamos jugando. Y al final, nosotros y la gente nos ovacionamos.






Cuando en la carpa de los camarines, después de haber jugado como rockstars de entrecasa en un escenario, se armó una ronda de ellos y nosotros y hubo pandeiros y canciones y tambores y bailaron las bailarinas sambando el cuerpo, invitando a que todas saliéramos a festejar el encuentro, el intertribu, casi te diría que fue un aquelarre. Cantamos, y bailamos, y tocamos, todo al mismo tiempo, adentro de una carpa blanca, en un tercer tiempo en donde, para terminar como al principio, otra vez hicimos una fiesta. Y cuando locos de algarabía seguimos metiéndole a la noche música por la música nomás (y de cantos a oxúm a los beatles, de bachata rosa al chango farias gomez) mientras rodábamos de vuelta a casa, soltando los últimos brillitos que nos quedan, entiendo que todo lo que hago se nutre de esto, de este hacer tan solo por la belleza y el amor que provoca hacer que se junten los tambores de la tierra con las voces que se pueden bajar del cielo.

Rodamos por la ruta de vuelta, vamos palmados, doloridos, torcidos y satisfechos de haber hecho algo que no cambiará la historia del mundo que se escribe, pero sí la nuestra, puntos en un planeta, mínimos bichos felices que caminan.
Que ruedan.
Que vuelan.

domingo, 25 de septiembre de 2011

Alineando patos



Poner los puntos.
Darle un soplamoco al perro que anda dele joder y no entiende que de tanto saltar, morder, ir y venir, hace quilombo.
Poner claras las reglas del juego, los papeles en orden, los límites precisos.
Comunicar sin dejar lugar a dudas, expresar lo que sí y lo que no, agarrar del forro del ojete y sentar aquel culo ajeno a escuchar el sermón. Basta de serenatas, la vida es de carne y hueso y para muchas cosas más se han hecho las ventanas que para cantar bobamente debajo de todas las que estén entreabiertas. Para jugar ciertos juegos hay que tener carné de grande, y eso no tiene nada que ver con cumplir años al pedo.

Porque a esta altura, querido, ya descubrí que el seguro no me cubre ciertas roturas y estoy un poco harta de que el chapista me estafe para mal curarme las abolladuras de intempestivos y apasionados granizos.

Todo bien la primavera, darling. Pero si la resaca es más grande que la alegría del festejo, no hay negocio.
Capisce?

sábado, 17 de septiembre de 2011

Milagritos


Caminé bajo la lluvia sin mojarme.
Fumé tu alma desde tu boca.
Pasábamos juntos cuando se abrieron las primeras flores de los naranjos.
Brindamos cada dos esquinas, bailamos totalmente embriagados de eso que nos envolvió y convirtió la noche en un ritual.
Giramos debajo de un cielo de copa de árbol de flores para poder verlo desde todos los puntos de vista y yo hubiera querido que toda la luz de las calles se apagara para poder ver el cielo y el brillo de tus ojos de perro.
Hicimos olas al universo cuando nos movimos juntos bailando a la sola luz de la calle entrando por la ventana.

Para mí ha cambiado el mundo, y sin embargo el mundo creo que no lo sabe.

martes, 13 de septiembre de 2011

Maestra Chanina..

Los papeles dan un nombre a su dificultad, nada que alcance para saber a ciencia cierta qué caminos tomar. Difícil explicar a un niño la dolencia de otro niño sin enredarse en términos que no aportan ningún esclarecimiento. "Él todavía no encuentra el camino para encontrarnos" les contesté cuando a dos semanas de empezar las clases en primer grado notaron su deambular continuo y sus respuestas con acento de Buzz Lightyear. "Tenemos que brillar con una luz de mucho amor para que pueda encontrar la forma de encontrarnos", proseguí. Me miraron, les alcanzó la respuesta y se fueron otra vez a jugar.
Dos días después, Milagros se acerca con su cara de estar masticando un pensamiento, y me suelta "yo estuve pensando en lo que dijiste de Iván. Pero me parece que para que pueda encontrar el camino somos nosotros los que vamos a tener que ir ahí a su mundo y buscarlo."

Y eso hicieron.

Aprendieron que cuando algo no le gusta llora como un descosido, que da los mejores abrazos apretados, a buscarlo cuando sale rajando a esconderse para no entrar de vuelta del recreo, a ayudarlo a ser comandante de las filas cuando le toca su turno, a trabajar sin distraerse cuando él llega inquieto y no puede dejar de jugar con su sombra. Un día comenzaron a imitar su curiosa forma de hablar, los dejé hacer, entonces él los miró. En sus pequeñas miradas se vio reflejado. Y se mató con ellos de risa.

Así, de la mano de dieciocho manitos tendidas, no pudo menos que florecer.

Se aprendió todos sus nombres, las canciones en la flauta, los lemas, las rutinas. "Descuida, maestra Chanina, te achudaremos" dice para hacerme aflojar cuando estoy poniéndoles los puntos a los pequeños saltamontes después de algún despiole en el recreo o la clase de educación física.

Lo miro y todo el tiempo me pregunto hasta dónde comprende, hasta dónde estamos llegando en él, qué se estará moviendo ahí dentro de su alma mientras vamos haciendo los primeros intentos de aprender a escribir, de comunicar al mundo lo que llevamos dentro plasmando la palabra escrita.

La hoja en blanco le resulta difícil. Da demasiado vértigo dar vuelta la página para encontrarse con el espacio vacío. Entonces zafarranchea una y otra vez escribiendo arriba de lo que ya ha escrito con tal de no asomarse al abismo blanco del papel. Ahí llegó el momento de ponerse a prueba, echar mano del coraje, y saltar.
"No, Iván. Lo vamos a tener que hacer de nuevo. Yo te ayudo" digo convencida de que es ahora o nunca. Hora de dar un pasito más.

Comienza el llanto del desconsuelo, los demás lo miran en silencio (nadie puede evitar la angustia cuando él llora. Angustia de saber que no tiene palabras para decir lo que está sintiendo). De inmediato, sin que yo pida nada, Milagros y Uma lo rodean. Con una serenidad que me pasma le explican que van a ayudarlo en la tarea. Rapidamente dibujo en su nueva hoja un marco de color y entonces, sobre su lloriqueo, empezamos las tres a decirle de a una las palabras y sus letras. Las dos princesas lo van serenando, el sopla como le enseñamos para dejar de llorar y mira al pizarrón a medida que las letras suenan. Cuando sé que se siente en buenas manos vuelvo al frente a señalarlas y decirlas, y la clase entera lo mira hacer cada letra nueva. Termina de escribir y entonces todos aplaudimos y celebramos; me acerco sonriendo a mostrarle lo linda que quedó su tarea. Entonces suspira, me pone una mano en el hombro, me mira a los ojos y me suelta "gracias por achudar escribir, maestra Chanina."

Yo los miro a ellos, a todos ellos. Sonríen con él, felices de sentir que lo lograron, saben que todos juntos tiran del mismo carro, y con tanto amor unos a los otros se empujan y se llevan. Los miro y veo ese mundo que sabrán construir, ese mundo del que quiero ser parte.


miércoles, 7 de septiembre de 2011

Pregunta del millón

¿Cuántos sapos hay que besar hasta encontrar uno que esconda un rey?



miércoles, 31 de agosto de 2011

O el amor o el espanto (que ella siga siendo una Candela)


Dando vueltas en el cybermundo, aunque soy completamente respetuosa de las libertades, no puedo evitar que me choque el más mínimo gesto de alegría. No, que la gente no se permita hoy la sonrisa, que nos duela algo para siempre. No, el mundo no sigue andando.
Tengo que detenerme en el espanto.
Una niña de once años aparece desfigurada a golpes, muerta, desnuda dentro de una bolsa de plástico negra.
Alguien la mata, aprieta con sus manos el cuello de una niña hasta verla morir.
Alguien la golpea. Alguien golpea sin pausa ni piedad su rostro de once años.
Ese alguien alguna vez fue un niño suave, de mejillas encendidas, indefenso ser en brazos de alguien.
¿Como es que la humanidad ha logrado en su picadora de carne que el niño que hoy se hamaca en tu plaza pueda torcer su rumbo hasta llegar a ser chacal de su propia raza? ¿hasta golpear un día tu puerta y meterte entre los ojos una bala? ¿hasta matar a golpes lo que alguna vez en su inocencia fue?
¿Qué clase de animal sobre este bendito planeta puede hacer algo así con su infancia?
La raza humana.

domingo, 28 de agosto de 2011

Metiendo mano

Los fines de semana vienen siendo puertas a unas maravillas de esas que te dejan flotando el resto de la semana.

A las canciones matinales en la terraza del maestro se le sumó la reactivación de mi gen chilingo. El viernes tuvimos una mini fecha con los malditos jipis, algo que me viene haciendo falta con desesperación. Y nos queremos, y jiponeamos en el Roxy un candombe con batucada que salió como trompada, sonaron los tambores y yo volví a mover las caderas con mi tribu.

La siguiente mañana, un grado más mágica que la anterior, en franco ascenso, derivó en una tibia tarde nublada de música en la soledad de mi sala.

Sabrosa como estaba, al llegar la noche mi casa me quedó como me quedaban aquellos departamentos donde me aventuraba sola al mundo en mis primeros veintes. En un arranque exploratorio en busca de delicias, me metí en la cocina a buscar que toda esa exhuberancia se volviera un sabor.
Obviamente mi cocina dista bastante del lujo, pero alguna rareza pulula. Le arremetí a un invento de panqueques con masa de canela; prolijamente fui fundiendo uno en otro los ingredientes, iba y venía bailando, un cruce de queso crema con aceitunas en aceite y un toque de reggianito.

Salió una porquería importante, bastante incomible.

Pero qué delicia fue volver por un minuto al baño de mi abuela, a mis seis años y la mezcla de tintura en mousse, loción, shampú Roby y crema de afeitar Palmolive para inventar un hormiguicida que salvara al mundo.

lunes, 22 de agosto de 2011

Nada de sapos (cuento número cuatro)

En la torre más alta de un antiguo castillo de piedra cada noche de luna una voz cantaba la más hermosa melodía.
Los habitantes de aquel palacio, sentados en sus camas, a la luz de la luna la escuchaban y sus almas se estremecían de amor. Entonces, por el resto de la noche, en aquel castillo nadie más dormía.
Cierto día un príncipe viajero que por allí pasaba decidió pedir alojamiento para descansar un poco antes de seguir conquistando ciudades. Amablemente lo invitaron a pasar y lo convidaron con comida y conversación.
Disponíase a dormir, la cabeza ya hundida en la blanca almohada de plumas, cuando aquella voz comenzó a sonar. Arrobado, el caballero salió por los pasillos siguiendo el encanto de aquella melodía estremecedoramente bella. Trepó uno a uno los delgados escalones de piedra sin más luz que la luna colándose por las ventanas abiertas. Empujó la pesada puerta de madera y entró en la torre alta. En el alféizar de una pequeña ventana, un ruiseñor cantaba mirando las estrellas; y mientras desgranaba nota por nota aquella fantástica canción, caían sus lágrimas pesadas como penas. Más aún se conmovió en el pecho de aquél príncipe su noble corazón, y una certeza se apoderó por completo de su ser. Se acercó serenamente hacia la ventana, tomó al ave y en un solo movimiento calló con su boca aquel pico.
Entonces, mágicamente entre sus brazos, floreció una princesa que nunca había creído en cuentos de hadas.



viernes, 12 de agosto de 2011

Volver al (los) principio(s)













Yo también fui pequeña.
Habitante de un cuerpo infantil que corría hasta perder el aliento para ganar una mancha o una
carrera hasta la heladería.


Yo también dormí en los brazos de mi madre volviendo a casa tarde después de un cumpleaños.
Yo también jugué con las muñecas en las tardes de lluvia mientras mi mamá limpiaba la cocina y esperé a los reyes magos sin poderme dormir.






Yo también vi a papá Noel llegar hasta mi casa y casi muero de la emoción cuando dijo mi nombre.
Yo sabía pasar una tarde entera jugando o dibujando con pedazos de yeso de la obra en construcción todas las baldosas de la vereda de la esquina.


Yo también pasé eternos veranos de pelopincho y espantosos veranos de colonia de vacaciones.
Yo también tuve cuadernos nuevos y lápices de colores sin estrenar.



Y no quiero olvidarlo jamás.





lunes, 8 de agosto de 2011

Chiquito Reyes







No importa cuántos años tenga. Siempre que venís a casa tengo entre dieciséis y veinte. Es imposible no terminar mofándonos de nosotros mutuamente, riéndonos de nuestra pequeña porquería, hasta perder totalmente la compostura como antes, como siempre.
Adentro de este cuerpo siempre somos los mismos, y eso es una bendición. Que no lo hemos olvidado.
El tiempo puede pasarnos entre medio, pero la distancia entre nosotros es una mentira. Mi corazón y el tuyo son compañeros de banco, así que siempre está cerca mi mano de tu mano.
Ahora que soy la madre de una que por fin nos alcanzó en edades interiores, qué bueno que te hayas puesto tu traje de tío Javi para que ella sepa lo indispensable de andar por la vida pateando piedritas y fumando el tiempo con un alma compañera.




jueves, 21 de julio de 2011

Ciclo lectivo


Ellos están aprendiendo el mundo.
Aprenden que unos somos más fuertes, otros somos más frágiles, y que en el necesario equilibrio los extremos se necesitan para no caer.
Aprenden la importancia de decir para que los demás se enteren y la inutilidad de juzgar al otro, porque uno es uno y los demás jamás serán como uno. Cada uno será quien pueda ser.
Aprenden que nada se resuelve con violencia, que uno puede equivocarse, y que también puede reparar las consecuencias de un error. Y que tener el permiso de no ser perfecto le quita presión a esto de vivir que ya es un moño importante.
Aprenden a que dentro de un cuerpo gordo, o flaco, o fallado, o grandote, o pequeño, ahí adentro está lo que amamos. Trascender todas las formas para ver el corazón del otro es una de las tareas.
Aprenden que se siente increíblemente distinto cuando podemos llegar todos a la meta, unos haciendo cumbre, otros cantando desde el fondo para alentar los pasos, otros de la mano y otros con muchísimo esfuerzo un rato después, pero al fin todos.
Aprenden que escribir es mucho más que poner en orden una sucesión de grafemas, y que leer es también descifrar que hay detrás de esa respuesta brusca en esos ojos tristes.
Y lo mejor de todo es que todos los días yo me vuelvo habiendo aprendido de ellos una verdad nueva, una pureza, un mundo mucho mejor que late ahí en sus manos abiertas.

martes, 19 de julio de 2011

Paisaje de julio



Cómo es que de un día para otro, ese que hasta ayer era uno más en el coro de hojas que saludan al viento, raíz tronco y copa, un punto en un planeta, una imagen de fondo, pasó a ser para siempre el árbol en el que te trepaste un día enfrente de mi puerta.

sábado, 16 de julio de 2011

Fenómenos

Hay momentos tan mágicos, mañanas que devienen en charlas tan divinas, momentos musicales de total armonía, instantes tan plenos de alegría, que no vale la pena forzar un posterior encuentro. Los encuentros ocurren más allá de las citas, cuando una está dispuesta y el otro es verdadero. Nadie llega en la víspera.
Tan lindo y tibio es el recuerdo que no sé si quiero arriesgarme a verte hoy de nuevo y tal vez no encontrarte, llevada por la voracidad de lo placentero que a veces resultan tu presencia y la mía.
(La compulsión a la larga elimina el disfrute.)
Me quedo con la magia de lo fortuito, de lo que florece sin expectativas.
Hasta que vuelvan a encontrarse tu alma y la mía.


viernes, 24 de junio de 2011

Besos brujos


Yo quiero besar unos labios incapaces de traición ni de mentira.
Labios que besan sin amor, labios que fingen besos, a la larga dan mal aliento.
Quiero besar con ganas unos labios honestos.
Nobles labios que hagan valer el recuerdo de sus besos.

Yo quiero besos verdaderos, entregados al acto de besar con arte y vida.
Besos que hagan florecer algo por adentro, besos que pudieran ser tranquilamente los mejores besos de mi vida.

Nada menos que eso.

Bocas descomprometidas abstenerse.

sábado, 18 de junio de 2011

Yo voy con mi farolito..


Este fío y este cielo de plomo, la llovizna persistente, la iridiscencia de los gynkos antes de soltar al viento por completo su melena, y lo poco que queda, todo rojo y amarillo.







De nuevo derecho al invierno, a madurar la semilla de lo que aprendimos, a recargar la savia, a llegar a la noche más larga, al silencio más profundo, para partir la tierra cuando el sol llame, florecer de nuevo, una vez más, y ser una más parecida y más distinta.





Las revoluciones siempre son en primavera.

sábado, 11 de junio de 2011

Estudios

Hay gente deseosa de enseñar, demostrar con datos y citas textuales, dar indicaciones, teorizar antes que poner el cuerpo, sostenerse, refugiarse.
Otra anda sedienta de aprender.
Acechar el curso de la vida a la espera del momento justo en donde se revela una verdad, una pista más, torcer los rumbos sin oponer la más mínima resistencia, dejarse modificar e ir adquiriendo el brillo de la propia esencia que entonces al fin se manifiesta.
Saber claramente que se acaba de aprender algo, aunque no se pueda explicar con palabras qué cosa, levantarse de la silla, saludar a la concurrencia y partir con todas las emociones bien sujetas bullendo en la cartera.
Y al llegar a casa con esa espinilla clavada en el centro del esternón, sentarse en el cajón flamenco y hacer con ese dolor una hermosa música.

En eso ando.

(Pequeña contribución al desayunamiento general: Varón, si sentiste que tenías que preguntar a la chica en cuestión si todo está bien, es porque algo no lo está. No hagas preguntas al pedo cuando sabés las respuestas)


viernes, 27 de mayo de 2011

Los muchachos de ahora no usan gomina


Jueves de una época difícil de laburo, mañana post feriado, dieciocho fierecillas, pronóstico de reuniones complicadas desmejorando hacia la tarde noche. Y se te quedan a tu cuidado en la jornada extendida una de las duplas de hermanos jevimétal de la escuela, esos seres que te desafían todo el tiempo para poner a prueba tu capacidad de poner límites sin coartar la libertad ni aniquilar la esencia (y no morir en el intento). El peque menor, de cuatro añitos, insiste en trepar temerariamente por el ciruelo y vos andás rondando con las manos listas para la atajada intentando no perder la calma. El otro corre como un desquiciado y tenés que intentar bajarle la marcha un rato antes del portón para que no aterrice en la pizzería de enfrente, porque viene cargadito desde la mañana. Bien, lográs dominar las situaciones, las negociaciones son fructíferas y casi no hay conflictos.
Como premio a tu esguince mental, llegan a buscarlos quince minutos antes. El peque chico se manda la última y se esconde y te tiene buscándolo (intentando no putear mentalmente) un par de minutos.
El hermano (que te debe intuir al borde de flaquear de agotamiento) te tira una onda y enfilás para la aripuca y ahí está, chocho de la vida.
Y en vez de cagarlo a pedos, le ponés clara y firmemente el punto y el tipo lo comprende.
Y cuando haces el ritualito jipi del saludo, le das la mano y le decís:
- Hasta mañana viernes, querido Alan.
El ñato de cuatro años te mira directo a los ojos y te suelta con una reverencia:
-Hasta mañana viernes, princesa.

Chupate esa mandarina...

miércoles, 25 de mayo de 2011

Pensamiento que florece durante un síndrome premenstrual

Nos acusan de independientes, autónomas, decididas, avasalladoras, demasiado seguras de nosotras mismas, de tener una actitud demasiado masculina. Dicen que eso los atemoriza.

Muchachos, en lugar de seguir llorando por los rincones como mariquitas, ¿por qué no se calzan los pantalones y ocupan un lugar poniéndose a la altura de las circunstancias?

Huevos, muchachos.
El mundo anda escaso de verdadera testosterona.

(Sigan con lo que estaban, nomás; yo me voy a seguir intentando hacer el asado.)





MARIQUITA: f. Nombre común de numerosos insectos coleópteros de cuerpo pequeño,redondeado y negruzco por debajo,encarnado y brillante,con puntos negros en los élitros,dos alas membranosas,patas muy cortas y antenas cortas ligeramente mazudas:
"Decile a la mariquita de tu hermano que alguna vez podría ponerse un par de huevos y venir a participar de la crianza de sus hijos, que desde que se fue con esa pendeja siliconosa no los llama ni para los cumpleaños".
" El mariquita de tu marido te pega porque sabe que no podés devolverle ni un golpe, pero mirá cómo se la come doblada cuando el jefe lo llama y lo vapulea adelante de todos los demás empleados".

lunes, 23 de mayo de 2011

Cotidiana


En un momento mágico una canción me llega de casualidad y me ronda.
Se me escapa por todas partes, pero sobre todo en la cocina y en la ducha.
La escucho, la canto a dúo, la canto sola, la mastico, la dejo entrar y echarme raíces en el pecho, en el estómago.
La pienso viajando en el bondi, la canto en bicicleta a las siete de la mañana, la suelto en la escuela y ellos escuchan con curiosidad por ese sentimiento que al cantar me florece.
Le voy dando un color que es un sentir, le encuentro la nota y entonces comienzo a oír la otra voz, la que armoniza.
Y al volverse profunda como el amor deja el lugar para que llegue otra.
(Pero queda formando el tejido que me abriga cada vez que en el mundo hace frío)

Me anda rondando una canción.

sábado, 14 de mayo de 2011

Una estrella y un perro (cuento número tres)



Había una vez una estrella que había sido sombra tanto tiempo que casi había olvidado que era una estrella.
Colgada del cielo, el recuerdo de los días helados la encendía, y tanto avivaba su fuego para nunca volver a ser sombra que era difícil llegarle muy cerca sin arder en el intento.

Había una vez un perro que buscaba el camino. Un camino que le recordara de dónde había venido.

Cuando el perro la vio, la estrella ya era estrella, y lo deslumbró su brillo. Pero ella decidió no volverse una estrella fugaz.

Y entonces día tras día, desde la inmensidad del cielo, alumbra con esplendor su amor de perro.

Él tendrá que aprender a volar si alguna vez pretende robarle un beso.

jueves, 28 de abril de 2011

Otra campaña nacional

Hay gente que vive saltando de un país a otro, de un continente a otro, de una provincia a la otra, o al menos, del riachuelo pestilente al un poco menos pestilente Océano Atlántico que baña la costa bonaerense nuestra de cada día.
Yo también pertenezco al selecto grupo cuyo karma es trasladarse incesantemente surcando las distancias más absurdas. Pero con menos glamur.
Vengo pasando el cincuenta por ciento de mis semanas de vida arriba de los bondis.

Olivos - Palomar - Olivos.
Olivos - Villa Crespo - Olivos
Olivos - La Boca - Olivos.

La provincia de Buenos Aires ostenta una superficie mayor a la de Italia, o Uruguay. Para concretar, por ejemplo, el primer recorrido enunciado, un martes a las cuatro de la tarde (que es nuestro horario infernal porque todo el puto mundo sale de laburar a la misma hora en este bendito país) no me lleva menos de hora y media de castigar mis glúteos sobre la incómoda y poco mullida cuerina del asiento piojoso del colectivo 21 y de agarrotarme los dedos con el caño del techo del 53 durante media hora más para no quedar estrolada en la ventanilla en la primera curva cerrada que el señor colectivero gusta de tomar a velocidad porque su deporte favorito (como se sabe) es que la gente vivencie lo que le pasa a una vaca camino al matadero.
El segundo recorrido me lo fumo los viernes, misma hora pico, perdiendo la dignidad en el 71 mientras esquivo la cartera de la dama colgada del caño que amenaza con estamparme la marca en el cachete en cada frenada, la presión de la vieja que quiere abalanzarse sobre los asientos que amagan desocuparse y las apoyadas involuntarias de la masa de carne compacta que va parada en el pasillo haciendo equilibrio para no morir en el intento.
El tercer recorrido... dejémoslo ahí.

Hasta ahí ya el asunto viene lo suficientemente fulero como para comprender que algo malo he hecho en otra vida y estoy saldando karma a rolete, qué le vas a hacer, no me queda otra que resignarme a ser una oveja más del proletariado que cursa la condena de viajar por esta ciudad, y, as ólueis, trato de ponerle onda.
Dejar las uñas en el caño, recibir setenta y cuatro tocadas de orto involuntarias, delirar por la fata de oxígeno, dislocarte la cadera con cada frenada del hijo de un vagón repleto de putas del chofer que se entretiene viéndonos hacer la ola de carne unos contra otros, ok, te lo banco. Pero, escuchame bien: fumarme encima tu conversación pelotuda por celular, disculpame, está totalmente fuera del contrato.

El mundo se ha llenado de boludos que gustan hablar a voz en cuello de lo que comieron ayer, de lo que van a comer hoy, de los miserables y ch(o)atos dimes y diretes de oficina, de lo equivocada que está fulana que no se da cuenta de que soy su amiga y por eso se lo digo, y la madre que los parió.
Habría que prohibir que la gente cuyo coeficiente intelectual no supera al de la babosa hable por teléfono en la vía pública. O si no, eximir de prisión a quién cometa homicidio por forzar a un idiota a digerir el aparatito con batería y todo sin masticar.

Hasta aquí, otro aporte para mi campaña "Yo quiero tener un millón de amigos".

(Después no digas que no te avisé)

Sigan nomás. Yo seguiré trabajando en mi máquina para matar boludos.
Gracias.

domingo, 17 de abril de 2011

Cruzando desiertos para encontrarte


(Bab Aziz va cruzando el desierto con su nieta. Va a una reunión a la que acudirán muchos hombres sabios, pero nadie sabe dónde será.
Se cruzan con un joven en el camino que también anda hacia el mismo lugar. Un joven que viene cantando, tiene una hermosa voz y lo hace con gusto. Andan un tramo juntos y luego se separan.
-¿Dónde es la reunión, Bab Aziz?
- Canta. Ese es tu don. Tu don te llevará al lugar donde debes estar. Cantar te mostrará el camino y llegarás a donde debas llegar.)

Eso que sabés hacer tan fácilmente como respirar, eso que brota de tus manos, o de tu voz, o de tu cabeza, tan fluidamente como el agua. Eso que sale lleno de belleza y te vuelve bello al hacerlo.

Por lo general nos educan llevándonos la mirada hacia lo que nos conviene, a juicio de gente que ni siquiera sabe bien lo que a sí misma le conviene. Nos ponen la mirada en hacer lo que sea necesario para obtener dinero.
Lo del dinero no es lo malo, lo malo es lo equivocado en la mirada.

Ganarás el pan con el sudor de tu frente es la frase que te estamparon en la idem. Entonces el mundo está lleno de
  • Oficinistas que te tratan como el orto y se escabian en Kilkeny lo que ganan para sacarse el embole que les provoca hacer lo que hacen todos los putos días
  • Médicos que te operan y te matan sin onda
  • Psicólogos que mientras te oyen van pensando cuánta falopa te van a meter este mes para seguir funcionando y que esa jodida angustia que te aprieta el estómago te deje dormir
  • Una industria de entretenimiento para que no te sientes ni un minuto a pensar en la vida que estás llevando porque te resulta intolerable
Yo te digo que el pan vendrá solito cuando encuentres lo que sabés hacer.

Descubrir el don en cada niño. Descubrir aquello que hace con gusto y facilidad, lo que le da alegría, lo bello en él.
Verlos jugar durante horas, mirarlos cantar, llevarlos al ritmo, contarles cuentos desde mi propio asombro, abrir lo bello del mundo en mí para poder mostrárselos en cada imagen, para que salgan sabiéndose únicos y se compartan generosamente, con la serenidad que da el estar presentes cada minuto de su vida en aquello que son, desprovistos de la carga de lo que deberían ser.

Y para que se vaya abriendo su camino, mi camino, yo ando todas las mañanas cantando.

jueves, 14 de abril de 2011

Something is going on




El tiempo que compartimos es tan placenteramente cómodo, es tan fácil la conversación y tan fácil la risa, tan natural el rodar por la calle en bicicleta cantando a voz en cuello, ir de visita, doblar las esquinas, tan poblado de sentires el silencio, que me resulta maravillosamente imposible definir el vínculo que se nos va construyendo.

jueves, 31 de marzo de 2011

Época de Micael (La fiesta del Valor)


Otra vez una vuelta completa en espiral.
Otra vez, como tantas veces otras, es otoño, y todo se apresta para la gran transformación que se opera para volver a florecer.
Y con suerte, una vez más, ya no somos aquellos que fuimos.

Un niño asustado, late su corazón con fuerza contra el pecho.
Me acerco para envolverlo y que sepa que nada, nada, nada debe provocarle miedo.

Soy de aquella tribu de niños perdidos que congeló su infancia durante la dictadura. Merendé cada día el silencio y el miedo, el terror de vivir desconfiando de los vecinos, el pánico de hablar de más, el dolor de nacer en cautiverio, de ser criado por los dogos asesinos de tus madres, las amenazas y los falcon verdes que traían al hombre de la bolsa. Y sin embargo a veces olvido recordarlo.
Una generación entera criada en el país del no me acuerdo.
¿Qué daño colateral habrá dejado en nosotros la exposición diaria a los acordes de la marchita que anunciaba el coooomunicaaado número unooooo en algún momento de la cena? ¿o haber cantado la Marcha de Malvinas con infantil frenesí?

A veces no sé cuánto he caminado y cómo fué que lo que no me mató, me hizo más fuerte.
Nosotros somos sobrevivientes de nuestra infancia.

Corre un niño asustado hacia mí, el corazón late fuerte contra su pecho. Ahí estoy y en el recuerdo vuelvo a ser esa niña y me doy un abrazo que me hizo tanta falta. Su corazón se calma. Ha ganado una pequeña batalla.
En breve, otra vez estos, mis pequeños, y sus pruebas de valor hasta vencer, una vez más, al dragón de sus sombras.

Nos preparo para el viaje.

miércoles, 30 de marzo de 2011

Cuento número Dos


Debajo de la piedra de la morera vive la esperanza.
Tiene el pelo blanco y el poncho color de tierra y cuando canta hace llover sobre los campos para que no se vuelvan polvo.
Sacude a veces el suelo con su bastón y a los grandes les da un pellizco en el estómago que los pone así como con ganas de cantar.
Los niños la conocen y jamás, jamás la pisan.
Pero a veces, cuando pasa mucho tiempo, se van, se vuelven hombres y mujeres, y la olvidan.
Por suerte siempre habrá niños que traigan a aquéllos que fueron niños de vuelta al patio de la escuela.