jueves, 28 de abril de 2011

Otra campaña nacional

Hay gente que vive saltando de un país a otro, de un continente a otro, de una provincia a la otra, o al menos, del riachuelo pestilente al un poco menos pestilente Océano Atlántico que baña la costa bonaerense nuestra de cada día.
Yo también pertenezco al selecto grupo cuyo karma es trasladarse incesantemente surcando las distancias más absurdas. Pero con menos glamur.
Vengo pasando el cincuenta por ciento de mis semanas de vida arriba de los bondis.

Olivos - Palomar - Olivos.
Olivos - Villa Crespo - Olivos
Olivos - La Boca - Olivos.

La provincia de Buenos Aires ostenta una superficie mayor a la de Italia, o Uruguay. Para concretar, por ejemplo, el primer recorrido enunciado, un martes a las cuatro de la tarde (que es nuestro horario infernal porque todo el puto mundo sale de laburar a la misma hora en este bendito país) no me lleva menos de hora y media de castigar mis glúteos sobre la incómoda y poco mullida cuerina del asiento piojoso del colectivo 21 y de agarrotarme los dedos con el caño del techo del 53 durante media hora más para no quedar estrolada en la ventanilla en la primera curva cerrada que el señor colectivero gusta de tomar a velocidad porque su deporte favorito (como se sabe) es que la gente vivencie lo que le pasa a una vaca camino al matadero.
El segundo recorrido me lo fumo los viernes, misma hora pico, perdiendo la dignidad en el 71 mientras esquivo la cartera de la dama colgada del caño que amenaza con estamparme la marca en el cachete en cada frenada, la presión de la vieja que quiere abalanzarse sobre los asientos que amagan desocuparse y las apoyadas involuntarias de la masa de carne compacta que va parada en el pasillo haciendo equilibrio para no morir en el intento.
El tercer recorrido... dejémoslo ahí.

Hasta ahí ya el asunto viene lo suficientemente fulero como para comprender que algo malo he hecho en otra vida y estoy saldando karma a rolete, qué le vas a hacer, no me queda otra que resignarme a ser una oveja más del proletariado que cursa la condena de viajar por esta ciudad, y, as ólueis, trato de ponerle onda.
Dejar las uñas en el caño, recibir setenta y cuatro tocadas de orto involuntarias, delirar por la fata de oxígeno, dislocarte la cadera con cada frenada del hijo de un vagón repleto de putas del chofer que se entretiene viéndonos hacer la ola de carne unos contra otros, ok, te lo banco. Pero, escuchame bien: fumarme encima tu conversación pelotuda por celular, disculpame, está totalmente fuera del contrato.

El mundo se ha llenado de boludos que gustan hablar a voz en cuello de lo que comieron ayer, de lo que van a comer hoy, de los miserables y ch(o)atos dimes y diretes de oficina, de lo equivocada que está fulana que no se da cuenta de que soy su amiga y por eso se lo digo, y la madre que los parió.
Habría que prohibir que la gente cuyo coeficiente intelectual no supera al de la babosa hable por teléfono en la vía pública. O si no, eximir de prisión a quién cometa homicidio por forzar a un idiota a digerir el aparatito con batería y todo sin masticar.

Hasta aquí, otro aporte para mi campaña "Yo quiero tener un millón de amigos".

(Después no digas que no te avisé)

Sigan nomás. Yo seguiré trabajando en mi máquina para matar boludos.
Gracias.

domingo, 17 de abril de 2011

Cruzando desiertos para encontrarte


(Bab Aziz va cruzando el desierto con su nieta. Va a una reunión a la que acudirán muchos hombres sabios, pero nadie sabe dónde será.
Se cruzan con un joven en el camino que también anda hacia el mismo lugar. Un joven que viene cantando, tiene una hermosa voz y lo hace con gusto. Andan un tramo juntos y luego se separan.
-¿Dónde es la reunión, Bab Aziz?
- Canta. Ese es tu don. Tu don te llevará al lugar donde debes estar. Cantar te mostrará el camino y llegarás a donde debas llegar.)

Eso que sabés hacer tan fácilmente como respirar, eso que brota de tus manos, o de tu voz, o de tu cabeza, tan fluidamente como el agua. Eso que sale lleno de belleza y te vuelve bello al hacerlo.

Por lo general nos educan llevándonos la mirada hacia lo que nos conviene, a juicio de gente que ni siquiera sabe bien lo que a sí misma le conviene. Nos ponen la mirada en hacer lo que sea necesario para obtener dinero.
Lo del dinero no es lo malo, lo malo es lo equivocado en la mirada.

Ganarás el pan con el sudor de tu frente es la frase que te estamparon en la idem. Entonces el mundo está lleno de
  • Oficinistas que te tratan como el orto y se escabian en Kilkeny lo que ganan para sacarse el embole que les provoca hacer lo que hacen todos los putos días
  • Médicos que te operan y te matan sin onda
  • Psicólogos que mientras te oyen van pensando cuánta falopa te van a meter este mes para seguir funcionando y que esa jodida angustia que te aprieta el estómago te deje dormir
  • Una industria de entretenimiento para que no te sientes ni un minuto a pensar en la vida que estás llevando porque te resulta intolerable
Yo te digo que el pan vendrá solito cuando encuentres lo que sabés hacer.

Descubrir el don en cada niño. Descubrir aquello que hace con gusto y facilidad, lo que le da alegría, lo bello en él.
Verlos jugar durante horas, mirarlos cantar, llevarlos al ritmo, contarles cuentos desde mi propio asombro, abrir lo bello del mundo en mí para poder mostrárselos en cada imagen, para que salgan sabiéndose únicos y se compartan generosamente, con la serenidad que da el estar presentes cada minuto de su vida en aquello que son, desprovistos de la carga de lo que deberían ser.

Y para que se vaya abriendo su camino, mi camino, yo ando todas las mañanas cantando.

jueves, 14 de abril de 2011

Something is going on




El tiempo que compartimos es tan placenteramente cómodo, es tan fácil la conversación y tan fácil la risa, tan natural el rodar por la calle en bicicleta cantando a voz en cuello, ir de visita, doblar las esquinas, tan poblado de sentires el silencio, que me resulta maravillosamente imposible definir el vínculo que se nos va construyendo.