domingo, 13 de noviembre de 2011

Milagritos II


Nada se me antoja más que el durazno de tu boca. Lo cosecho cuando se alinean los planetas y se abren los portales de noches que no son noches de este mundo. Madura en una vereda oscura, o en la penumbra de tu terraza, y cada vez es más dulce, más generoso.
Entregado al sueño, tu cabeza en mis piernas, no se cansan mis manos de recorrer tu espalda ni de enredarte el pelo, y se me escapa el amor por todas partes.
A veces la eternidad dura un minuto, o muchas vidas, lo importante es que mientras es, sea inmensa.
Me llevé el olor de tu cuello tatuado en el pensamiento para volver a encontrarte. Porque se me hace que no tengo ganas de pasar esta vida sin estar metida asiduamente entre tus brazos.

Me voy a cosechar estrellas. (No puedo dejar de volar esta noche aunque lo intente)

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