domingo, 4 de abril de 2010

Lo pedís, lo tenés

Okey, okey. A ésta altura ya me hago cargo de que tengo un calendario interno que marca mis propias estaciones, y el otoño me tiene maricona y sensible.
En el medio de tres o cuatro cosas que me tienen al borde del moco fácil y de reclamo en reclamo, sale una fecha jipi.


El lugar: San Justo
La hora: imposiblemente de madrugada, como siempre
La misión: cantar, cantar, cantaaaaaar

Primer fallido: Voy hasta la loma del orto (léase como referencia de la localidad de Coronado con respecto a mi manía de vivir en Olivos) un martes larguísimo que arrancó a las seis y media de la mañana domesticando dieciocho enanos, luego pasó por la zona de riesgo de ensayo de banda de mostro con jipis y culminó en un ensayo de bloque en el que Peter Pan se desayunó con que ninguno de los jipis viejos podía asistir a la fecha mencionada. O sea, periplo al pedo. Fecha correcta, banda jipi equivocada. Se decide unilateralmente que la fecha la toma el bloque jueves.


Bien.


En el medio del despelote levanto la manito y pregunto si la fecha es a la noche, a lo que obtengo como respuesta una bardeada de parte de Peter que se hace el banana, y por supuesto olvido preguntar lo más importante: Cómo se supone que vuelva yo a mi hogar a las cuatro de la mañana desde San Justo o, en su defecto, desde Mr. Martín Coronado, que es a donde descarga el jipimóvil por última vez? Acaso debo volverme en el tren de las seis, cruzando los dedos para que no me afanen o me rompan el orto en Lynch o en Chacarita quizás? Y de cuatro a seis debo dormir en el umbral amigo de la heladería vecina?


Bien.


La semana avanza y se aproxima el ensayo con el bloque correspondiente a la fecha jipi a suceder. Cacareo telefónico mediante con tono lloriqueante en distintas notas, logro que la vuelta de mi persona a mi hogar esté resuelta de una u otra forma y me resigno a pasar el sábado en San Justo (where de devil lost his poncho...)
En el mismísimo ensayo me entero de que tengo una compañera de canto. Hacemos lo posible por escuchar algo de lo que cantamos mientras los jipis de los jueves aporrean sus tambores como piqueteros con hambre, todo queda más o menos en proyecto, ya veremos pero va a salir bien, no hay dudas. Tenemos siete vidas..
Va finalizando mi segunda jornada coronaderil y al preguntar horarios de la fecha, me informan: Prueba de sonido a las siete de la tarde.

Actuación... a las dos de la mañana.
Laputamadrequeloparió. (¿Sacó ya la cuenta, señora? si, siete horas de amansadora. O definitivamente me amansan el carácter o un día me estalla un Che Guevara en el camarín..)

Sábado a la noche..
Emprendemos el viaje, ellos en micro, yo en el auto de Tin. Cuarenta (???) minutos después, tras algunas vueltas desorientadas a la manzana, encontramos la puerta de Circus. Dios mío, llegamos al far west...

La prueba de sonido sale bien, tocan un rato largo, después subimos todos al escenario. Micrófono en mano vamos probando con Juls los tonos y las estrofas y parece que más o menos ya tenemos todo cocinado. El repertorio que eligieron es Lendas, el samba reggae de Daniela Mercury y uno de Timbalada que armamos hace un tiempo para ese bloque jipi y sale como trompada.


Peeero...


El lugar se empieza a llenar mientras nosotros merendamos en el camarín y yo vuelvo a pensar qué carajo estoy haciendo yo en San Justo, partido de la Matanza, un sábado a la noche en un paraje por donde sólo falta que rueden los fardos de pasto por la calle, en una fecha que nadie sabe bien de qué se trata ni quién viene.
Y entonces arrancan las bandas.
Al minuto, con la lucidez que me caracteriza, me doy cuenta de que no tenemos nada que ver con el lugar, ni con las bandas, ni la gente creo que tenga algo que ver con nuestra música. Cuando el grupo anterior, que se llama "Cuatro pesos" (vaya haciéndose un panorama mental) arranca con un rocanrol de aquellos (una mezcla de la bersuit con a veces divididos, un cantante pelirrojo, barbudo y petiso que canta en shorcito rojo, remera naranja y zapatillas sin medias) tengo la intuición de que si salimos cantando Lendas de Marisa Monte lo menos que nos van a hacer es sacrificarnos con nuestros propios palillos Telperion.
Es una fecha jipi. Todo puede pasar.

Sobre el pucho le informo de mis inquietudes al director de los jipis de los jueves y hago una mini encuesta en donde compruebo que varios de los que aún no están inconscientes después de cinco horas y media de practicar alpedismo, llevan dentro, igual que yo, el mismo temor.

Y mientras transcurre al fin nuestra actuación agradezco el presentimiento y tenemos la noche en paz, salvo por una sola exclamación de beodo descontrolado pero no mucho que se da ya al final en un, a mi gusto, innecesario último toque y que mencionó algo sobre nosotros rimando el nombre con "tilinga", pero sin mayores consecuencias.

Vuelvo a casa cabeceando en el auto del Yeti puteando ya por deporte, y la charla ronda todos los temas posibles evitando hablar sobre la fecha que acaba de acontecer. El silencio gana y me quedo pensando en lo otro, en por qué lo hago, en lo a pesar de.

Entonces viene a mi cabeza la larga espera acovachados en los sillones (que alguna vez fueron blancos) de los camarines, esa ronda de pandeiros que se armó y arriba de la que cantamos todo lo que nos vino en gana, donde Caro se lució con sus destrezas y compartimos las voces y la jarana. Y compruebo con placer cómo las almas sensibles asoman, se dejan llevar sin pensar, se suman a veces en el momento menos pensado, abren una puerta a otro estar y aparece la música. Y ahí queda siempre claro quién lo hace porque lo tiene dentro y quién es el ganso ostentador de quien hay que huir, porque la música se me va volviendo vehículo, herramienta y caldo de cultivo.

Enhorabuena. Entonces todo el viaje queda justificado en esa roda improvisada, como una mágica respuesta a mis ruegos de pasar, por fin, jornadas musicales en donde despuntar el vicio sin más por qués que el porque sí.

San Justo, esta servidora, finalmente, agradecida.


2 comentarios:

  1. Pues me alegro del final, que también yo estaba temblando...

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  2. esas son las hermosas historias de la chilinga.
    Le puedo contar miles de esas.

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