jueves, 7 de marzo de 2013

Piensología (reflexiones en el sillón)

Los adultos caemos en la trampa de nuestra educación. Castigamos entre nosotros el error, somos despiadados, pedimos la muerte, el dolor eterno, ojo por ojo, dolor por dolor.
Me veo parada dando en el grito un golpe que recibo en el alma, el castigo de los adultos de mi infancia, el grito, la culpa, el dolor de entrar a un mundo donde ya se es culpable desde la misma concepción.
Recagamos a pedos a un niño que está intentando dominar su motricidad fina (cosa que no dominamos ni los que ya llevamos cuarenta años intentándolo) cuando se le cae un vaso, cuando nos lleva por delante mientras corre feliz y jugando despreocupado, lo bajamos a la tierra de un ondazo, lo hacemos culpable.
Aprendemos a odiar el error, a revivir en el error del otro la frustración de nuestros padres que aprendimos como pulpos en cada gesto.
El ego es un niño malherido, que detuvo asustado el crecimiento.


¿Y qué vamos a hacer ahora?

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