martes, 7 de febrero de 2012

Jipi evolution (como pókemon, pero de acá)

Me fui con la esperanza de que todos sus temblores y quejidos fueran apenas un mal momento más de su vida fría. Me fui cruzando mentalmente los dedos, que no se muera por favor, que no se muera. Pero al volver, me dí cuenta de lo irreversible: había palmado mi querida heladera.
Más que heladera, era un placard. En su interior, en lugar del refrescante aliento en la cara al meter la cabeza para buscar víveres entre la población de tuppers que vengo acumulando desde 1996, reinaba la temperatura ambiente de 36º promedio que viene teniendo mi querida ciudad. Los huevos salían cocidos.
Shit.
No quedaba otra que, santarjetavisa mediante, ir y comprar una heladera nueva.
Tengo que decir que me dio un cosquilleo. Uy, pensé (siempre que pienso empiezo con uy) me voy a comprar una heladera?... cuándo fue que me hice grande???
Se sabe que soy jipi de religión, por lo tanto, como una manosanta del linyerismo, jamás me había comprado un electrodoméstico. Filas de gente mirándome raro porque no tenía ni freezer, ni microondas, apenas una minipymer que madre prestó una vez y perdió como en la guerra. Hordas de amigos desesperados alabando las bondades de congelar la comida o de no tener que esperar seis horas para que se hiciera una tanda de cubitos en mi Grundig marrón.
Si, era fea, pero noble.

Será que nunca me casé, que nunca proyecté, que nunca evolucioné, lo cierto es que los pocos aparatos que han llegado a casa (y también los muebles y en algún momento hasta la ropa) o bien vinieron por herencia, o por descarte de algún conocido, pero yo nunca elegí nada. Las cosas siempre me encontraron a mí.

Aprovechando el fin de semana de rebajas y largas cuotas, pedaleando me fui al supermercado grandote que queda cerca de casa.

Con cara de guarda que estoy grande, permiso, me voy a comprar una heladera atravesé los pasillos hasta llegar al paredón blanco de aparatos en fila.
Uy, pensé de nuevo... ¿qué tengo que mirarle a una heladera?
Y por supuesto, la respuesta inmediata fue El precio, y quedé satisfecha.

Elegido el aparato (que por decantación tiene freezer y así todos contentos y me evito la fila de gente para espetarme ¿¿te la compraste con congeladorrrr????), firmados todos los papeles, comprendidas todas las instrucciones, me volví a casa lo más pancha, pero sabiendo que acababa de dar por tierra con una vida entera dedicada a la rotosidad y el cartonerismo deportivo.
Pero qué placer saber que, mientras sigamos pagando la luz, siempre habrá hielo para entrarle a un ferné.





4 comentarios:

  1. jaja...sos una verdadera naranja!! y de ombligo, hasta a una heladera le sacás jugo...mirá todo lo que dice ésta entrada!

    Abrazo

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  2. Maríajesús: la amo. Ella logra refrescar mis pensamientos en este tórrido rincón del mundo!!!

    Magah: jaaaaaaaaaaaaaa!!

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  3. sii es como la mía! la próxima que te visite, te llevo una cubetera!!

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