sábado, 14 de mayo de 2016

Desayuno de sábado (gente que viene y que va)



Mi cabeza es un baúl repleto de palabras, imágenes, ideas, que flotan, van y vienen a mi mente, como resonando, y un día, un sábado a la mañana, ponéle, varias se juntan y ¡clic! pienso algo armado, algo como una sentencia de juez, o un aforismo de Narosky, en el peor de los casos, pero clic algo se une. Y ahí digo "aaahh... ahora entiendo"

Todo lo que veo cuando ando por el mundo, lo escucho, lo leo, lo veo, lo guardo. Colecciono mis días mientras me van atravesando. Algo escuchado al pasar, la respuesta de un niño, la mirada de un maestro, la palabra de un amigo, lo que leí sobre algo, todo entra, mientras intento conducir mi bote por entre las aguas y tempestades de lo cotidiano.

Trato de comprender este asunto de la vida.. no me resigno a que sea comprar muchas cosas, tener pánico a envejecer y luego, inevitablemente, un día morir. Y chau. Desde que tengo uso de razón, es la pregunta que empuja todas las demás.

Este último tiempo de jóvenes muriendo a manos de pastillas para pegarse un viaje al ruido me tienen mirando y atando los hilos. Antes, cuando no había pastillas, eran los tiempos de algún borracho en el barrio, que sin tanto rocanrrol ni adrenalina, se dejaba morir suicidando su hígado vaso a vaso.

¿Qué sucede con esas almas atormentadas que no toleran pisar el mundo, verlo, oírlo, palparlo?

Para las almas cada vez más sensibles, cada vez más únicas, bajar en el mundo hoy debe ser como atravesar un colador de alambre de púas..

Hay algo en el trato cada vez menos amoroso, cada vez menos amable. Ser niño es una molestia, un problema, un peligro.
Encarnar en un cuerpo es estar siempre en guerra porque no da la talla, la altura, la forma que socialmente se espera. Tomar conciencia y habitar ese cuerpo, se vuelve doloroso, se vuelve sufrimiento. Aprieta.

Las almas sensibles se atontan, se anestesian, para salir a toda costa del dolor que provoca poner los pies sobre la Tierra. Presas y chacales. Sobreviven los sin alma, los endurecidos y animalizados, a fuerza de enardecer lo físico ahogan todo rastro de sentimiento.

Sanar las propias heridas del alma. Identificar los desgarros, aliviar los golpes, desinfectar lo infectado de rencor y de miedo. Cicatriza cuando al fin queda aprendido lo aprendido.

Nuestros niños se empastillan porque está tan duro y reseco este mundo que les queda insoportablemente apretado.

Es tiempo de encontrar en nosotros nuevos manantiales para que el amor vuelva a humedecer los campos de nuestra siembra.

Que la realidad nunca deje de llenarte de preguntas, como a Colón, como a Hypatia, como a Mafalda.

Que tengas un buen día.  


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