martes, 22 de abril de 2008

Ahí en tus ojos


La conversación sobre las nuevas opciones para la dirección del grupo me tenía entusiasmada cuando, al buscar el vaso para continuar la charla, se cruzaron tus ojos en el camino. Algo como agua llenó la habitación de pronto, y en ese lento transcurrir de mis ojos en los tuyos recordé algo que había olvidado.
La aterciopelada sensación de unos ojos que miran con deseo. Y algo se enciende. Algo detiene el tiempo en un movimiento que se hace algo más lento. Ese breve instante en que nos medimos, nos conectamos como gatos; ese momento en que la piel dice que sí...
El sonido de las voces y las botellas me llenó los oídos de a poco otra vez y mi mirada continuó hasta la mesa y el vaso. Pero era levemente distinta. Ya era otra.
Me deslicé en la charla, asentí, noté que mi risa brotaba fácilmente y algunos lo notaron y se sorprendieron. Flotaba un poco en el aire esa pequeña tensión que emanan las ganas de un beso. Se hizo un juego divertido observarnos con mirada periférica, detectar la mirada y cambiar de ángulo para mirarte de frente mientras dabas vuelta la cabeza como en un baile sincronizado para esquivarnos.
Observé todos tus cambios de posición hasta quedar casi frente a frente. Fue un tiempo corto el que nos ignoramos para conectarnos de pronto en una charla fluída como el alma de la música, de algo parecido al hambre de saber quién es ¿quién sos? Y de pronto una pequeña saciedad y esa alegría que desinfla la panza con placer. Nos dimos vuelta y cada cual regresó a sus charlas anteriores.

Yo no sé qué es lo que había ahí en tus ojos.

Sé que me lo llevé.

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