lunes, 5 de mayo de 2008

Pequeño superstar


Maxi quería ser Superman. Corría por los pasillos de la escuela hablando con un acento que recordaba las malísimas novelas mejicanas para niños. Cada mañana éramos cómplices de un diminuto ritual que incluía escaparse del salón de clases para pasar por debajo de mi escritorio de la secretaría y darme un abrazo.
- ¿sabes qué haré hoy? Lucharé contra los malos. ¿Me ayudarás?
- Claro que sí, amigo.
Después de un beso y un apretón, salía de nuevo disparado hacia el aula, antes de que la seño asomara la cabeza con los brazos en jarra para llamarlo.
Dos veces se tiró por la escalera con el buzo atado al cuello a manera de capa, haciendo caso omiso de las explicaciones de la bibliotecaria sobre la imposibilidad de volar aunque tuviera una capa improvisada.
- Tú eres la más linda. Eres la única linda. ¿Yo soy tu amigo?
- Tú eres mi amigo, mi amigo más lindo.
Maxi quería armar un robot. Uno de verdad, que caminara solo y lo viniera a buscar temprano a la escuela. Juntaba tapitas, pedacitos de papel, hilos y algodones que me pedía a escondidas, como un secreto para su invento genial. Tenía muchos tíos imaginarios que le regalaban juguetes increíbles y los domingos lo llevaban al zoológico a ver al león blanco y comer galletitas con forma de animal.
- Mateo dice que eres mi novia. ¿Eres mi novia?
- No, Max. Estoy muy vieja para ser tu novia.
- Si, yo le dije lo mismo.
Contaba historias de autos que se transformaban en súper héroes y disparaba rayos con su botella de gaseosa rellena de jugo Tang. Hacía gestos de guerrero recio hablando sólo en el patio, para salir corriendo un minuto después a luchar contra el mal.
- Mamá me comprará un cobayo.
- ¡qué suerte!
- ¿es verdad que mueren rápido? Gonza me dijo que mejor no lo quiera mucho porque los cobayos mueren rápido.
- No sé, pero qué importa cuánto viva. Importa que lo ames y te ame y compartan el tiempo.
- No. Mejor no quiero amar a algo que se muera rápido. Le pediré un robot.
Rompió todas sus reglas, sus lápices, sus marcadores. Se cortó un mechón de pelo en la hora de recortar. Nunca pudieron hacerlo entrar a mirar videos en la biblioteca. Cacheteó a todas sus compañeritas de primer grado A.
- No puedo evitarlo…- me decía compungido cuando terminaba en penitencia sentado frente a mi escritorio.
Yo solamente lo abrazaba. Ésa era la misma respuesta que le daba a mi psicóloga cada vez que un hombre me hacía mal…

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