Los platos con los panes, las tazas y el té de yuyitos, yo que ando pendiente de Iván que viene y se me escapa en su deambular y los escucho que discuten algo entre ellos allá en la otra punta, todos alrededor de uno de los platos. Siempre andan al acecho de la rebanada más suculenta, y suelen tener largos intercambios de reclamos de soberanía varios para ver quién logra quedarse con el botín. Cuando ya estoy empezando a alistarme por si hay que intervenir, con la atención repartida entre el deambulador y lo que sucede, noto que la discusión termina. Entonces uno me llama:
- Maestra, tomá.
Estira la manito sosteniendo un pan lleno de dulce de leche.
Yo:- Pero ese tiene mucho dulce..
Nico: Si.
Yo: (algo confundida) Pero..¿no les gusta el dulce de leche?
Nico: Si. Esta es la que más dulce tiene, todos la queremos.
Yo: (atónita)..¿y me la dan a mí?
Nico: Si. Como todos la queremos, te la damos a vos.
Y yo caí muerta de amor a todos sus pequeños piés.

Demasiado amor, vieja, demasiado amor que te derrite...
ResponderEliminarSerá que te lo mereces. Que magnífica ternura.
ResponderEliminarSon los más hermoso esos niños...
ResponderEliminarAbrazo con mateca y miel.
Sapiencia, perspicacia, dulzura... usté sí que gana vida ganándose la vida en el mejor trabajo del mundo.
ResponderEliminarCuántto cuánto la admiro.
Beso atragantado, lágrima dulce.
Muy lindo el relato. La docencia tiene esos momentos maravillosos. Yo fui maestro de primer grado durante once años y colecciono el anecdotario con muchísima emoción.
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