domingo, 21 de abril de 2013

Hacia arriba en espiral (a dónde te irás volando por esos cielos...)

Un año es una vuelta completa por la vida, un ciclo entero, un principio y un fin que no termina, pero que puede cerrarse con un broche y un moño.
El pueblo judío espera un año entero para poner lápida a sus muertos, sabiendo que no es menos que ese tiempo lo que el alma llora las ausencias.

Yo lloré tu ausencia mi vida entera, pero nunca fue tan real como desde tu verdadera partida.

En estas 365 oportunidades de crecer que me trajo tu muerte, aprendí a doblar las esquinas sin esperar encontrarte, porque yo misma puse en la tierra tus cenizas, los restos de tu paso por el mundo, bajo un árbol de hojas rojas como el fuego, como la sangre, como tu fe.

Caminando el mundo en el que tu ausencia se volvió real, en alguno de estos 365 pasos dejé de ser tu hija abandonada y me volví mujer.

Sigo andando un camino que no sé a dónde lleva, pero siento por fin que lo ando con mis propios piés, y me alumbra la luz de tu amor que, ahora sé, siempre estuvo encendida.

El miedo es el cáncer más terrible de todos, porque te paraliza, y de eso quedé felizmente vacunada gracias a tu propia vida.

Y qué paradoja que, ahora que no puedo de verdad darte un abrazo porque no hay materia vital que te contenga, siento tu abrazo cada vez que ando bajo este cielo inmenso, llena de la fe que genéticamente me heredaste, rumbo, por fin, a los días de mi propia vida.



3 comentarios: