jueves, 16 de octubre de 2014

La Serpiente Verde y la Bella Lilia (Dame amor)

(Dos serpientes negras llevó a la cama. Una está domada. La otra le da miedo)

Vamos a dejar de lado las palabras. Que ningún esfuerzo conceptual obnubile la potencia de lo que puede decir el cuerpo.
Esto no es una cacería, ni un acecho. Es más bien una danza, una ronda, un dejar que las distancias se achiquen y se diluyan solas. Dejar que suceda lo que sea que está sucediendo.

La palabra jugar ha perdido su mágico brillo a merced de volverse sinónimo de dominio, en este mundo frío en el que alguien tiene que ganar siempre. Pero yo la conozco. La he mirado a los ojos y conozco su esencia.

Pierdo la forma, pierdo el arreglo, solamente quiero jugar a robarte para que nunca sueltes, y entonces me arrastres, me vueles mientras grito de alegría viendo pasar las plantas sobre mi cabeza. Muerdo y me enrosco, pierdo la ropa, el pudor, el miedo, quiero jugar a que no quieras soltar y me abraces y me vueles.

Hasta que todo se queda quieto.
Y el silencio de la piel es mucho silencio.

Mientras sonrío en el colectivo, volviendo a casa con esta alegría que me quedó en el cuerpo, miro mi muñeca derecha y, en vez de la hora, descubro que en tu casa me he dejado el tiempo.




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