sábado, 3 de septiembre de 2016

Desayuno saturnino

Solo está abierta el alma para aprender cuando en ella vive una pregunta. Solo una pregunta abre el apetito para ir en busca de las respuestas. Es en esa búsqueda que se aprehende el conocimiento, se elabora y se transita lo que luego podrá intelectualizarse, se descubre, se devela por el accionar de la propia voluntad. No son los discursos lo que nutre al niño, sino lo que seamos capaces de mover en nuestra propia alma como pregunta.¿Por qué estoy enseñando lo que enseño?¿qué valor, que fin formador del alma humana tiene para mí este contenido que voy a dar? esquivar la pregunta utilitaria materialista del "para qué sirve". Despertar las preguntas profundas, las preguntas prácticas vendrán a su tiempo, cuando esté la capacidad de juicio, la de causalidad. Ahora, el mundo se revela en su etapa de belleza, de misterio natural (base de la ecología, la veneración por el planeta).
Para poder enseñar, debo hacer mías las preguntas del niño, debo pasarlas por mi propia alma. Y nunca responderlas, sino propiciar que encuentre las herramientas para respondérselas por sí mismo, según su ser único y personal.
La escuela no debe ser una máquina de fabricar piezas iguales. Cultivar no es lo mismo que fabricar. Cultivo en mí las preguntas para que florezcan las imágenes que esos niños necesitan, para poder darles el marco que necesitan para hacer su vivencia.

Ponéle....

(el secreto de crecer me parece que está en hacerse cada vez mejores preguntas.)

Que tengas un buen día.





No hay comentarios:

Publicar un comentario