miércoles, 3 de diciembre de 2014

Dieciocho años.

Tiene el pelo rapado y una cresta larga y ladeada como crin de yegua, y un brillo en los ojos que me provoca alegría.
Pasa de andar vestida de varoncito guerrillero punk a montarse un solero negro con brillos, y me hace enmudecer deslumbrada el brillante yo que emerge en ella y le da carnét de conductora de su propia vida por el mundo.
La veo tan hermosa, y no puedo creer que alguna vez fui tan joven como hoy ella, apenas unos años antes de que ella llegara a la vida atravesándome.
Ahora ya no me inclino ante ella para poder mirarla a los ojos.
Ahora nos vemos a los ojos una frente a la otra, y se inclina mi alma en una reverencia ante la luz que en ella veo florecer.



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