sábado, 23 de mayo de 2009

Jaime



- Estamos fritas - me dijo Sarita, - se nos metió un gorrión adentro del aula.


Oh my god. ¿Cómo lograr que veintiséis enanos de cinco y seis años le presten atención a otra cosa que no sea el vuelo de un pájaro en el salón de clases?

Iban llegando de a uno y mientras tanto mi cabeza buscaba una idea hasta quedar en blanco. Y ni bien cerré la puerta detrás del último, abrí los ojos bien grandes, crucé el dedo índice sobre mi boca y les susurré:

-Shhh, escuchen, tengo que contarles un secreto. Vino a visitarnos un amigo. Se llama Jaime. No hay que asustarlo porque tiene el corazón muy chiquito y si se asusta le late muy rápido (Felo abrió los ojos grandes como dos peceras. Lo miré fijo): - Felo, vos tenés que encargarte de que los chicos se acuerden de no gritar. Y atenti la tosca, que éste es el famoso pajarito de "me lo contó un pajarito", así que todo lo que hagamos lo va a ir a chusmear por ahí. A portarse bien así no anda haciendo enojar a las mamás.

Gol de media cancha.

Cuando confío, la vida trae las respuestas hasta la palma de mi mano.

6 comentarios:

  1. lo maravilloso de la docentería es que, en definitiva, mis compañeros de trabajo no tienen más de siete años. jamás tendré conversaciones sobre el tiempo, ni tinelli, ni la bolsa, ni los matrimonios estropeados.

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  2. también una opción sería que tenés la oportunidad de monologar sobre todos los temas descriptos..

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  3. no soempre...cuando uno dice boludeces, lo mejor es monologar, no hay dicidencia.,..

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  4. Claro. Cuánta gente debería acatar el consejito, caramba, y monologar en el baño en vez de someternos al daño auditivo que provoca la pelotudez humana porcina...

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