domingo, 23 de mayo de 2010

Llamadas Chilingas (claridad)



Hay lugares que son como una pareja, un hombre complicado y agotador que nos provoca un amor que pica.


La Chilinga y yo tenemos la sana costumbre de llevarnos hasta el límite de las trompadas y de nuevo al hueco de lo entrañable.


A la vez que mi camino por sus entrañas me lleva más y más a florecer, todo alrededor se vuelve ríspido y complicado. Como cuando uno va entrando en confianza con los padres de él (que te parecen divinos al principio y pedís adopción) y te muestran hilachitas a medida que pasan los tiempos. Y vos ves las tuyas. Andás incómoda y con ganas de pataleo porque somos todos tan distintos que el acuerdo nos merodea sin saber por dónde entrar.


Y de pronto él tiene ese gesto tan encantador y eso se siente conocido y fácil, y te pasás una tarde entera siendo amable con la gente y vendiendo choripán, laburando para una causa siempre desprolija y con aire de perdedora, en una de esos aquelarres paganos que son los eventos chilingos. Y todos los que se acuchillaron discutiendo hasta hace una semana, se vuelven a querer porque nada nos gusta más que estar todos juntos en un mismo lugar.


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