lunes, 31 de mayo de 2010

Yo hago ravioles, ella hace ravioles

Es indispensable descostillarse un rato de risa diariamente.

"Minusválida mental" será difícil de superar.

Ich gen' mit meiner laterne


Se termina mayo y ahora si, derechito para adentro.

Junio me parece un señor con saco de pieles color gris y la piel curtida por el hielo. No me gusta topármelo, así que hiberno.

Ya saqué la maleza, de nuevo, en un paso por el mismo lugar en espiral, solté puteadas al viento, eché gente, mi tierra quedó más limpia que antes para la siembra.

Es tiempo de volverme semilla, tomar todo el amparo de la noche en el reposo, en el silencio.

Hay que ser fuerte para romper la cáscara, la tierra, y brotar una vez y otra vez.


("La única gente que me interesa es la que está loca, la gente que está loca por vivir, loca por hablar, loca por salvarse, con ganas de todo al mismo tiempo, la gente que nunca bosteza ni habla de lugares comunes, sino que arde, arde como fabulosos cohetes amarillos explotando igual que arañas entre las estrellas, y entonces se ve estallar una luz azul y todo el mundo suelta un ¡Aahhh!"

Jack Kerouac, En el camino, 1957)

sábado, 29 de mayo de 2010

Paisajes

Siempre que recorro la Paradela de coles me detengo en las fotos que Maríajesús pone como ventanas. Todo su escribir tiene ese olor a frío de la mañana con pasto, a agua que corre, a fuego y a pan.

Yo también quiero compartir los campos míos, en donde yo florezco, quiebro mi tierra y broto, salgo.





lunes, 24 de mayo de 2010

Ponele que soy feminista (si eso te tranquiliza..)


Sostener una forma de pensar no es fácil, sobre todo teniendo en cuenta que la mayoría de la gente que habita este planeta se detiene poco a pensar como son las cosas y más bien va para donde va el alud que arrastra todo vestigio de libertad en su masa. Es tranquilizador descalificar al que dice metiéndolo inmediatamente en la cajita de "uh, una feminista", "uh, una frustrada", "uh, un zurdito", "uh, una hinchapelotas", y seguir.

Ando siempre caminando sobre una delgada línea y me pregunto una y otra vez si no debería ser yo menos belicosa, más tolerante y cálida, dulce y tintineante, y cada vez que me pongo ese traje, ME APRIETA. Y ahí me desbarranco por la boca y el cuerpo diciendo precisamente lo que estoy sintiendo.

Tengo una amiga jipi que se dice mujer y no escucho de su boca más que encubiertos juicios de desprecio teñidos de la mirada más machista y cuadrada, congraciándose siempre con la risotada burlona de los pares de huevos que presencian la escena, rebajando la opinión y el comportamiento de las mujeres presentes y no presentes, intuyo que con la secreta esperanza de que defenestrar a las mujeres le traerá pronto un hombre que le quite el mote de mujer sola.

Tuve una vez una amiga que, con tal de seguir formando parte de la manada (y soñando con enamorarlo alguna vez, sospecho) se hizo amiga del tipo que me cagó feo y al que dejé de dirigirle la palabra. Que a pesar de haber sufrido en su historia abusos contra su persona perpetrados por algún hombre de la manera más violenta, decidió tolerar el abuso sobre otra mujer, avalarlo perdonándolo y festejando ser reconocida como "más canchera y menos problemática" e invitada a compartir las fiestas en su hogar.

Conozco un puñado de tipos que creen que porque alguien tiene un par de tetas interesantes, un cerebro que funciona y pocas ganas de ser sumisa es una mujer de cascos ligeros. Y que los códigos sólo son válidos entre machos, así que cualquier cosa que no tenga los huevos colgando no merece ser tenida en cuenta a la hora de aplicarlos.

Yo no estoy dispuesta a ser de una manera distinta a la que soy para sentarme a ninguna mesa. Tengo esperanza y paciencia para esperar a la gente que, exiliada de una realidad viciada, llegue por fin a sentarse a la mía.

domingo, 23 de mayo de 2010

Llamadas Chilingas (claridad)



Hay lugares que son como una pareja, un hombre complicado y agotador que nos provoca un amor que pica.


La Chilinga y yo tenemos la sana costumbre de llevarnos hasta el límite de las trompadas y de nuevo al hueco de lo entrañable.


A la vez que mi camino por sus entrañas me lleva más y más a florecer, todo alrededor se vuelve ríspido y complicado. Como cuando uno va entrando en confianza con los padres de él (que te parecen divinos al principio y pedís adopción) y te muestran hilachitas a medida que pasan los tiempos. Y vos ves las tuyas. Andás incómoda y con ganas de pataleo porque somos todos tan distintos que el acuerdo nos merodea sin saber por dónde entrar.


Y de pronto él tiene ese gesto tan encantador y eso se siente conocido y fácil, y te pasás una tarde entera siendo amable con la gente y vendiendo choripán, laburando para una causa siempre desprolija y con aire de perdedora, en una de esos aquelarres paganos que son los eventos chilingos. Y todos los que se acuchillaron discutiendo hasta hace una semana, se vuelven a querer porque nada nos gusta más que estar todos juntos en un mismo lugar.


viernes, 21 de mayo de 2010

Yo quiero tener un millón de amigos

Hoy, por ejemplo, es un día en que el mundo me ha hinchado las pelotas con ganas. Hoy renunciaría a volver a cruzarme con cualquier forma humana adulta. Decido que me concentraré en buscar la felicidad por adentro de este barrio que soy yo, porque si no, no sabré qué es lo que estoy buscando afuera.
Quiero encontrar la mejor versión de mí (para volver a encontrar la primavera).





domingo, 16 de mayo de 2010

Amanece en la ruta



Andaba por la casa de La rosarina hermosa, bebiendo de su último post. Una mamá que, azorada, cuenta lo que pretende una maestra de su hijo de apenitas 8 años de estar parado en este planeta intentando descifrar cómo mierda funciona un mundo en donde todos desconfían de todos y lo que hacen nunca es lo que dicen y vicio versa.
¿Qué pasa con nosotros, raza humana, animal tan imperfecto que olvida su infancia aprendiendo un mundo tan injusto?

Simplemente un error de educación.

Aprendemos por imitación. Nuestra forma de mirar la vida la aprendimos en el jardín de infantes y luego en los tres primeros años de la escuela. Nunca entendimos lo que nos dijeron que teníamos que ser, pero mamamos que así como éramos de genuinos no funcionaba, había que cambiar para ser aceptado y algunos hasta nos engolosinamos con hacer monerías para ser aplaudidos de por vida.

Digo, después de pensarlo lo más fría y lógicamente que puedo: ¿de quién se supone que aprenderíamos a ser felices si la gente a la que imitábamos no lo fue?

De un tiempo a esta parte, a los niños se los observa a la distancia como bombas de nitroglicerina, como los potenciales humanos infelices como nosotros que son, buscando no tocarlos para no estropearlos más de lo que quedó estropeada y desorientada nuestra generación de padres que fuimos una vez niños.
¿Cómo puede una psicopedagoga con veinte títulos colgados del forro del orto no darse cuenta de que un niño que no es mirado con empatía, con amor, no es capaz de hacer ese aprendizaje?
Somos una generación de inseguros que necesitamos echar mano de alguna explicación científica que pueda cargar con nuestra incapacidad de asumir el error y reparar, y barremos debajo de la alfombra, incapaces de decidir, porque el miedo al error amenaza con hacernos una paralítica.
Y el problema es que vos podés caretearla con un jefe, una directora, la mujer que duerme al lado tuyo y no te provoca nada, el empleado de Edenor.
Pero con los niños no.
De niños tenemos fresca la capacidad de oler con todo el cuerpo lo que pasa en el mundo. Todo está por aprenderse y es veloz. Desde el inmenso trabajo de ponernos de pié y andar erguidos resumiendo en un año la historia de millones de años de evolución que demandó esa tarea.
Es urgente que el que ocupe el lugar de maestro vuelva a mirar el mundo descubriéndolo cada vez si pretende que los niños realmente lo descubran. La curiosidad no se puede fingir, ni la alegría ni la pasión y el amor con que se hace una tarea.
No se puede enseñar lo que no se es capaz de sentir.
Yo los miro trepar por los bancos con las telas de colores armando casitas, sirviendo guisitos de barro, cantando como les canto mientras lavo los platos de la merienda, buscando la verdad de no hacer de cuenta que estoy jugando, sino volver a jugar con toda el alma a que el mundo es ese mundo mejor que tengo ganas.

miércoles, 12 de mayo de 2010

Hazme valerosa arcángel Micael..

Mi colegio nuevo está lleno de símbolos, rituales y señalizaciones que conspiran para que uno vaya a meterse bien adentro de uno. Hay momentos en que todo es tan franco y claro que raya lo que gran porcentaje de los mortales llaman locura (aunque cada vez me convenzo yo más de que la locura es lo otro)



Jamás se nombra a los niños como "el tarado de Gómez" o "el maleducado de Pérez", y personajes como ellos inundan los encuentros de maestros en donde se tejen soluciones siguiendo el hilo de la mirada de todos y uno por uno.



Entre todas las atracciones turísticas con las que me tiene embelesada este Disneylandia jipi, apareció la semana pasada la fiesta del valor.





Un tal arcángel Micael ha vencido, en la memoria de alguna historia, a un oscuro y ardiente dragón, y esto puede ser tan literal como metafórico. La fiesta que honra tal batalla (cual 25 de mayo jipi) es la que menciono aquí, y consiste en una mañana entera dedicada a superarse a sí mismo. Mucho antes del día en cuestión, los maestros imaginan las pruebas a superar teniendo en cuenta lo que van viendo dentro de los pequeños ojos de sus niños. Pero, siendo esta una pedagogía vivencial, cada maestro debe abrir dentro suyo lo que busca enseñar. Entonces, si se trata de vencer al dragón, hay que empezar a buscar por dónde está escondido adentro de una mismita, jodiéndonos la vida de qué sutil manera.



El dragón del abandono

El dragón de la ausencia

El dragón del miedo

El dragón de la ignorancia

El dragón del dolor

El dragón de que tu papá se fue un día de casa, encontró otra familia y se olvidó de volver a llamarte.

El dragón de que tu madre nunca esté porque no puede llevar adelante su vida y sus decisiones equivocadas y necesita llenar sus días de actividad para no mirar que tiene una vida que no le gusta ni un poco.

El dragón del miedo a fracasar, a que duela, a que te vean ridícula, a que se burlen de tu corazón, a que lastime y queme de nuevo, a no haber entendido nada, a tomar decisiones que cambien el rumbo ciento ochenta grados, a perder.

El dragón de la ignorancia de escudarse en falsos dogmas, de querer predecir el futuro, de banalizar al corazón, de no arriesgarse a que sea distinto, de creerse superior realmente.

El dragón del dolor no necesita ninguna explicación.

Silenciosamente, en eso anduve. Preguntándome en cada lugar donde estoy si ese camino tiene corazón, si lo estoy eligiendo para "salvarme" y escapar, si es mi deseo estar ahí o es lo que desean los demás, si es que digo que no amo porque creo que es condición para amar el ser correspondido y entonces escatimo algo que para recibir se debe dar a manos llenas y sin condición, si creo en lo que digo realmente con todas las células de este cuerpo, si creo en lo que quiero enseñar.



Al finalizar la fiesta, antes de la merienda de frutas, después de haber pasado la mañana ellos todos trepando sogas, subiendo árboles altos para hacer sonar campanas, haciendo equilibrio sobre vigas encima del barro, probando y oliendo con los ojos vendados, dejándose guiar sólo por sus oídos y habiendo superado el viaje en tirolesa, llega la prueba que le da sentido al día. Con la espada de madera que han tallado y construído con sus manos y las de sus padrinos (y las mías que pelaron veinte ramas de paraíso con un tramontina) deben atravesar un túnel totalmente oscuro armado con telas en el pasillo de segundo ciclo. A la salida los espera el papá de Vicky camuflado de anciano sabio y una escalofriante cueva de telas alumbrada por velas en el suelo donde se escucha el feroz ronroneo del dragón que han venido a vencer. Un dragón que no tiene cara, pero se siente doler y estremece con cada rugido. Y entonces, cada uno de los dieciocho enanos míos, abrazado por el sabio, levanto su mano a pesar del cagazo sosteniendo "la espada y la mirada" mientras yo, parada a sus espaldas, pensaba en todos los dragones que vencí, en los que aún me faltan, en los caminos con corazón, en los lugares donde ya no quiero estar, en el olvido sanador, en el amor en todas sus acepciones, el el miedo a que no me quieran.

Y una y otra vez, levanté también mi espada.



(Nota del autor: cualquier conexión entre tan psicosomático episodio de batallar contra los dragones y esta tos llena de mocos verdes que me tiene escupiendo pulmones por la casa y en cama el día de hoy, es pura coincidencia...)

sábado, 8 de mayo de 2010

as a dog uid chú téils



Hoy tuve un día tan pero tan feliz, que corté la conversación telefónica y pensé ojo, eh...? mirá que me puedo enamorar de otro y te perdés el viaje...

(un sentido homenaje al ser mujer naranja)

viernes, 7 de mayo de 2010

Disertación



"Dejá, es que vos estás llenita de candombe por adentro" me dijo Tin mientras me sacaba de las manos el pandeiro con el que intentaba yo sonar brasuca, fracasando una y otra vez.
Una puede agarrar una maraca y sacarle un sonido, pero encontrar el sonido propio es como enamorarse.
Yo estoy llenita de candombe.
Entiendo la conversación que mantienen sus tres tambores, lo que se cuentan, cómo se llaman para subir, de qué está hecho su corazón.
No se luce el candombe en rebuscadas destrezas individuales, sino en el sabroso instante en que cuarenta, quince o tres personas de pronto se vuelven una que parece ir como cacareando chicalacúm calacachi calacachi calaca chicalacúm.
Esa sabrosura se logra a fuerza de fogatas de templada, mates de clases diversas, a veces vinos y noches de luna. Esa sabrosura es la que hace que la cadera se mueva sola como entendiendo el latido, desatando el gen negro en la memoria celular.



Yo lo supe bailar el mismísimo día en que lo escuché por primera vez y entendí que me lo había bebido en la yerba, en el vaivén de las hamacas de mi infancia, en el sonido de las calles de esta ciudad que (vanidosa y altiva) no se sabe humedecida por un río que es de plata.
Lo cabalgo desde la primera noche que mi mano sacudió el cuero de un parche. Música que es oración de conventillo, de comadres, de tristeza negra en un barco en altamar. El fuego de la templada enciende siempre en el alma un heredado deseo salvaje de libertad y no hay noches de amor más bellas que las que florecen después de una candombeada.


El candombe pertenece a esas músicas que te pueden de un disparo, como el blues, el tango, el jazz, el pagode. O te matan o no las entenderás jamás.





lunes, 3 de mayo de 2010

(un pensamiento interesante)




Hay momentos en que me fascina su difícil juego de idas y venidas. Hay otros en que me parece un auténtico pelotudo que no logró trasmutar su edipo y se le convirtió en histeria.

Ésa soy yo.

domingo, 2 de mayo de 2010

(fuego)




ay, deseo
de abrir alguna puerta para entrar al juego
ay, antojo
de ser el que no te deja pegar los ojos
esperanza
de ser el fuego que en tu corazón avanza
ay, mis ganas
de irme a navegar tu piel hasta mañana

ya veré
se verá
mientras no pare el rio se intentará

ay, mi sueño
de entrarte y habitar tu rincón mas pequeño
ay, anhelo
de ser el que te suba hasta tocar el cielo
ay, tristeza
si vas borrándome y quitándome certeza
alegría
de ponerte a flotar hasta que venga el día

ya veré
se verá
mientras no pare el rio se intentará

ay, deseo
que me muestra la forma de lo que no veo
ay, antojo
de sacar algo vivo entre mis despojos
esperanza
de poder arribar donde mi vista alcanza
ay, mis ganas
tan ávidas de estrellas cuanto más lejanas

como vine me iré
nada me traje y nada me llevaré

ay, mi sueño
que pronto se haga humo que no es más que un leño
ay, anhelo
de tirar de la cuerda que desata el vuelo
ay, tristeza
de que no vayan juntas verdad y belleza
alegría
de ver que de la nada sube una poesía

como vine me iré
nada me traje y nada me llevaré

(bufanda)







Es maravillosa la sensación de, a pesar del miedo a fallar, a malinterpretar, a que todo cambie, a que toda la compostura y el equilibrio se vayan a la mierda, a que duela, a que no sea verdad, a que sí lo sea, finalmente saltar y zambullirse en unos besos robados a una noche de otoño en el Abasto.