Es indispensable descostillarse un rato de risa diariamente.
"Minusválida mental" será difícil de superar.
Es indispensable descostillarse un rato de risa diariamente.
"Minusválida mental" será difícil de superar.
Sostener una forma de pensar no es fácil, sobre todo teniendo en cuenta que la mayoría de la gente que habita este planeta se detiene poco a pensar como son las cosas y más bien va para donde va el alud que arrastra todo vestigio de libertad en su masa. Es tranquilizador descalificar al que dice metiéndolo inmediatamente en la cajita de "uh, una feminista", "uh, una frustrada", "uh, un zurdito", "uh, una hinchapelotas", y seguir.
Ando siempre caminando sobre una delgada línea y me pregunto una y otra vez si no debería ser yo menos belicosa, más tolerante y cálida, dulce y tintineante, y cada vez que me pongo ese traje, ME APRIETA. Y ahí me desbarranco por la boca y el cuerpo diciendo precisamente lo que estoy sintiendo.
Tengo una amiga jipi que se dice mujer y no escucho de su boca más que encubiertos juicios de desprecio teñidos de la mirada más machista y cuadrada, congraciándose siempre con la risotada burlona de los pares de huevos que presencian la escena, rebajando la opinión y el comportamiento de las mujeres presentes y no presentes, intuyo que con la secreta esperanza de que defenestrar a las mujeres le traerá pronto un hombre que le quite el mote de mujer sola.
Tuve una vez una amiga que, con tal de seguir formando parte de la manada (y soñando con enamorarlo alguna vez, sospecho) se hizo amiga del tipo que me cagó feo y al que dejé de dirigirle la palabra. Que a pesar de haber sufrido en su historia abusos contra su persona perpetrados por algún hombre de la manera más violenta, decidió tolerar el abuso sobre otra mujer, avalarlo perdonándolo y festejando ser reconocida como "más canchera y menos problemática" e invitada a compartir las fiestas en su hogar.
Conozco un puñado de tipos que creen que porque alguien tiene un par de tetas interesantes, un cerebro que funciona y pocas ganas de ser sumisa es una mujer de cascos ligeros. Y que los códigos sólo son válidos entre machos, así que cualquier cosa que no tenga los huevos colgando no merece ser tenida en cuenta a la hora de aplicarlos.
Yo no estoy dispuesta a ser de una manera distinta a la que soy para sentarme a ninguna mesa. Tengo esperanza y paciencia para esperar a la gente que, exiliada de una realidad viciada, llegue por fin a sentarse a la mía.
Hay lugares que son como una pareja, un hombre complicado y agotador que nos provoca un amor que pica.
La Chilinga y yo tenemos la sana costumbre de llevarnos hasta el límite de las trompadas y de nuevo al hueco de lo entrañable.
A la vez que mi camino por sus entrañas me lleva más y más a florecer, todo alrededor se vuelve ríspido y complicado. Como cuando uno va entrando en confianza con los padres de él (que te parecen divinos al principio y pedís adopción) y te muestran hilachitas a medida que pasan los tiempos. Y vos ves las tuyas. Andás incómoda y con ganas de pataleo porque somos todos tan distintos que el acuerdo nos merodea sin saber por dónde entrar.
Y de pronto él tiene ese gesto tan encantador y eso se siente conocido y fácil, y te pasás una tarde entera siendo amable con la gente y vendiendo choripán, laburando para una causa siempre desprolija y con aire de perdedora, en una de esos aquelarres paganos que son los eventos chilingos. Y todos los que se acuchillaron discutiendo hasta hace una semana, se vuelven a querer porque nada nos gusta más que estar todos juntos en un mismo lugar.
Mi colegio nuevo está lleno de símbolos, rituales y señalizaciones que conspiran para que uno vaya a meterse bien adentro de uno. Hay momentos en que todo es tan franco y claro que raya lo que gran porcentaje de los mortales llaman locura (aunque cada vez me convenzo yo más de que la locura es lo otro)
Jamás se nombra a los niños como "el tarado de Gómez" o "el maleducado de Pérez", y personajes como ellos inundan los encuentros de maestros en donde se tejen soluciones siguiendo el hilo de la mirada de todos y uno por uno.
Entre todas las atracciones turísticas con las que me tiene embelesada este Disneylandia jipi, apareció la semana pasada la fiesta del valor.
Un tal arcángel Micael ha vencido, en la memoria de alguna historia, a un oscuro y ardiente dragón, y esto puede ser tan literal como metafórico. La fiesta que honra tal batalla (cual 25 de mayo jipi) es la que menciono aquí, y consiste en una mañana entera dedicada a superarse a sí mismo. Mucho antes del día en cuestión, los maestros imaginan las pruebas a superar teniendo en cuenta lo que van viendo dentro de los pequeños ojos de sus niños. Pero, siendo esta una pedagogía vivencial, cada maestro debe abrir dentro suyo lo que busca enseñar. Entonces, si se trata de vencer al dragón, hay que empezar a buscar por dónde está escondido adentro de una mismita, jodiéndonos la vida de qué sutil manera.
El dragón de la ausencia
El dragón del miedo
El dragón de la ignorancia
El dragón del dolor
El dragón de que tu papá se fue un día de casa, encontró otra familia y se olvidó de volver a llamarte.
El dragón de que tu madre nunca esté porque no puede llevar adelante su vida y sus decisiones equivocadas y necesita llenar sus días de actividad para no mirar que tiene una vida que no le gusta ni un poco.
El dragón del miedo a fracasar, a que duela, a que te vean ridícula, a que se burlen de tu corazón, a que lastime y queme de nuevo, a no haber entendido nada, a tomar decisiones que cambien el rumbo ciento ochenta grados, a perder.
El dragón de la ignorancia de escudarse en falsos dogmas, de querer predecir el futuro, de banalizar al corazón, de no arriesgarse a que sea distinto, de creerse superior realmente.
El dragón del dolor no necesita ninguna explicación.
Silenciosamente, en eso anduve. Preguntándome en cada lugar donde estoy si ese camino tiene corazón, si lo estoy eligiendo para "salvarme" y escapar, si es mi deseo estar ahí o es lo que desean los demás, si es que digo que no amo porque creo que es condición para amar el ser correspondido y entonces escatimo algo que para recibir se debe dar a manos llenas y sin condición, si creo en lo que digo realmente con todas las células de este cuerpo, si creo en lo que quiero enseñar.Y una y otra vez, levanté también mi espada.
Hoy tuve un día tan pero tan feliz, que corté la conversación telefónica y pensé ojo, eh...? mirá que me puedo enamorar de otro y te perdés el viaje...
(un sentido homenaje al ser mujer naranja)