viernes, 27 de abril de 2012

Ayúdame a mirar

Se fue.
Ahora que por fin despegó de la Tierra, yo lo siento más cerca.

Con su vida y con su muerte puedo ver cosas de mí que no veía.

La soledad inmensa de saber que nadie está sintiendo lo que por adentro nos vibra, y cruzar el umbral de la soledad que aprieta hasta sentirse por fin parte del universo.

A veces lo recuerdo y a veces todavía lo olvido.

Transitar la vida sin ninguna expectativa, pisando cada paso con alma y vida. Y después andar sin recuerdos, pero con la ganancia de la sabiduría que toda vivencia tiene y convida.

Desterrar la anécdota, quedarse con lo esencial, claro y visible a los ojos del alma.

Soltar todo y largarse, entregarse a lo inevitable sin posturas ni prevenciones, con el cuerpo flojo y el corazón al mando.

Ir practicando la muerte en las pequeñas muertes de cada día, silenciosas y cotidianas, necesarias para que se recicle la vida.

Yo quiero saltar a vivirla.

5 comentarios:

  1. Verlos como "grandes peces", vivirlos en su ausencia. Doy fe, lo he vivido, ellos nos iluminan. Un abrazo.

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  2. la impermanencia es tan difícil de aceptar como de negar. No está ni mal ni bien...
    es bello lo que has escrito, y lo comparto a pleno.

    un abrazo grande
    diego

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  3. Lo siento tanto... mientras te siento, querida sirena...
    ánimo y caricias en el alma, algunas son simples devoluciones...
    Abrazo de esos que dicen cosas.

    Vero

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