sábado, 14 de abril de 2012

..que bailar es soñar con los piés.





Domingo de pascua, tarde que se hace noche en la plaza donde se juntan los tambores. Sentados en ronda mirando el fuego, como siempre fue cuando reinaban las tribus, unas y otros vamos amasando el nuevo espacio.

En estos tiempos de rumiarme para cazar mis bichos, ando buscando estar cuerpo, alma y mente al mismo tiempo en el mismo lugar, ahí, sucediendo. Me volví militante de los encuentros verdaderos, esos cuando unas y otros se dedican a ser quienes son, decir y ser su verdad, sin pensar demasiado en ninguna consecuencia. Esos encuentros en que las almas se sintonizan y dejan que las cosas ocurran, esos que permiten que nos vayamos volviendo cada vez más nosotros mismos.

En la ronda las palabras van saliendo de los corazones y el espacio se dibuja cada vez más cercano a lo que tantas veces me escuché pedir al tiempo. Se escucha lo que suena en las voces que hablan, se reparten cataplasmas para los miedos. Unos fueron dando lo que entendieron que los otros venían pidiendo, y a jugar por jugar sin tener que morir o matar.

Dejé mi tambor y salí bailando ese candombe que entiendo, esa libertad que sucede dentro, esa que ningún grillete, ninguna prohibición, ninguna ley puede coartar. Esa música de agua subiendo por las piernas como olas que agitan el alma y las caderas. Bailé por la plaza junto a las otras, los tambores empujando piernas y brazos desde atrás.

La sabrosura se nos quedó a unos cuantos, y un rato después del final oficial del gran encuentro, se armó como un abrazo otra vez la ronda y unos tantos nos encontramos de nuevo. Yo encontré otra voz y fuimos dos cantando, completando la música con palabras, mientras la luna enorme, blanquísima, casi llena, se asomaba entre las copas del cielo de Munro.
La noche fue una fiesta.

Vuelvo a casa y leo en algún lado: Hay que dejar que los milagros sucedan.

2 comentarios:

  1. Y esa luna, casi llena, estaba yo mirándola aquí, hermanada con vosotros ( y a mi qué me importa Repsol...)

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  2. y los milagros a veces llegan llamados por grandes iniciados...
    o por siemples mortales en la sencilla belleza barrio bonaerense

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