domingo, 27 de septiembre de 2009

Las mil y una noches

Cualquiera que haya estado en un show al mando de Buira sabe que nunca se sabe qué podemos terminar tocando, no es ninguna novedad. Pero el sábado era su cumpleaños. Su declaración abierta e impune ni bien arrancamos dejó claro que tal motivo lo habilitaba para pedir cualquier tema que le pasara por la cabeza, cosa que quedó demostrada en los millones de arreglos que metió en la prueba de sonido y luego con la aparición en escena de un grupo de tres chicas que bailaron tap (y nos mataron de alergia con floja polvareda).


Así era entonces. Estábamos a su merced con la adrenalina calentándonos el cuerpo de incertidumbre.


No es secreto para nadie que cada nueva vez que me toca compartir el escenario cantando con su bloque, el mítico Martes (qué loco, tiene nombre de dios de la guerra...) navego en ese matrimonio musical que tenemos y salgo un poco más, cada vez un poco más hondo y más lejos. Que el desafío de armarle temas en pleno escenario mientras los canto es lo que me hace dejarme llevar y perderme en el cielo cantando. Estaba en mi salsa.


Era una noche difícil por afuera, por el mundo mío. Una noche levemente bizarra. Recibí por primera vez como un derechazo en el ojo el repentino malhumor de Caro al menos dos veces, perdí la mitad de las cosas que no debía perder (bueno, esto puede pasar en todo momento), mamá me pescó ferneteada, tenía el corazón con agujerito y no sabía las canciones en yoruba ni ningún pagode ni para robar en el popurrí del final.


Pero tenía una canilla en el alma que necesitaba abrir.


La noche arrancó mágica. Tonada de luna llena me metió adentro de la burbuja de la voz de Melina como una manta envolviendo con armónicos las cosas que yo decía. Canté rodeada por ellos, los tambores en el pecho, en la espalda, en los oídos. Bailé en la fila de surdos con el Chinchu que me pedía besos tirados desde el hombro y Pedro bailaba en la panza de Melina. Me di el lujo de unos besos y abrazos de ojos y mismas notas musicales y no había después. Ahí estaba todo. Ahí éramos.


En un momento cerca del final de la noche, luego de desquiciar a las bailarinas que se cambiaban de vestuario a velocidad luz para cumplir con la improvisada lista, movimientos desconcertados que nos hacían chocar y reírnos, invitados sorpresa que desbarataban aún más el mínimo orden no establecido, Dani sacó su pandeiro y mirándome dijo "Iansá". Me acerqué caminando y lo miré, y era claro que la canción en mis ojos no era la que él ya sabía. Entonces, cuando solté la primera letra para contarles una leyenda nueva, él cerró los ojos y siguió tocando. Por primera vez sentí en un permiso declarado su confianza, esa misma confianza que yo siento por la mano de él que siempre sostiene lo que canto. Y solamente su pandeiro y nuestras tres voces fueron acallando el murmullo hasta que los tambores entraron en la misma historia en el momento preciso.


Eso fue suficiente.


Y esta noche algo como agua nos rodeó primero y nos hizo bailar a todos juntos.


Y no sé si fue todo eso que todavía son sensaciones en mi cuerpo o los trajecitos espantérrimos de color verde, pero parece que desde afuera nos vieron florecer.


4 comentarios:

  1. Lu.. una de las danzarinas desquiciadas!29 de septiembre de 2009, 10:40

    Jajaja!! que lindo relato, tan cierto...mierda que nos divertimos igual, no?
    Sentí el "arrepío na pele" cuando sali a bailotear los dulces sones de iansã que salian de tu garganta, improvisacion, libertad absoluta para que sus vientos me lleven...say no more. fue, una vez mas, magia...

    PD:todo lo que sucedió despues corrió por cuenta de los alcoholes, no me responsabilizo! decí que recuperaste el bombo mamita!Te quiero!!!

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  2. Que Buira haya pasado la noche BAILANDO!!! denota que el embriagamiento general era de mucho más que fernét.

    (Tengo una foto en mi cabeza de usted doblada sobre el piso con los brazos a puro viento y yo creo que le toqué la espalda con la canción..)

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  3. Que linda noche me perdi.. no habre tenido que estar quizas.. para que el galpon me extrañe un poquito, je.

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  4. Faltaba usted correteando ferneteado entre los presentes, gitano!!! cómo no!!!
    faltó su ojo para mirar tan bellamente y retratar la magia en el momento preciso..
    Sobra todo lo que hubo para hacer mil noches más.
    Lo quiero.

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