sábado, 27 de marzo de 2010

Con la música a otra parte



Vivo entre músicos y maestros la mayor parte del tiempo. La música y el arte de educar son dos de las pasiones que sigo a todas partes, las dos cosas que haría todo el tiempo, que me salen como agua, que me hacen sentir cómoda en éste cuerpo y en éste mundo. Por eso, hete aquí, me hice maestra y también me volví musical.


El primer vicio lo despunto todos los días, dentro y fuera de mi pecera, donde puedo, desparramando lo que voy sabiendo, compartiendo a rajatabla las formas de tejer un mundo mejor.


Para despuntar el segundo, me metí hace años ya en el nido de los jipis, tambor al hombro, maza en cartera, micrófono en mano. Peeeeero... (odio los peeeeros, pero que los hay, los hay)


Cuando nos juntamos más de dos músicos de los míos, de los que padezco cada día, lo menos que quieren hacer esos malditos jipis rotosos es música, y pasan el tiempo bebiendo y urdiendo planes para recalar en algún colchón.


Lo que más me gusta hacer en esta vida es cantar, tocar, bailar. Cuando me reúno con mis músicos solo se dedican a comer, escabiar o fumar, y ya que están, a desguazar por orden alfabético a todos los no presentes, con la boca llena. Y no conformes con esto, si alguno se atreviera a musicar, le hablan encima, le ponen cumbia en el grabador de fondo y, en el peor de los casos, le piden que se calle para poder seguir discutiendo sobre la consistencia de la manteca sin interferencias.


Carajo...


Claro, pienso. La música es un buen disfraz para ostentar una vida interesante. Cuánto nabo debe su vida sexual al simple hecho de poder sacar dos notas juntas de una guitarra (que se enchufe en lo posible. Lo eléctrico tiene más llegada que lo artesanal, y las minitas aman los payasos y la pasta de campeón..). Cuanta boluda con una vida de paramesio ha logrado embocar y retener un par de meses a algún chongo gracias a la conga que adorna (literalmente) su living comedor, a la que solo le saca cuatro sonidos cuando hay gente que le resulta un buen ejemplar para seducir.


Hace tiempo me pasaba lo mismo con los actores. Yo amaba el arte de jugar a transformarme sobre un escenario y hacer reír. Pero el precio a pagar era fumarme unas peroratas larguísimas de gente que se sentía muy interesante y miraba a los demás por sobre su hombro de actor/actriz mientras encendía un pucho tras otro hablando de Chéjov (al que, sospecho, jamás habrán entendido)


Ahora me fumo gente que no para de hacer cursos, clínicas, técnicas, cátedras, hécates, pero que, señora siseñores, a la hora de hacer sonar y dejarme escuchar la música que llevan en su alma, hacen agua por todos lados.

El artista conmueve porque es conmovido por el arte que lo atraviesa, se vuelve instrumento de su arte para permitirle llegar a los otros y así conmover, que es el fin último (creo yo) de una manifestación artística.

El boludo se pavonea ostentando la dificultad como marca que lo distingue del resto de los mortales y hace en público un culto a su propio ombligo sin registrar que la gente se quedó dormida en el minuto catorce de su actuación, o convencido de que se duermen porque son todos unos boludos menos él, que es un groso incomprendido.

Y vos, pavote.. de qué lado estás?

(Me voy al supermercado chino a ver si el de la caja tiene ganas de tocar el pandeiro un rato y por fin me paso un sábado musical.)

6 comentarios:

  1. Es la diferencia que hay entre lo auténtico y lo impostado.
    ¡Qué culpa tenés vós de ser auténtica!

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  2. Amiga:
    creo que el problema es que muchos de los que la rodean son musicos?, o solo ejecutan un instrumento...
    Cúantos músicos de verdad conocemos?. Hablo de esos grosos que nos dan un zacudón en el alma, esos que son capaces de hacer con 4 notas y cuatro palabras un tema inolvidable.
    Alejese un poquito de la situación y verá que los que tienen la conga en el living, de músicos no tienen nada igual de los muchos jipis que la rodean.
    Puterío y descuartizar gente por orden alfábetico, no es de músicos, es de gentuza.
    No se desanime, ni se enoje, solo afine su intuación y su puntería para elegir con quién compartir sus ratos de ocio.
    Ud. que la quiero mucho por eso se lo digo
    besos desde mi lugar rodeada de jipis chusmosos
    Gra

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  3. Cuánta verdad en tan pocas líneas. Sería interesante profundizar en los músicos del alrededor.

    Pero lo que si es una verdad insoslayable, es que las minitas aman los payasos y la pasta de campeón. Gracias Indio...

    ...y gracias a ud tmb por tan sabias palabras entrelazadas!

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  4. Creo que como bien dice mi Anónima queridísima, músico es una palabra que a muchos les queda grande. Hay mucha gente que necesita colgarse un cartel que la defina, porque no sabe quién es.

    Y no se relaje, Carcamú. A las minitas les gustan los payasos, y a los muchachos, cualquier cosa fácil de manejar, que no les resulte un desafío y, por sobre todo, que jamás esté a la altura de hacerles ni una leve sombra. Es decir, a los muchachos les gustan las perras falderas que no necesiten bozal.

    Y punto.

    Abrazos cariñosos para los tres!

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  5. es absolutamente cierto....el handicap que te da estar en una banda, para con el sexo opuesto, es muy grande...y si sos el cantante...más...

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  6. Disfruto mucho de la musica y siempre compro revistas de rock, para aprender mas de distintos estilos musicales. Incluso cuando voy a un restaurante de sushi suelo llevarme para leer revistas de musica que me encanta

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