miércoles, 5 de agosto de 2009

Son, son, marinero, los pececitos del mar..


Estoy sentada en el living escuchando música y pienso en estos tres primeros días de mi reencuentro con los enanos en la escuela. El lunes fue un día feliz, todos teníamos ganas de vernos, nos habíamos extrañado. Nos sentamos en el piso, nos contamos todo al mismo tiempo mientras Sarita nos miraba y sonreía desde el escritorio. Llevé el pandeiro, cantamos, fue muy armonioso nuestro paso a sentarnos en las mesitas y abrir los cuadernos. El martes estaban filtrados. La emoción del día anterior los había agotado y el biorritmo tenía que volver a ajustarse a esto de levantarse a las siete de la mañana. Les tuve paciencia, fuimos yendo despacito, repasando, dibujando. Hoy me levanté ansiosa para ver cómo resultaba un trabajito que les había armado.


Arranqué con la noticia de que el 20 de julio había sido el día en que el primer hombre pisó la luna y por eso se celebraba en nuestro país un día muy especial. Y les conté cómo fue que ése día, la humanidad entera de todos los países de todo el mundo, al mismo tiempo, vio a un señor que se llamaba Amstrong pisar por primera vez la tierra blanca y avisar que no era de queso.


Después, en la hora de lengua, les conté un cuento con todo el histrionismo del que pude echar mano, y los hice matar de risa con los caprichos de la princesa Felisa que se enamoró de un príncipe y que al besarlo de pura caprichosa, lo vio convertirse en sapo y huir con una princesa rana.


Y en la última hora me paré contra el pizarrón y les pregunté qué se acordaban de aquellos primeros días de clases, cuando nos conocimos. Y sin darles tiempo, empecé a contarles uno por uno qué cosa me acordaba yo de él o ella aquellos primeros días. Se asombraban, se reconocían y se reían, uno por uno. "Bian lloraba y extrañaba a su mamá. Y ahora ya no", "Agus me decía que él antes, en el jardín, era de los malos", "Felo siempre se quejaba de Alejo", y cada frase terminaba con un "y ahora ya no" que les hacía abrir los ojos como sorprendidos. ¿Vieron cómo nos fuimos ayudando todos, todos los días, y fuimos mejorando y mejorando y cada vez mejor? Y felices por sentirse convencidos de que su propio esfuerzo valía la pena, cada uno se dibujó dentro del marco de un imaginario espejo como es hoy. Aparecieron alas, aparecieron muchos brazos, aparecieron amigos dibujados en hojas que antes eran solitarias, peinados elaboradísimos coronando caritas con anteojos y en todos, ojos enormes y bocas curvadas hacia arriba.

A las cinco de la tarde, cuando el tropel entero del colegio salía, me entretuve dentro de la oficina en vez de quedarme en la ventana donde siempre los despido uno por uno con un abrazo y un beso. Una mano chiquita me tiró de la remera y cuando me di vuelta, los ojos negros de Ale me miraban desde su metro diez. Un segundo después entró Oli, la niñera. "Ay, perdóneme señorita, pero cuando no la vio en la ventana se me escapó diciendo que él no se iba del colegio sin darle un beso.."

Él, el que yo sabía que había naufragado, el que dibujaba sólo con color negro unas sombras altísimas, el que con seis años viajó al norte a pedirle a un juez que finalice su adopción y le de por fin el mismo apellido que tienen sus papás, el que estaba perdido, vino a darme un beso. Y yo sé que ya siente que lo traje de vuelta a jugar.


4 comentarios:

  1. sabés, yo lo vi en vivo...lo del amstrong pero ahora me entra una duda enorme si nos cagaron....

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  2. Bueno, tengamos en cuenta que a todos nos engañaron al menos diez años de vida con un Papá Noel inexistente pero que por lo menos nos hizo sobrellevar con entusiasmo las pedorras fiestas familiares.. lo que a mi mas me importa del asunto es que desde ese dia tengo una excusa para beber con mis amigos y palmearnos el trasero.

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  3. yo ya no bebo...sólo me queda esperar una palmadita...jajaja

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  4. Me encanta pensar que, cuando llegués ami edad, esos recuerdos estarán vivos (también gracias al blog) y te harán sentir feliz.

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