domingo, 30 de agosto de 2009

Expedición Robinson





La fecha de este fin de semana no fue precisamente un evento feliz aunque nos proveyó de anécdotas para soltar como nos gusta entre las pequeñas comunidades chilingas que comparten un viaje. Así es como nos vamos entremezclando, entramando, entretejiendo unos bloques con otros y nos volvemos amigotes. Todos de todos.

Para empezar, el contingente entero de diez jipis rotosos que éramos nos alojamos junto a la gente a la que deberíamos entretener en el Costa Galana, ahí donde Mirta almuerza todo el puto verano y Sergio Denis agita el flequillo en la terraza (si, ni bien la vimos cantamos a coro "hoy, queeeerida miaaaa hagamos el amooor con aaalegría.." como unos pelotudos.) La Turca rompió las bolas hasta que logramos sacarle una foto con el pingüino de la puerta. Nos fuimos en bata y zapatillas de lona a la pileta climatizada, dos pisos más abajo. El piso del salón donde tocábamos patinaba como la mismísima mierda y nos quedaron los dedos de los pies torcidos de tanto apretar para no caernos en los movimientos con esas fucking alpargatas baratas blancas. El tipo que nos contrató se mandó diez millones de cagadas (incluyendo la falta de agua para beber durante una actividad que duró más de dos horas con trescientas personas en la playa que terminaron quedando a cargo nuestro y con los que tuve que cantar a grito pelado "Tratar de estar mejor" de Diego Torres diecisiete veces. La llego a escuchar una vez más y vomito. Estoy completamente muda hasta ahora.)

En los escasos ratos libres que teníamos andábamos en banditas y de pronto todos en bandada ensayando el taller en mi habitación, peleándo codo a codo con los congresistas en el buffet por un canelón o esperando una hora interminable que la gente subiera al salón para hacer el puto show y por fin quedar libres de un día que parecieron tres. Y mientras las cosas se iban poniendo más y más bizarras yo vi que acá adentro, en ese círculo, en esa pequeña porción de la tribu de la que somos todos, todo se volvía motivo de risa y no dejaba de ser una fiesta. La gente que nos había mirado, a la que hicimos tocar, cantar y bailar en la playa con 30º y sin beber, a la que le dimos nuestros tambores y armó una murga espontánea en la vereda antes de volver al hotel, nos buscaba para palmearnos cada puta vez que nos cruzábamos y el sábado a la noche, dentro de su fiesta, nosotros tuvimos nuestra propia fiesta.

Es esa forma tan criticona de querernos, tan maldita, tan divertida la que me hace sentir como en una familia, un universo desprolijo de sabiondos y suicidas.


6 comentarios:

  1. Creo que fué en el verano del '97 que nos pasó algo parecido en las playas de Cariló.
    Mierda, nada ha cambiado?

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  2. Pol fueron al costa galana y los chilingos pioneros a una casa rasposa en ostende...

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  3. Grosa..tu capacidad de resumen y transmision de los eventos sucedidos es fakin anbelivabel...
    ha sido un placer compartir esta experiencia UNICA e IRREPETIBLE con Ud.
    sabes que musiquita tengo de fondo, no? creo que quedé traumada de por vida...

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  4. Lu, belleza de bellezas, esa manera tuya tan etérea de cuidar alrededor cada ínfimo detalle me tiene maravillada.. tengo tu imágen a las 3am hablando con Dani por el fonito pasando el parte mientras los demás corrían por ahí muertos de risa, tu pensamiento todo el tiempo sobre los demás para ver si viajaban o quedaban varados.
    Qué belleza de mina.. cómo te quiero!!!!!!
    "trataaaaarrrr destarrrr mejoooorrrrr"
    JUAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA

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  5. Demas esta decir que... HAY EQUIPO!!!
    Nos vemos a la nuit!
    Beijos

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