viernes, 13 de noviembre de 2009

Grabación del 5º disco Chilingo: Coros y coreutas



Llego transpirada y satisfecha porque el cuerpo me pidió y agradeció el cable a tierra de las sesenta cuadras en bicicleta. El estudio es un PH en Villa Ortúzar, una de esas casitas antiguas con patio en el medio y escalerita hasta la terraza color ocre, llena de plantas. El estudio es mínimo, la alfombra roja del piso, las guitarras, el teclado, los auriculares de feliz domingo, la pecera ahí nomás de las caras afuera. Todo lo quiero mirar.



Yo vine a ser quien soy, que es lo que mejor me sale. Lo pienso cuando miro fijo al micrófono, como si ahí estuviera toda la gente que me gusta ver, y canto como les canto a mis enanos para que bailen en la escuela a la mañana.

Pol es una pasita de uva. Terminó su trabajo y se desinfló después de éstos dos años te torturase intentando poner algo de armonía entre tanto maldito jipi. Tiene puesta la remera que le pinté con amor para su cumpleaños, y ese gesto de cariño se siente como un mate y un abrazo.



Están las otras dos Wailers, las otras dos bellas bocas de nuestro trío improvisado y querendón, Walter ingenieriza el sonido y la expresión "como en su casa" cobra todo el sentido porque de verdad, estamos en su casa.

Sale primero "Haré", y no necesito explicarle a nadie que es un tiempo el que me lleva entrar en la energía de cantar. La voz me delata sola cambiando claramente a mitad de la canción. Canto. Paramos. Cortamos. Pegamos. Escucho una vez lo que Neiman ya grabó, puteo de risa por su manía de hacer mutar las letras todo el tiempo, vuelve a pasar la misma letra y me subo a sus fraseos que se amañan hasta lograr decir lo mismo con la otra voz, mi voz. Y queda ahí, finito, como las tapas de un sandwich, el acorde de las dos melodías.
Dani pide, alienta, sonríe, abraza, pide té de jengibre.

Voy escuchando las canciones listas que ahora tienen voces de chicas, como frutillas.



Canto virtualmente con Pol y Palo Pandolfo sin haberle visto la cara de cerca jamás, y vuela la chacarera del ranchito de la montaña.

Último pucho en la terraza, con el cuerpo cansado, ya terminado por hoy lo que la voluntad y las cuerdas vocales nos permitieron amablemente hacer. Del recuerdo de nuestras desgracias amorosas pasamos a la panza de Melina, filosofamos torpemente sobre el significado de "estar en pareja", nos damos besos y abrazos y vuelvo a montar mi bicicleta, me pierdo por las calles de Saavedra (literalmente) y mientras huelo los tilos y los paraísos florecidos, yo misma siento cómo mis pétalos por fin se empiezan a separar. A pesar de mí, otra vez llegó el tiempo de florecer.

(PD: Gracias, pelado. Sos como un Harry Potter que me abre puertas increíbles.)

6 comentarios:

  1. muy lindo post descriptivo de situación...

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  2. Ud. describe las situaciones como canta, compañera... de manera sublime, con la miel en las entrañas.

    La quiero

    Wailer2 (en orden alfabético)

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  3. Wailer Sirena, qué lindo fue verle brillar los ojos hablando de ése muchacho. Yo quiero más nosotras tres!!!!!!
    Te quiero.

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