domingo, 8 de noviembre de 2009

Prospecto (Lease antes de consumir)


Continuando con mi costumbre de practicar el sincericidio, confieso que estoy totalmente enamorada de Diego Torres.
Algo tiene en su campechanismo, algo de jugar al sol en la vereda, una forma de reírse de sí mismo que me da alegría. Ese aire de amigote que juega al fútbol con los otros gordos de sus amigos ya cuarentones como en un ritual sagrado desde hace mil años porque sí, las arruguitas de la gente que sonríe mucho, esa mamá tan linda que cantaba como un ángel y que mi abuela idolatraba (sobre todo por lo casta), esa sensación de que es de los que te agarran mientras te arreglás, te hacen sentir linda porque te ven linda y te muerden el cuello con deseo aunque ya no tengas veinte, de jugar fácil y totalmente cómplice, cara de buen compañero, de que se ríe de lo mismo de lo que te reís vos (la gloria de compartir con el otro esas secuencias graciosas que pasan y nadie más ve).
Yo lo he visto mirar a una mujer con ojos de total admiración y deseo y desde ese mismísimo día ando buscando esa mirada, quiero sentirme mirada así.

Por eso es que ando por ahí sola.
Es que yo quiero éso.

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