viernes, 27 de noviembre de 2009

Tranquila, bonita, que todo irá bien.

Hoy la china amaneció estropeada por una tos que no la dejó descansar en toda la noche. Al pie de su cama, en este estado calamitoso en el que me tiene últimamente el laburo (con ataques de llanto antes de entrar incluídos), decidí volver a tomar las riendas de mi voluntad y, llamadas varias mediantes, organicé el día con visita a la pediatra incluída.


No pude volver a la cama.


Una energía de inquietud, de movimiento, de hartazgo, me tuvo velando su sueño post nebulización. Para curarla, para curarme, hacía falta ponerme en movimiento.


Así fue como, sin darme casi cuenta, estaba en pleno trámite de buscar el duplicado de mi título de maestra extraviado vaya una a saber en qué mudanza.


Odio los papeles. Odio firmar cualquier papel, presentar cualquier papel, completar cualquier papel. Me resisto a quedar archivada, clasificada, controlada y obligada de cualquier manera a cualquier cosa. Sin embargo, ahí estaba, haciendo cola en el registro civil primero, en el Banco Provincia después, en el mismo registro de nuevo y, finalmente, en mi fiel corcel púrpura metalizado, campera de la AFA en cuerpo, arremetiendo contra la lluvia para llegar a mi antiguo instituto de formación docente a explicarle a cuanta vieja me cruzara mi problema de indocumentación.


Casi llegando al final de la perorata, el último peldaño me llevó a una oficinita en donde una mujer mayor y muy jovial, con la nariz metida en la computadora y rodeada de tazas medio llenas de café, me pidió que me sentara a escribir en una carta mi pedido. De repente, sin darme cuenta, como cada vez que la vida me hace magia, la conversación empezó a virar de totalmente intrascendente a bálsamo. Y sin haberle respondido ni una frase completa, en medio de mis distraídos ajáses y claaaaros, escuché de su boca lo siguiente:


"Vos quedáte tranquila. Porque cuando uno hace las cosas bien, todo llega hasta vos, todo se abre y se acomoda. Todo lo bueno llega. Y lo bueno te va a llegar."


No recuerdo ni una palabra de todo lo previo a esta sentencia, pero antes de irme, le dí un abrazo y unas gracias.


Me cambió el día (y todo lo que sigue para adelante)


Amén.





5 comentarios:

  1. Santos cotidianos (amo amo amo a esas señoras pachamama), chica orquesta volvé a tu tambor... la música todo lo acomoda. Cómo si fuera fácil, por acá tamb. todo es un malambo q nunca acaba jajaja.

    ResponderEliminar
  2. Hace unos días tuve que iniciar un trámite simple y bien personal. Para mi sorpresa, luego de preguntarme mi estado civil, y contestar como una boluda la verdad,"Divorciada", me indicaron que debía llevar una constancia de dicho divorcio. Se me apoderó el odio tras preguntar a quien mierda le importa mi condición civil y por que debo dar cuenta de ello cuando, como ya dije, bien me lamo sola, me mantengo, me sostengo, me soporto y tratando de pedir la menor ayuda posible.
    Como al igual que vos odio los papeles, comenzó un periplo para conseguir esa certificación, cosa que sin duda debí haber tenido, pero nunca me importó, me bastaba a mi saber cual es mi estado civil y sentirlo, pero por lo visto siempre hay que presentar credenciales, nos guste o no nos guste.
    Y como además soy una terca, lo logré tras ir a un lado y otro, ya que esa bendita burocracia no iba a detenerme en lograr ese tramite, pero me comí bien doblada las idas y vueltas mientras fui templando mi temperamento entre oficina y oficina.


    Tranquila, bonita, que todo irá bien!

    Salud!

    ResponderEliminar
  3. No se preocupe, doncella... Banana Yoshimoto, aplicando la Libromancia (mental en este caso), le dice a través de mis dedos tipeadores:
    "en los tiempos de crisis, las hormigas parecen elefantes".
    Meta ese puño segura en el hormiguero...

    ResponderEliminar
  4. es bueno cruzarse cada tanto con estas personas....

    ResponderEliminar
  5. de estas personas uno aprende a no ser igual ...

    ResponderEliminar