A veces me comporto como una viuda negra. La intimidad me provoca unas ganas locas de asesinar a mi compañero, eliminarlo del mapa, devorarlo sin dejar rastros ni testigos. Un brote de ternura que me aflora me pone de un humor violento, me inquieta, me enoja, me sulfura.
No es tu culpa. Ni la mía. Es el vértigo, el terror que me da sentirme vulnerable.
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