jueves, 30 de octubre de 2008

Perfume


Recuerdo la primera vez que olí a mi hija. Fue un olor muy familiar que inundó mi casa y mi vida durante un tiempo de meses.

Olor a piel, a carne, a algo mío que trascendía la máscara del jabón y el gel perfumadito del pañal. Un perfume que me obligaba a apoyar muchas veces mi nariz en su panza, sus manos, su frentecita.

Alguien debería envasar esa esencia para las veces en que el dolor se vuelve insoportable.

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