martes, 29 de diciembre de 2009

Señalada por el índice del sol





Eran cuarenta. Prolijamente engamados en blanco y negro, fueron tomando sus lugares saliendo de entre los amigos y parientes que los fuimos a aplaudir. Pasó la Novicia Rebelde, cantaron en fila, en ronda, en herradura. Eran cuarenta y ninguno ostentaba la misma edad, ni la misma historia, ni el mismo pasado ni futuro, pero bailaban y cantaban el mismo presente. Dos locos, parecidos a muchos hermosos locos que conozco, comandaban con gracia y satisfacción la muestra del taller de comedia musical. Como en un acto de la escuela yo captaba clic clic con mi camarita japonesa los movimientos de mamá de nuevo jugando arriba de un escenario, cantando y moviendo sus rulos felizmente no brushineados bajo las luces azules y el humo teatral.
Entonces la luz se hizo verde y el entorno penumbra. Parada solita en el medio del escenario, empezó a decir. Y mientras decía, puso los brazos como los ponía para sostenerme flotando cuando yo no era más que un pesceto de ojos enormes que veían el mundo a través de sus cristales tan verdes, tan llenos como los míos de preguntas sin respuesta. Y dijo. Dijo "cuando nació mi hija yo la sostenía en mis brazos y le cantaba. La miraba y le cantaba. Le cantaba y así sentía que la protegía.."




Entonces, mirándola desde mi silla entre el público con los mismos ojos enormes repletos de ella, yo me recordé canción.

1 comentario:

  1. Esa hermosa sensación la guardarás para siempre: el día 29 del mes pasado, se murió mi madre, con 96 años; sus últimas palabras fueron "mamá".
    Así nos sentimos siempre.

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