domingo, 25 de octubre de 2009

Calmar la sed


(Muchas veces, de pronto en el medio del malabarismo diario, me pregunto ¿cómo llegué hasta acá? ¿cómo fue que llegué hasta acá?)

Hoy toqué con 200 tamboreros frente a la estatua de Lola Mora. El sol me daba en los ojos y bailé cada golpe, ahí en el medio de todo, adelante y atrás y alrededor. Recargar esa otra realidad, la que me gusta, hacerla superar la medida de la otra que no puedo cambiar y contagiar eso como una gripe. Encender la alegría porque sí, porque es sábado y más o menos todos nos sabemos los mismos golpes y vamos, que el día está lindo y tenemos ganas.

Pensé en el río Quilpo y en aquella serena sensación de poder sobre mi propia vida cuando trabajé sin querer cobrar un peso, siendo yo la única opción posible para la cocina.

Pienso que lo inevitable es justamente así, inevitable, y que la energía vital desperdiciada en angustia es energía perdida.

Vi todas las espaldas de los tamboreros bailando en esa escalinata como un mismo mar rojo, amarillo, verde, violeta, las masas subir y bajar, las cuerdas ensambladas, Dani intentando cantar y ahí al lado de mi oreja que fue una fiesta cuando su timbal y el redo de Martincito hicimos ronda de festival para tocar, y tocar, y tocar.

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